LONELY PEOPLE

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La contempló por horas, reconociendo cómo la chica parecía venirse abajo. Ese anillo de compromiso que ahora bien podía ser de cartón, no dejaba de dar vueltas alrededor de su anular. Estaba perdida, conversaba con cualquiera que quisiera sostenerla en sus brazos y soportar sus penas.

Yoongi era el barman de aquel hotel. Uno bien refinado y de unas cuantas estrellas. Llevaba trabajando allí unos tres años y medio, por lo que podía asegurar que había visto a personas en peor estado que el de la castaña. Aún así, jamás experimentó la necesidad de acercarse, de hablar con ella. Sus dedos picaban por alcanzarla, tocarla, darle esa contención que sabía, necesitaba.

Entonces venía otro tipo y ordenaba un whisky. Y mientras lo hacía, le dirigía miradas lascivas a la más baja. No iba a echarle la culpa al mini vestido, al alisado perfecto, el maquillaje cargado por ser de noche, ni los tacones que parecían kilométricos, brindando una paisaje de sus piernas en el que deseaba perderse. Joder. El cansancio empezaba a calar hondo. Sacudió su cabeza y prefirió distraerse con el trabajo. El costado derecho, en el que ella permanecía, seguía perteneciéndole sólo a la fémina.

Creía que nadie se acercaba por falta de compasión, pero no podía darse cuenta ni admitir, que la razón por la cual los tíos y las tías pasaban de ella, era porque Yoongi clavaba una mirada frívola, casi asesina a todos allí. Como si los limitara a quedarse en su lona, lejos de donde se encontraba. Y claro, si el paliducho era en realidad un tipo fornido, que debajo de la camisa impecable, debía guardar un cuerpo trabajado. Cuando la única verdad era que se había visto forzado, en reiteradas ocasiones, a poner el pecho a las balas, peleándose con otros para defender su honor y el de su familia. Las cicatrices eran una muestra.

Pronto el bar tendría que cerrar sus puertas, pues amanecería y debían preparar el menú de desayuno, limpiar, airear y claro, eliminar toda prueba de que por allí se reunieron los alcohólicos.

---¿Señorita...?

---Kim. Jennie Kim. ---Sollozó mientras se presentaba ante el barman--- ¿Me va a echar de aquí?

---Lo siento, señorita Kim. Es que---

---Si ese infeliz no me hubiera sido infiel, ahora sería señora Kim. No señorita.

El tipo se quedó en silencio, apretando sus labios en una fina línea. En la puerta de entrada, su jefa, que señalaba su muñeca donde había un reloj. Claro, el tiempo se acortaba y debía hacer algo.

Enseguida salió de aquel encierro de la barra y se colocó al lado de la castaña. Joder, su perfume era dulcísimo. Ni siquiera olía a alcohol, todo lo que percibía, allí, más de cerca, era su atractiva presencia que ahora se nublaba por el dolor inminente.

Lo dudó, pero con cuidado apoyó su diestra en el brazo ajeno.

---Jennie ---dijo tomándose atribuciones---, realmente no deseo echarla. Ni mandarla a silenciar, pero debe entender que el bar está cerrado. Y si nos quedamos aquí más tiempo, estaremos en problemas.

Ella clavó sus ojos café en los del más alto. Le gustaba el rubio cabello del chico, esa mirada clara, pero intrigante. Dueño de manos grandes y un gesto serio, sintió su estómago blandito. No le recordaba en nada a su prometido. Ex prometido. Era gentil, aunque habían ciertas alertas en él que prometían mucho más.

---¿Cómo te llamas?

---¿Qué?

---Tu nombre. ¿Cuál es? ---Insistió Jennie.

lonely people +18 - myg + kjn ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora