Capitulo II

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Capítulo II

Lila, exaltada despertó sudando frio y con un fuerte dolor de cabeza.

<<Era otra pesadilla, la misma pesadilla de siempre pero más real.>> Pensó

Era la misma pesadilla del acontecimiento más traumático que ella había vivido y el más fuerte que había pasado en el Clan de las Brujas del Norte. Ella ya no era la misma y aunque las marcas de los colmillos no estuvieran en su cuello el dolor de perder su familia duraría más que eso

Ahora Lila vivía en el castillo del Rey de los vampiros, ya que el mismísimo Rey la había encontrado en el bosque de caza de su territorio y se sintió incapaz de dejarla a su suerte.

La rescató, la llevó a su hogar y escuchó su historia.

Ella se volvió una empleada de servicio junto con otras jóvenes reclutadas para la labor y además de eso se volvió la niñera personal de la joven princesa del Clan.

Se podría decir que los primeros días fueron muy traumáticos para ella puesto que tenía que convivir con muchos vampiros y era difícil dormir cuando se tienen constantes pesadillas, pero después de un tiempo ella se volvió parte de la familia y poco a poco iba llenando esa parte de ella que estaba incompleta, se sentía de nuevo en casa, no era la misma ni tampoco era el remplazo de la verdadera pero el consuelo y la protección que le brindaban la hacía sentirse segura

De un momento a otro se acostumbró al silencio de las habitaciones frías y a admirar con anhelo a la luna por las noches, a usar el mismo uniforme todos los días y usar ropa normal los fines de semana, a cuidar a la pequeña princesa en sus aventuras y en las fiestas de té. Se acostumbró a cocinar todos los días que de todo lo que hacía era lo que más le gustaba pues le traía buenos recuerdos de su niñez.

De la magia no se podía decir mucho, desde que llegó al castillo se memorizó cada uno de los hechizos del libro de su abuela, una de las pocas reliquias que se había llevado de su antiguo hogar. En el castillo no utilizaba magia, ni siquiera para agilizar las labores domesticas que se le planteaban, pero simplemente no la usaba para mantenerse ocupada y no pensar.

Mirándose al espejo pudo apreciar sus grandes orejas debajo de sus ojos y su cabello grisáceo hecho un desastre e hizo una gran mueca de desaprobación al ver su deplorable aspecto.

—Pareciera que no he dormido en toda la noche.— Le hablaba a su reflejo.

Bostezó unas cuantas veces y se metió a la ducha para así comenzar con su rutina matutina. Agarro su jabón y empezó a hacer espuma y a restregárselo por todo su cuerpo; masajeó con los dedos su cuero cabelludo tratando de bajar un poco la tensión de hace unos minutos.

Después de que ella se sintiera completamente limpia salió del baño envuelta en una toalla blanca.

Se sentó frente al espejo nuevamente y con mucha delicadeza peinó su cabello dejándolo liso y suelto. Por último se colocó su uniforme que consistía en una camisa blanca, una falda negra dos dedos encima de las rodillas y unas zapatillas del mismo color.

Se escucharon unos suaves golpes detrás de su puerta y Lila fue hacia ella y la abrió con una sonrisa.

Al otro lado se encontraba nada más ni nada menos que la princesa del castillo, la pequeña Sara, una risueña de cabellos dorados como el sol y ojos azules como el cielo, con un gran corazón lleno de sentimientos hermosos y puros. Sara era su confidente, esa pequeña niña de solo nueve años de edad era la guarda secretos de Lila, eran mejores amigas, eran familia.

—Lila te tengo que presentar a alguien.— Dijo la pequeña muy animada aferrándose a las manos de su amiga, la cual estaba confundida ante inesperada presentación.

Magia enlazada con sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora