cap. 5 La jugada Maestra

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Varios dias después

Trabajar el día de noche buena, desanimaba a cualquiera pero lo consolaba saber que al menos vería a Camila en ese día tan especial. Por suerte caía en viernes por lo que no se verían durante dos días tan solo por el fin de semana y no por cualquier otro factor.

Camila era maravillosa. Cuanto más la conocía, más convencida estaba de que era la mujer de su vida. Si en ese momento pudiera, la secuestraría, la montaría a un avión hacia Alemania y comenzarían desde cero allí. La idea cada vez le sonaba más y más atractiva pero no estaba seguro de que la castaña se dejara secuestrar. Además, estaba siendo con ella tan sincero como hipócrita. ¿Qué pensaría si supiera quién era él realmente?

Desde aquel día en que tomaron chocolate juntos en la cafetería, aquel fatídico y al mismo tiempo fantástico lunes, se había convertido en una tradición para ellos dos el ir a tomar chocolate. Al mediodía comían juntos en la cafetería del edificio y Camila solía traerle su propia comida casera. Después de disfrutar de aquellas delicias para el pelinegro, salían del edificio y se dirigían hacia la chocolatería. Siempre se sentaban en el mismo rincón apartado con una pequeña ventana cubierta por cortinas llenas de encajes. Camila se sentaba de espaldas a la pared y el pelinegro de espaladas a la puerta y al resto del local. Los dos pedían su taza de chocolate, un día invitaba uno y otro la otra, y se enfrascaban en su conversación. Aquel sitio era especial. Hablaban de cosas tan íntimas y tan profundas que salía de allí con el corazón en la garganta pugnando por salir. Camila confiaba en él y odiaría tener que romper esa confianza.

También había descubierto muchas cosas sobre Tom y su relación con Camila. Al parecer Tom la ninguneaba como a otras tantas mujeres pero la había aceptado como esposa por su posición social y por su padre. Hombre, ella no se lo había contado de esa manera, pero para Lorenzo había quedado bien patente por las cosas que le contaba. Tom sólo tenía una fotografía de Camila en su casa y era porque la castaña prácticamente lo obligó a tenerla si quería que creyese que en verdad la amaba.

Tom le pidió matrimonio bajo presión del padre, que al no ver estabilidad en la relación quiso poner fecha. Salía poco más que un par de veces a la semana con ella y le debía costar muchísimo ir a recogerla a su casa para llevarla al trabajo. Lorenzo lo haría encantado, pero no tenía su dirección y cuando se lo propuso, Camila se puso nerviosa así que no la presionó. Por si todo eso fuera poco, Tom era cruel con ella.

Camila le había contado lo que para ella eran anécdotas que le pondrían la piel de gallina a cualquiera. ¿Qué clase de prometido se burlaba de su novia claustrofóbica y le hacía toda clase de jugarretas para que le dieran ataques de ansiedad? Se había planteado dejar de lado los viejos rencores y concentrarse sólo en Camila, pero Tom se merecía que lo dejara en la calle, tal y como hizo con él .

Se metió las manos en los bolsillos y justo cuando iba a entrar por la puerta del edificio, vio a Camila salir de su taxi. Llevaba un abrigo blanco que nunca antes le había visto y un gorrito de Papa Noé que le sacó una sonrisa. ¿Cómo se podía ser tan enérgica y tan jovial? Camila era la alegría de la oficina. Todos los empleados la adoraban y ella se preocupaba por todos ellos. Si preguntaba por los resfriados de las hijas de las mujeres de la limpieza.

- ¿Santa Claus se ha adelantado este año? Pregunto con una sonrisa

- Si vas a burlarte de mí, no pienso entrar por esa puerta , Michael! . Respondio la castaña.

Sin embargo, al pasar junto a él le sonrió tal y como hacía cada mañana desde que se conocieron. Él  le abrió la puerta tan gentilmente como el primer día, pero Camila tropezó y tuvo que ser rápido para evitar que cayera.

El Pordiosero y Su ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora