Licántropo - MinRen

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Allí permanece la bestia, solitaria criatura quien considerado una amenaza, una desgracia de Dios, a sido exiliado de sus tierras, de su pueblo, de su gente, muy lejos de sus seres queridos... condenado a vagar como un perro sin dueño por el bosque que ha aprendido a amar, a reconocer como su verdadero hogar, único dada su espantosa situación.

Escondido tras el grueso tronco de un árbol, un hombre lo observa. Los largos cabellos castaños le caen por los hombros, aún pese a estar parcialmente recogidos, y sus ojos, dos orbes de ambarina pigmentación, no le quitan la vista de encima. Jamás había visto una criatura semejante, tan humana pero animal a la vez, con brazos y piernas peludas, garras largas y mortíferas, colmillos filosos que se escapan de su boca, el cuerpo deformado por su prominente musculatura, sus ojos rasgados y alimonados, fieros y furiosos... Sin embargo, su piel humana es tan pálida, casi grisácea, y, aunque sus costumbres son de una bestia, hay ciertos movimientos, pequeños e imperceptibles, que hacen visible su alma humana. Entonces, el humano allí presente, su asombrado espectador, se pregunta... ¿Por qué aquella criatura carga tan cruel desdicha sobre sus hombros?

Mink no abandona su posición. En su pueblo, el rumor de que aquel lobizón rondaba por el bosque no tardó en expandirse como la pólvora -su hermana fue quien le contó la noticia en cuanto se enteró-, y quizás es uno de los primeros en visualizarlo ahí, en su estado natural. Fascinante le resultaba tenerlo a unos cuantos pasos de diferencia, como si viera por primera vez a un animal de semejante tamaño -Mink está familiarizado con la convivencia mutua con otros seres vivos-, pero, aunque acostumbraba a ignorar y no perturbar la paz de sus hermanos, ésta ocasión acabó por desatender tal costumbre suya: ese licántropo era asombroso, único muy posiblemente, y hermoso en toda su magnificencia.

Pasó un tiempo, varios minutos, y Mink decidió por fin abandonar la escena con el mayor silencio posible. Si permanecía en aquel lugar más de lo que le gustaría, tal vez no tardarían en preguntar por él... o no, quién sabe.

Pero, ante el intento de retirarse, el ruido inesperado de una rama partiéndose bajo sus botas lo hizo helarse. Un gruñido particular, grueso y amenazante, le alertó de su error: había despertado el instinto de aquella bestia.

No se movió, tampoco habló. Trató de mantener en calma su ahora acelerada respiración, así como la sensación del miedo que empezó a correr bajo su piel morena. ¿Qué era peor que delatar tu presencia a un ser peligroso y posiblemente agresivo...?

Oyó pasos, la maleza moviéndose, garras filosas que arañan la tierra... Ahora, sabía cuál era la respuesta.

-¡Mink...! ¡¡Mink!! ¡¿Dónde estás?!

El nativo echó su mirada por encima de sus hombros, sorprendido, alarmado. El nombre de su hermana resonó en su mente al oír su tan adorable voz, pero un temor mayor surgió ante la sola idea de que la criatura fuera a por ella en su lugar. Sin embargo, vista tan desafortunada posibilidad, escuchó como la bestia semihumana huía lejos, perdiéndose entre la frondosa vegetación. Segundos después, su hermana estaba a unos pasos de él.

-¡Mink! -exclamó al verle y se acercó a su encuentro-. Hermano mío, ¿qué haces tú aquí solo en la inmensidad del bosque? ¿No oías cuando te llamaba?

Sus ojos dorados, idénticos a los de tan linda jovencita, se clavan sobre su rostro moreno y delicado, en sus pestañas oscuras y largas, en aquellos faroles enormes y deslumbrantes.. Sorprendido, no actúa de costumbre, y responde lo primero que se le ocurre.

-Estaba... distraído.

-¿Eh? ¿Distraído? ¿Con qué?

Aunque la duda asoma su destellante mirar y su dulce voz cantarina se percibe curiosa, Mink ya no le presta atención. Su mirar ha abandonado a su hermana y ahora se fijan en la lejanía donde el lobizón debió escapar. Ciertamente, se alegra por ello, pero también se lamenta. La tristeza aprieta su pecho, pero no entiende muy bien el motivo, sólo se siente así.

No obstante, su ceño se frunce y observa de inmediato a su hermana, luciendo un gesto realmente furioso.

-¿Padre y madre no te advirtieron sobre vagar sola por el bosque? -pregunta, su voz dura y autoritaria que ciertamente la hace temblar.

-Eh... ¡E-El chamán me dijo que necesitaba de tu presencia! Y, como no te hallé en casa, yo...

-No es excusa suficiente -la interrumpe-. Deberías haberle dicho a padre o a alguno de los cazadores que vinieran en mi búsqueda, no arriesgarte de esta manera.

-No tengo cinco años, hermano, ¡ya soy toda una mujer!

-Que tengas diecisiete no te hace adulta. Vamos.

Mink empieza a caminar, lejos de la escena. Su hermana, quien está dispuesta a echarle discusión, se dedica a seguirlo, pero en silencio, contemplando su ancha espalda y las mechas rojizas que se menean ante el movimiento. Provocar a Mink era un viaje de ida, mejor no enfurecerlo otra vez. Sin embargo, aunque sutil, ella lo nota realmente lejos de la realidad, ido en sus pensamientos, y es que él no puede quitarse de la cabeza a aquel inusual hombre lobo de tez pálida.

¿Qué clase de conjuro o desgracia puede convertir a un mortal en un ser mitológico, peligroso, pero aún así tan impresionante?

Mink pensará sobre el tema durante todo el camino de regreso a casa.







Nota: Este pequeño escrito es una idea que tenía pensada para un libro de Mink x Ren, aplicando la apariencia y personalidad "híbrida" que sufre Ren en su bad end, aunque Mink sería un poco más joven para que vaya a juego con su historia (ya que aquí aún su pueblo vive y su matrimonio aún no estaba arreglado siquiera). ¿Por qué no lo hice fanfic? Porque sabía que jamás llegaría a concluirlo como otros libros que tengo, tanto en borrador como públicos.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2019 ⏰

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