SEGUNDO CAPITULO.
La segunda vez que la vi fue cuando el cabello azabache se pegaba a mi frente y el frió sacudía mi cuerpo.
Las gotas chorreaban por mi rostro mientras esperaba tan solo un mísero café que parecía tardar años en ser hecho. Entonces la vi, con un moño mal amarrado y las manos ligeramente templadas, pero temblando, tanto de hecho, que cuando colocó el pocillo en la mesa volcó un tercio de la mísera cantidad que contenía. Clavó los ojos en los míos con una timidez que en algún momento noté que sería fingida, pero parecía sincera en ese entonces, y lo primero que me produjo fue lastima.
"No te preocupes" pude decirle con la voz entre cortada, porque su mera presencia bastaba para hacerme sentir como el ser más pequeño de la habitación y ella un nubarrón tan grande y hermoso que trepaba por mi cabeza. "Te traeré otro, lo lamento" dijo con su característica timidez, soltando un soplido que despegó un poco del pelo de mi frente, lo cual me pareció algo incorrecto para alguien que pedía espacio, pero que tardaría en reconocer que aquello había erizado mi piel.
La próxima vez volvió a colocar el café sin problemas, haciéndome una insinuación de que esperaba algún tipo de propina por tener que limpiar el enchastre de agua y barro que yo estaba haciendo, del cual no había notado nada hasta que mis mejillas se sonrojaron. Entonces me sonrió abiertamente y se marchó de allí, sin volver a salir por esa puerta trasera de la cocina.
La esperé mucho durante ese tiempo, inclusive tantas horas que gaste hasta el ultimo dinero que tenía en comprar ese café feo que hacían, sin poder entender mi comportamiento irracional. Sin ser capaz de comprender por qué me quedé esperando que venga a limpiar el piso, acaso quería sentirme de nuevo tan miserable. Lo comprobé cuando quise salir del local y tomé mi tapado, donde la lluvia comenzó a caer tan fuerte e irracional como yo. No podía entender como alguien era capaz de tener tanta mala suerte, quería meterme debajo de ese caudal y que la lluvia se convirtiera en ácido que me desgarrara la piel y desintegrara.
Yo también solía molestarme mucho. Sin embargo, trepé hasta los confines de mi oscuridad para no terminar de deshacerme de mí ese día, porque a veces recordar mi peor parte era lo que me mantenía completamente vivo.
Entonces parecía ser que el suelo tembló y los rayos se entrelazaron sobre mi cabeza como una gran red de luz que cegaba la vista, que era capaz de desgarrar la vista a cualquiera, que dejaba en pausa el mundo por un momento como si se tratase del flash de una fotografía, devolviéndole a la oscuridad una luz tétrica que generaba una imagen incorrecta de todo lo que se veía, volviéndolo más feo y frió de lo que de por sí ya era. Como a ella, que cuando la vi caminar hacia mí no me pareció fea, pero si fría, y temblaba, y rozó su brazo con el mío mientras observaba el tapado en mi mano casi con la manga rozando el inundado-sucio piso, aun sin preguntarme por qué no me lo había puesto. Más tarde descubriría eso de ella, más tarde adoraría que no preguntara cosas, que no me juzgara por pensar tanto en ella que era incapaz de colocarme el abrigo encima. Eso era por lo mucho que le gustaba provocar lagunas.
Ese mismísimo día me pidió un taxi y me dijo "alguien ha limpiado el desastre por mí, es una pena que no lo haya hecho yo" pero no pude entender que quiso decirme con eso. Nunca podía entender que quería decirme y me hacía sentir el ser humano más estúpido del planeta, aun así, me molestara decir palabrotas no podía evitar decir "estúpido, estúpido, estúpido humano". Es verdad, nunca sabía cómo tratarla, ni que responderle, ni como sobrellevarla. A veces solo a veces, quería decirle que era más hermosa que extraña. A veces que era ambas, a veces que era la más incomprensible del mundo. Pero que quería comprenderla. Cuando se subió conmigo al taxi colocó su cabeza contra la ventana y no pregunté por qué se había subido, supuse que quizás se bajaría en su casa luego de dejarme a mí, como si existiese la necesidad de cuidar a alguien. Sin embargo, ninguno de nosotros éramos niños.
Ambos parados frente al umbral de mi portón, empapados con la lluvia. "¿Qué harás?" pregunté con la cabeza gacha, incapaz de mirarla a los ojos. No me respondió, solo espero a que levantara el mentón y me miró a los ojos con una tristeza desdichada, una tristeza que sabría luego que era falsa porque una de las cosas que entendí de ella es que amaba parecer lastimosa para obtener aquello que quería.
"No tengo donde ir" respondió mientras creí imaginar como algunas lágrimas se mezclaban entre el caudal de lluvia que nos atropellaba fuertemente.
Lo siguiente que recuerdo fue estar entregándole una toalla blanca donde luego me dejaría retazos de máscara de pestañas, como el recuerdo de todos los elementos de mi vida que volvió suyos de una manera u otra. Sin embargo, las imágenes de sus ojos desbordados en color rojizo no se separaban de mi cabeza, y se repetían como una diapositiva incesante e insoportable. Como si fuese lo único que no podía salir de mi cabeza, lo único que podía producirme pesadillas, porque verla llorar así fue sin duda lo más desgarrador que he podido sentir hasta ese segundo día que la vi, cuando las pesadillas se volvieron realidades de las que uno no puede escapar.
Esa noche, cuando le dejé uno de los cuartos, me fue muy difícil saber que estábamos compartiendo el mismo hogar y sus sollozos agobiantes se apropiaban de todos los rincones del departamento. Mis mejillas se sonrojaron cuando la vergüenza e incomodidad se volvió propia de mí, al saber que tenía a una persona sin hogar llorando en una habitación y ni siquiera sabía cuál era su nombre.
No pude cerrar los ojos en toda la noche, mi cuerpo se movió inquietamente de un lado a otro como un niño que se ha hecho pis encima, lo único que fui capaz de hacer fue en pesar. Pensar en lo mucho que odiaba ver a las personas tristes, rotas.
Estar roto siempre es sinónimo de ser peligroso, y tuve que acariciar mis pantalones de jean para calmarme al respecto, porque sabía que ella no era confiable.
Fue entonces que prometí, hacer algo para que no vuelva a escapar.
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PESADILLAS
Short StoryDos personas y un terrible destino, quizás las respuestas estén en sus sueños. Hay personas que suelen tener pesadillas. Otras que lo son.