efímera felicidad

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El viento acaricia tu rostro, moviendo tus castaños cabellos con suavidad, golpeando tu etéreo rostro; tus ojos se cierran por inercia.
Una vez los abres, me sonríes con dulzura mientras bajas el ritmo de tu caminar. Y justo en ese momento, escucho cómo mi corazón baila armoniosamente ante tal imagen que me brindas, a mí; solo a mí, dulce imagen que disfruto admirar y memorizar para nunca perderla.

Caminamos sobre el césped que de a poco iba tornándose café. Decidimos detener la caminata bajo un gran árbol amarillento, y tendimos el mantel de cuadros que llevábamos. Dejaste aquella canasta llena de comida chatarra y te sentaste. Me hiciste señas para que me sentara también y no replique.

— Es realmente bello este lugar ¿no crees?—preguntaste sacando un par de hamburguesas—, me alegra estar en la tranquilidad, tal y como pensé, estaría solo un miércoles por la tarde.

— Sí, es muy bello—, atiné a decir mirando a una pareja que descansaba a unos metros de nosotros.

—Yoongi-ah, me gustaría que me respondieras un poquito más.

— Lo siento, ya sabes cómo soy.

— Sí, lo sé, pero me gustaría que cambiaras conmigo—. Susurraste dedicándome de esas sonrisas que me hacían temblar.

—Bueno—, empecé mientras desenvolvía la hamburguesa— ¿qué es eso de lo que querías hablarme? no creo que me hayas invitado solo porque sí.

—Eres realmente cruel, Min Yoongi.

Mi nombre se escucha muy bien viniendo de tus labios, me recuerda a la suave melodía del piano que descansa en mi salón.

—¿Y? ¿lograste entrar a la Academia de Baile?—pregunté dándole una mordida a la hamburguesa.

—Lo hice—, sonreíste con orgullo— y hay algo más de lo que quiero hablarte, pero eso será más tarde; es importante para mí.

—Vaya, sí que eres dramático.

—¡Eso no es ser dramático!—replicaste frunciendo el ceño— Como sea, ¿qué tal te fue a ti en el concurso?

—Wow, lo recordaste—. Pude ver tu expresión de fastidio y me limité a sonreír, murmuraste algo y le diste una gran mordida a tu comida.— Me fue bien, primer puesto, pase a la final.

—¡Eso está de maravilla!

Tus ojos se achicaron y tus labios se alzaron dejando ver tus dientes. Odio que reacciones así por mis logros. Porque me das una razón más para amarte profundamente. Tal vez si fueras un poco más parecido a mis padres; que no están de acuerdo en ese sueño que tengo. Tal vez si fueras más como los demás de la Academia, que les da igual lo que uno haga con su vida; solo tal vez no te amaría tanto como lo hago. Pero solo queda en un tal vez porque; el que reacciones así por lo que he logrado, es solo una pequeña razón para amarte.

Eres Jung Hoseok y cada día me demuestras acciones simples que logran atacar mi corazón de muchas maneras, logrando así enamorarme de ti cada vez más.

—Supongo que es genial —, dije restándole importancia.

—¿Cómo puedes decirlo así, Yoongi? ¡Pasaste a la final!

—Pasé a la final, aún no sé si la ganaré.

—Con esa actitud ten por seguro que no lo harás—. Frunciste tus labios.

Seguimos hablando animadamente sobre algunas cosas cotidianas, mientras que poco a poco la comida iba desapareciendo. Sonrisas, lágrimas, risas hasta que la respiración haga falta, enojos a modo de burla y golpes. De eso se trataba nuestra tarde, de dos adolescentes divirtiéndose solos. Dos adolescentes olvidándose de la tarea que dejó el profesor de álgebra.

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