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El reloj marcaba las 8 en punto de la mañana y ella abría los ojos lentamente. Tomó su reloj de muñeca lentamente y lo miró, lo que le faltaba, estaba retrasada.

—Mierda.

Se levantó de la cama rápidamente. Hizo todo su recorrido por el baño y el ropero de la manera más rápida posible, y tomó sus portafolios antes de mirarse por última vez al espejo y verificar que su cabello estuviera bien peinado y todo en su lugar. Salió corriendo a toda velocidad del edificio donde vivía y comenzó a correr por las calles. Llegó a la cafetería y miró la gran fila que había para hacer un pedido, no tenía tiempo de hacerlo.

—¡Mina, hola!

Alzó su vista y miró a la joven detrás del mostrador que sonreía grandemente. Avanzó entre las personas que se le quedaron mirando de mala forma y llegó hasta el mostrador donde la chica seguía sonriendo.

—Aquí tienes, dos lattes.

—Acabas de salvar mi vida, literalmente. Gracias.

Mina la miró mientras suspiraba y la chica del café sólo sonreía mientras le observaba, casi embobada.

Tomó ambos cafés y salió corriendo nuevamente. Poco le importó correr entre los autos y cruzar la calle con luz roja, debía llegar puntual. De no ser porque su jefa era tan puntual, no correría, pero conociéndola, si llegaba un minuto tarde o sin su latte seguramente sería despedida, y lo que menos necesitaba en estos momentos era quedar sin trabajo.

Entró corriendo al edificio y apenas vio el elevador abrirse casi saltó para alcanzar a entrar antes que se cerrara, golpeando a varias personas que ahí se encontraban. Se disculpó y marcó el piso al que debía ir, intentó respirar calmadamente para no llegar agitada. Salió con la cabeza en alto y entró en el piso, mientras caminaba la secretaria de la entrada le miró y luego sonrió.

—Casi no llegas.

—Tuve una mañana horrible.

Le miró y luego suspiró. Cuando se volteó para seguir su camino, terminó chocando contra alguien. Uno de los cafés se derramó por completo en su camisa y terminó por retroceder mientras gruñía.

—O-oh... lo siento...

—¡¿Qué hiciste?!

Miró a la chica con enojo y luego intentó seguir su camino mientras negaba con la cabeza una y otra vez. Dejó el café que quedaba encima del escritorio y se quitó la chaqueta mientras caminaba directamente hasta Jihyo, su compañera de trabajo quien estaba muy tranquila haciendo unos papeleos en su computadora.

—Quítate tu camisa.

—¿Es en serio? —Ella se giró y miró a Mina, quien estaba empapada de café. Mina la miró y luego alzó una ceja. —Bromeas.

—Te regalo dos entradas para el partido de béisbol el martes, quiero tu camisa. Te doy cinco segundos... 1, 2, 3, 4-

—Hecho.

Apenas se puso la camisa se miró al espejo. Por lo menos ahora no tenía la gran mancha de café. Miró su reloj y luego tomó el café en su mano para ponerse de pie al lado de la puerta de la oficina.

—Buenos días, Jefa —Mina saludó al verla entrar, venía tecleando en su celular lo que parecía ser algo importante. Ella ni siquiera la volvió a ver y solo recibió el café mientras entraba. —Tienes una teleconferencia en 30 minutos.

Nayeon no le prestó atención, pasó de largo como si le ignorara.

Nayeon era demasiado responsable, perfeccionista y exigente. Era llamada "demonio" por todo el departamento de editores, nadie se metía con ella, ni siquiera había que cruzarse por su camino si no querían problemas.

La propuesta - MINAYEONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora