Parte 2

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Hay una serie de reglas que se adoptan tras tener en tu casa un felino de cuidado:

No dejar hilos o tiras, ni nada que el gato en cuestión pueda considerar como punto de diversión.

Cerrar armarios y de ser posibles echar llave, pues el gato aprende a abrir puertas y la ropa es su mejor almohada.

Darle mimos a tu gato cuando los busca y apreciar los rasguños que te da por la misma razón.


Pero quizá la regla más importante sea la de: No te enamores del minino...

Seré más claro, no quieras hacer cosas de adultos humanos con tu gato.

Bien, como se trató en mi caso de una maldición extraña, algún tipo de brujería desconocida para mí, pasé de tener un precioso gato blanco a un guapo chico de piel pálida.

Y sí, ya la situación se volvió distinta, es decir, deberían verlo y me entenderían cuando impongo esa última regla de no amor. Porque antes hay asuntos de los que ocuparse.
Al parecer, cuando Suga fue maldecido perdió parte de los recuerdos de su vida pero reconoce varios modos de vivir humanos que le permiten adaptarse a mi rutina.
Porque es así, cuando yo adopté aquel gatito indefenso en la calle accedí a hacerme cargo de él para protegerlo y cuidarlo. El que él se haya vuelto un humano de pronto no anula mi contrato. Lo complejiza, nada más.

Sucede como esas veces que entras en algún sitio web y presionas 'acepto' luego de supuestamente haber leído términos, condiciones y contratos. Honestamente, puedo estar cediendo parte de mis órganos y yo aceptaría sin pestañear porque uno no es consciente del riesgo de Internet. Riesgos también, vale agregar para prevenir a todos, la posibilidad de poder acceder a compras online que hacen de mis ahorros simples recuerdos.

Pero me estoy yendo un poco por las ramas.


—Suga, yah, tienes que poner de tu parte si quieres regresar a tu antigua vida—lo cierto es que mi compañero, mi roommate, no estaba de ánimos últimamente.

Los primeros días desde que volvió a su condición de humano se la pasó hablando y tarareando música como si quisiera reconciliarse con su propia voz y ya luego también atacó mi cocina y se hizo un festín que lo hizo sentirse mal por unas horas dado el exceso de su atracón. Admito que tampoco fui muy inteligente cuando le di su comida habitual, las croquetitas de atún antes siempre le habían encantado.


—Te he dicho que escribí pero ahora que estás tú no me siento cómodo para continuar—argumentó y cubrió con sus brazos el cuaderno que le di para que anotara cualquier recuerdo o pregunta que nos ayudara a descubrir su identidad.

Primero había surgido la opción de llevarlo a la policía y que autoridades capaces de rastrear información de personas desaparecidas y demás nos ayudaran en esta locura. Y sí, digo locura porque ¿Cómo llamarías tú a lo que yo he vivido?

—Entiendo que te sientas... —empecé a decir, dispuesto a reconfortar a mi bolita de azúcar, porque lo seguiría considerando así, pero él me mandó a callar con un gesto.

—No me vengas con esas frases que parecen sacadas de algún libro—me dijo el impertinente, tratando así a su pobre hyung, porque era obvio que era menor que yo, aunque no tanto, tal vez un año. ¿Contaban sus años gatunos? Eso no lo tuve en consideración antes pero ahora que lo traía a colación quizá era clave para desentrañar el misterio que...— ¿Jin? ¿Me estás escuchando?

Me preguntó entonces, al parecer suelo quedarme tildado cuando divago y esta no sería la primera vez que me pasa mientras lo observo. Él no se molesta, al contrario, hace lo que yo no quiero que haga porque pone en duda la última de mis reglas sobre el no amor y...

—Podría besarte, quizá el hechizo se termine de romper—me suelta mientras se pone de pie al ver que yo no respondía, y dado que es más bajo que yo, toma mi rostro y lo acerca peligrosamente al suyo— si eso no funciona al menos habré descubierto qué tan suaves son tus labios.

El minino de SeokJin [JinSu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora