Ojos de venado Capítulo I

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Son las 7:45 de la tarde. Está completamente oscuro. Sin duda el cambio de horario no me favorece.
Tengo alrededor de media hora esperando el autobús. Ya debería estar aquí.
Veo a mi alrededor. Mis compañeros de la carrera se amontonan en grupos mientras conversan y bromean para hacer la espera más amena.
Desgraciadamente, la sociabilidad no es mi mejor cualidad. Estoy solo, lejos del resto, pero no me siento rechazado, estoy bien.
Volteo a mi derecha. El profesor que organizó la excursión está desesperado.
Lo veo mirar el reloj que tiene en la muñeca una y otra vez.
Es tarde.
Reviso mi celular. 7:50 PM.
Al levantar la mirada, diviso una silueta a unos metros. Enfoco la vista y veo a Víctor haciéndome señas con la mano.
Al momento en que doy el primer paso para acercarme, un viento helado acaricia la piel de mi cuello, haciéndome estremecer.
—Tenías que ser tú el único ñoño que viene a las excursiones teniendo ganado el título—Víctor se dirige a mi de forma burlona.

—Realmente no tengo nada mejor que hacer con mi vida ¿sabes?

Lo noto incómodo. Probablemente acaba de recordar la situación por la que he estado pasando últimamente.
Lo más seguro es que sienta que hizo un comentario de mal gusto, a lo que quería decirle que realmente no me importaba. Pero creo que era una de esas situaciones en las que haces menos alboroto si evitas hablar de ello.

Finalmente llegó el autobús, cortando la creciente tensión que se había formado. Caminamos hacia él y, supongo que por cortesía suya, termino sentado junto a Víctor.
Pasamos la mayor parte del trayecto en silencio, en una notoria incomodidad.

—¿Cómo han estado las cosas?—dice finalmente, como intentando asegurarse de que siente empatía por mí.

—Normal, bueno, mejor que antes, digo, aún hay gritos en casa pero las cosas están mejor.

Justo cuando Víctor abre la boca para hacer un comentario, siento un tirón repentino que lanza mi cuerpo hacia el frente. Entre los gritos de sorpresa y el horroroso chillido de los neumáticos apenas me da tiempo a procesar que el camión ha frenado de golpe.

—¿Todos están bien?—el profesor exclamó preocupado mientras se levantaba del suelo. Donde yacía, ahora estaban los restos del cristal de sus anteojos.

Todos se levantan. Escuchó la voz de uno de mis compañeros al fondo.

—¡Dalia! ¡Tiene una herida en la cabeza!

La chica de bucles pelirrojos se levanta con dificultad, la sangre emanando de su frente, pero es completamente consciente.

—Vamos a detenernos aquí un momento.

Los alumnos comienzan a bajar del camión para que puedan tratar a Dalia.
Logro ver los comienzos del área boscosa, todo está completamente solitario, excepto por un ser que está parado a un lado de la carretera.
Enfoco la vista y logro ver su forma con claridad. Era un venado.

Me resultaba muy extraño que estuviera aquí. Se supone que estábamos en la zona de campamentos, no debería haber animales tan cerca.
Pero me resultaba más extraño la forma en que me veía.
Toda la gracia y la belleza del animal terminaba en una mirada que de alguna forma percibí hostil.
La expresión en su cara no era distinta a la de ningún otro venado, era sólo eso, una cara de venado.
Había algo en esas orbes negras que sentía que atravesaban mi ser.

Me convencí a mí mismo de que estaba imaginando cosas y decidí ignorarlo y seguir mi camino.

Me dirigí hacía donde Víctor me llamaba, y aún al darle la espalda al misterioso animal de antes, podía sentir su mirada en mí.

—¿Qué pasa, hombre?

—Vamos a acampar aquí de momento, Dokins piensa que es demasiado arriesgado ir en el camión tan tarde, así que iremos a las cabañas mañana al amanecer.

No me encontraba sorprendido por la decisión de mi profesor.
El señor Dokins era un hombre paranoico y ansioso. Cosa que rompía completamente con la primera impresión que tuvimos de él.

Darryl Dokins era un hombre joven y bastante atractivo. De cabello cenizo y ojos miel. Su mirada solía ser severa, manteniendo un aura de seriedad y seguridad total en sí mismo.
Una fachada que se derrumbó cuando conocimos el otro lado del señor Dokins, el que cargaba sus pastillas para la ansiedad para todos lados y era inseguro de sí mismo. Ansioso por sus alumnos, por el tiempo y por su vida.

—¿Preocupado?—levanto la vista y me encuentro con el señor Dokins.

—Si lo estuviera estaría haciendo su trabajo

El profesor se ríe y me alegro de aliviar su estrés aunque sea un poco.
Siempre me he llevado bien con él. Creo que ambos comprendemos que hemos pasado por lo mismo.

—Si no lo hago yo ¿quién lo hará?—responde de forma serena— Ya te lo habrá dicho Víctor pero será mejor que busquen un espacio para poner su tienda.

—¿Dalia...?

—Está bien, fue una herida superficial, por el momento estaremos al pendientes de ella.

—¿Sabe qué fue lo que pasó?

—Un animal, según el conductor, aunque no tenemos muy en claro de qué clase. Se supone que no debería haberlos por aquí, pero debe ser un venado o algo así.
Aún así quiero que pongan las tiendas cerca unas de otras.

En ese momento sudé frío, sin saber por qué.

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⏰ Last updated: Apr 26, 2020 ⏰

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Escritos de una pesadillaWhere stories live. Discover now