PRÓLOGO

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Todo el verano había sido igual,triste y deprimente,excepto cuando Cris venía de visita. Pero eso no cambiaba en absoluto el hecho de que,mirara por donde mirara,la veía por todas partes:en el sofá,en el jardín,en el restaurante chino que tanto le gustaba,incluso en la vieja tabla de surf. Al pensar de nuevo en ella,una lágrima corrió por mi mejilla. No entendía porque la vida se portaba tan mal conmigo,¿qué le había hecho yo para merecer semejante dolor?
-¡Anne,tenemos que irnos!-gritó mi padre desde el recibidor.
Bajé con las maletas en mis brazos y me dirige afuera para dejarlaa en el coche.
-¡Por fin! Pensaba que no bajarías nunca-me sonrió.
Subimos los dos al coche. Tras un largo viaje de tres horas,llegamos a casa. Una casa demasiado grande para dos personas,en mi opinión. Mi padre era el dueño de una de las empresas más poderosas de Europa,y vivíamos bastante bien. La mansión había sido mi hogar desde que nací,pero hacía mucho tiempo que había dejado de considerarla un hogar. Para ser exactos,desde hacía nueve meses.
Nada más entrar al amplio recibidor de la mansión,vi por milésima vez la foto encima de la cómoda. Cada vez que la veía sentía ganas de echarme a llorar. En la foto aparecían dos niñas pelirrojas de ocho y seis años que irradiaban felicidad. Nadie podría haber adivinado que once años más tarde, esa felicidad se iría,dejando como sustitutos al dolor y las lágrimas por culpa de un maldito cáncer.

Déjame llegar a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora