2: La isla

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Lo primero que notó Raoul nada más recuperar la consciencia, fue el profundo olor a brisa marina que inundó a sus fosas nasales, seguido de la humedad de su ropa y de la arena bajo su cuerpo.

Al intentar abrir los ojos, recibió de frente la cegadora luz del sol, taladrando sus retinas y obligándole a cerrar los ojos con fuerza y parpadear varias veces hasta acostumbrarse a la luz. En el momento en que sus entumecidos músculos recuperaron la movilidad, y puedo levantar el torso del suelo, le recibió la imponente imagen de la inmensidad del océano.

Desorientado por la estampa que tenía en frente, empezaron a venirle los recuerdos relacionados con el barco, seguidos de un punzante dolor de cabeza.

-Maldita sea-exclamó con una voz ronca y débil. Tras unos segundos esperando a que el dolor de cabeza disminuyese, recordó que llevaba el móvil en el bolsillo, y decidió ver si podía comunicarse con alguien. Sin embargo, y como era de esperar, su teléfono se encontraba totalmente encharcado de agua e inutilizable.

-¡Me cago en la puta!-gritó, lanzando el móvil con rabia al suelo, sin que el dolor le diese tregua alguna, a lo que le siguió una alteración en su ritmo respiratorio.

"Joder Raoul, relájate, no pasa nada, seguro que hay alguna solución. Vamos, inspira, y expira, así muy bien, lo estás haciendo de puta madre"-pensó, acostumbrado ya a sus repentinos brotes de ansiedad que tenía desde que empezó su adolescencia, y que había aprendido a controlar al cabo de los años.

Una vez su respiración volvió a tener un ritmo normal, optó por levantarse y mirar en los alrededores, en busca de algo que sea capaz de ayudarle a salir de allí. Tras andar unos metros por la costa, encontró algo que lo dejó sin respiración: Unas huellas, que podrían ser perfectamente humanas, se encontraban dispersas por la arena, en dirección a la frondosa vegetación que se extendía hacia el interior de la isla.

Con un inesperado sentimiento esperanzador instaurado en su pecho, avanzó decidido a seguir a aquellas huellas que se adentraban en territorio desconocido, con la esperanza de encontrar a alguien capaz de ayudarle en aquella surrealista situación en la que se encontraba.

Como era de esperarse, en el momento en el que el suelo dejo de ser arena para volverse tierra, las huellas empezaron a ser cada vez mas inconexas, hasta desaparecer por completo. Este hecho, todo lo contrario a desmotivar al rubio, le impulsó todavía más a seguir, pues el hecho de haber encontrado esas marcas en la arena le daban una cierta seguridad a que alguien más se encontraba en esa isla y, terco como el solo, iba a encontrarle ya tuviese que andar hasta que se le desgastasen la planta de los pies.

Pese a lo esperado, andar en medio de aquel bosque no era una tarea demasiado tortuoso. El sol que aquel día decidió apretar sobre su cabeza, era parcialmente aplacado por las frondosas copas de los árboles más altos, lo que provocaba una agradable sensación de frescura en el ambiente. La fina hierba que cubría el suelo era suave al tacto, haciendo el camino menos arduo, y los relajantes sonidos de la naturaleza aportaban un aura de paz al lugar.

Tras un rato andando por aquel lugar, un suave destello proveniente del suelo le llamó la atención. Mirando hacia el origen de este, pudo ver como uno de los rayos del sol que se colaban entre los árboles era reflejado por un filo hilo, el cual que se encontraba tensado a unos centímetros del suelo. Raoul, precavido ante el descubrimiento, decidió coger una rama alargada que había por el suelo, moviendo el hilo con el palo desde una distancia prudencial. Tras el contacto entre ambos objetos, un sonido parecido al de una cuerda arrastrándose inundo el ambiente y, antes ni siquiera de poder reaccionar, una red que se encontraba escondida entre las hierbas se irguió con fuerza hacia el cielo, quedándose colgada de la rama de un árbol.

-"Una trampa"-pensó Raoul, mientras confirmaba que su teoría era cierta: en aquella isla tenía que haber como mínimo un humano, culpable de aquella trampa en la que por suerte no había caído.

Así, con el convencimiento de la existencia de civilización en aquella isla, y esta vez de forma más precavida y mirando en todas direcciones y atento a cualquier sonido fuera de lo común, Raoul continuó sus andares, hasta que tras cierto tiempo avanzando entre la maleza, encontró algo que hizo que sus ojos empezaran a brillar de ilusión: Detrás de unos arbustos, divisó una pequeña cabaña construida con troncos de arboles, y cuyo techo estaba formado por diversas hojas de palmera. Justo en frente de esta, una se encontraba una hoguera apagada, sobre la que se encontraba una olla con aspecto de tener ya varios años, colgada sobre unos palos de madera. Pero lo que sin lugar a dudas le chocó en todo ese entorno digno de película de naufragio, fue ver que al lado de la cabaña, se encontraba una gran caja de metal rodeada de cables que la conectaban con la cabaña.

Extrañado, se acercó a esta para saber de que podía tratarse, pero nada más acercarse, noto como esta vibraba levemente, por lo que decidió no tocarla, pues podría estar perfectamente relacionado con la electricidad. Tras esto, decidió entrar en la cabaña, donde se encontró una cama individual hecha de hojas sobre el suelo, y unos variados maletines plateados que se encotraban conectados a unos cables. Al acercarse a estos, pudo comprobar que poseían una pantalla táctil en uno de sus lados, que nada más fueron tocadas por Raoul, se iluminaron, mostrando un mensaje que decía "Introduzca la contraseña".

-¿Pero que es todo esto?-preguntó para si mismo, totalmente confuso por todo aquello. Volviendo a dar un vistazo por la cabaña, visualizó un objeto encima de la cama de hojas. Lleno de curiosidad, no pudo evitar coger el artilugio entre sus manos, el cual le recordaba a dos mandos de Nintendo Switch pegados el uno al otro, pero de un color grisáceo con solo un botón de POWER en uno de ellos. Al pulsarlo, ambas partes se separaron, dejando ver una pantalla de cristal trasparente, en la que volvió a aparecer el mismo mensaje que en las pantallas de los maletines.

Viendo que no iba sacar nada más en claro de aquella ¿tablet?, decidió darle al botón de nuevo, haciendo que el aparato volviese a plegarse, y lo dejó donde se lo encontró, saliendo después de la cabaña. Sin ser todavía plenamente consciente de lo que había encontrado, lo único que sacó en claro es que fuese quien fuese el dueño de todo aquello, no se encontraba allí. Notando el cansancio que recorría su cuerpo luego de la larga caminata, estaba a punto de decidirse a esperar en aquella cabaña a esperar a quien viviese allí. Sin embargo, al escuchar de cerca el suave murmullo de las olas del mar, decidió acercarse a la playa a ver si le encontraba, y en caso negativo, volver al claro y esperar.

Tras atravesar la parte restante del bosque, llegó a la punta contraria a la que despertó, y nada más mirar hacia su derecha, vislumbró una silueta humana justo al lado de la orilla.

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Bueno, hasta aquí el segundo capítulo. Se que he tardado en subirlo, pero lo cierto es que soy bastante crítico con lo que escribo, y hasta que no termina de convencerme una parte, no soy capaz de avanzar. De hecho, hay ciertas partes que no terminan de convencerme del todo, pero tampoco puede ser tan sumamente exigente si quiero seguir con esta novela. Eso, sumado a una pequeña falta de inspiración (y a que soy un poco bastante vago, no nos vamos a engañar xD), ha provocado la lentitud al subir el capítulo, así que pido perdón por tardar tanto, y espero no tardar tanto en subir la siguiente parte.

Por otro lado, quiero informaros de que ya tengo pensadas bastantes cosas del fanfic, y creo que, aunque quede mal que lo diga yo, creo que puede quedar bastante interesante, y que espero que lo disfrutéis, que es la principal razón por la que lo escribo 😊.

Y ahora sí, eso es todo. Se despide, el humilde escritor de esta novela.

Hidrokinesis | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora