Prólogo

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Ese día era un nuevo comienzo, Kristel llevaba su capucha roja y el gorrito que le tejió su madre, sus guantes la mantenían caliente, Tanner no había dejado de mirar hacia la ventana desde que se subieron al bus, nunca había visto que a las afueras de la ciudad fuera tan calmado, de echo, lo único más cercano que conocía era la vieja casa en la que vivió de niño, que estaba a las orillas de la ciudad y rodeada de pocas tiendas.

Tanner sonrió de medio lado mientras abría la ventana y cerraba sus ojos para sentir la brisa pegando en su rostro.

—¡Me despertaste! — suspriró Kristel, señalando la ventana dando de entender que había sido el ruido de ésta al moverla.

Tanner la miró curioso, apretó los labios y se volteó otra vez hacia la ventana.

—Tienes un moco en la nariz— musitó, Kristel abrió sus ojos como dos bellotas y se levantó asustada, con la cara totalmente roja, caminó a paso acelerado hacia el baño y se topó con una niña delante de ella.

—Niña, si me dejas pasar te doy un confite— indicó la bolsa que llevaba de golosinas en su bolsa.

—¡Mamá mamá esta señora me está molestando!— soltó la niña con un fuerte chillido, Tanner se llevó la mano a la boca y una risa burlona comenzó a formarse en su rostro

—¡No soy una señora! — rechiñó Kristel con la mandíbula apretada, se devolvió arrastrando los pies hacia su asiento mientras la seguían miradas curiosas por el show que había ocasionado.

—Esa niña me dijo señora— apretó los labios y se sentó de golpe

Tanner la miró burlón, sacó su celular, abrió la cámara y se lo puso a Kristel en la mano.

—¡Ten gatita!

El ya estaba acostumbrado a presenciar las escenas vergonzosas que pasaba diariamente Kristel, desde caerse de espaldas de una silla hasta ver como un perro la orinaba. No hay nada que a ella no le hubiera pasado ya, pensaba con ironía las vueltas que da la vida y el como el y ella llegaron a estar ahí si son agua y aceite, dos polos opuestos que por naturaleza no pueden estar juntos. Recordaba con ternura la primera vez que la vió, en cómo su inocencia fué y es lo que ama de ella.

—¡Gracias y deja de reírte! — musitó formando una trompa con sus labios mientras le entregaba el celular de vuelta.

Tanner la tomó entre sus brazos y le dió un fuerte abrazo, —No puedo evitarlo, siempre estás ronroneando— besó su frente y la acomodó en su pecho. Kristel suspiró rendida, sabía que el pelinegro siempre la llamaría así y aunque no se lo dijera, a ella le encantaba.

Afanada sacó su celular del bolso, tomó una bocanada de aire y suspiró.

—No me han escrito—confesó, con los ojos llorosos.

Hubo un silencio incómodo, Tanner se sentía culpable, sabía que le hacía mal a ella, pero el necesitaba una droga, y ella era su único antídoto.

—Dales tiempo, si son tus amigas volverán, sino dejalas ir, recuerda el cristal que te enseñé, no todos miran igual a través de el.

No es AmorWhere stories live. Discover now