¿Cap?

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[La mentira, parte 1/2]

Tony Stark es un genio, eso es indiscutible, negarlo sería una tontería, pero eso no es lo mejor de todo, lo mejor de todo son esos grandes ojos cafés que me roban el sueño todas las noches desde hace más de cuatro años que ando infiltrado en el laboratorio donde él trabaja desde hace seis años, a pesar de sólo tener 17 años, Tony trabaja en los laboratorios de su familia, es investigador además de otros talentos como la ingeniería, él creó la primera y única Inteligencia Artificial, ser su amigo fue un reto, pero conseguir ser su novio fue misión casi imposible.

Soy Steven Grant Rogers, trabajo para la organización criminal más grande de todos los tiempos, HYDRA. Tengo 19 años y soy el Capitán, supongamos que tengo esa edad, la verdad es que me encanta decir que tengo dicha edad, mi edad real son 25 años pero debido al suero de súper soldado me sigo viendo de 19. Soy un asesino de HYDRA y mi misión al inicio fue infiltrarme y robar información, actualmente es secuestrar a Tony.

Tony y yo a pesar de tener ya casi un año de noviazgo no hemos tenido muchos avances, entiéndase como que aún no hemos tenido sexo, y no es que no quiera sino que Tony no se siente listo.

Está bien, no es que no me pueda satisfacer en otra persona. No me mal entiendan, Tony es todo lo que deseo pero no lo puedo presionar por la misión.

El motivo por el que no puedo secuestrarlo en estos momentos es porque su IA siempre está con él debido al reloj que siempre porta en su muñeca, necesito deshacerme de ese reloj pero si lo hago a la fuerza se activarán las alarmas y todos sabrán que yo fui.

Tony y yo nos vamos a ver hoy, vamos a ir a cenar, de hecho, estoy yendo para su casa.

Después de unos minutos en mi auto toqué el timbre. Y lo vi, tan hermoso en su traje, tan perfecto como sólo él puede ser.

—Hoy estás más perfecto de lo normal, Tony.

—Steve, gracias, tú también te ves bien.— respondió con su tono coqueto de siempre.

—Por favor.— le dije y coloqué mi mano para que él la tomará y así irnos.

—Tan caballeroso como siempre.—respondió con su tono burlón.

Luego de manejar media hora, llegamos a SHIELD, su restaurante favorito, nos atendió el mesero de siempre y Tony me habló de su día, de los avances de su proyecto de nanotecnología, me dijo en qué consistía y yo guardaba silencio y lo escuchaba.

—Steve, ¿por qué si llevamos 11 meses aún no hemos tenido nuestra primera vez?— preguntó de golpe y casi escupo mi bebida por la nariz de la impresión.

—Creí que no querías, que necesitabas tu tiempo, eso me lo dijiste.

—O sea, sí, pero eso fue hace 7 meses, Steve.

—Si quieres podríamos...— insinué, él sonrió y casi sale corriendo, le dije a nuestro mesero que lo cargara a la cuenta de siempre y fui tras mi castaño.

—No hay marcha atrás, Tony.

—Quiero el universo contigo, Steve.

Luego de conducir como loco por las calles de Manhattan, Tony y yo llegamos a un hotel de lujo, no podía esperar más tiempo.

Una vez que pagué la habitación, tomé a Tony y lo arrastré a la habitación, una vez adentro Tony me confirmó con su mirada que deseaba esto igual que yo.

—Tony, no es por nada pero... apaga tu reloj, no quiero que Jarvis nos grabe o nos vigile mientras te hago mío.

Tony sólo rió y se quitó el reloj, lo apagó y se sentó en la cama, invitándome, incitándome a acercarme.

Lo recosté en la cama y comencé a besarlo, nuestras bocas juntas emitían sonidos de desesperación, tanto tiempo y al fin será mío. Comencé a besarlo en el cuello e iba bajando cada vez más, quité su saco, camisa y corbata con anhelo de sentir su piel, acaricié cada centímetro y lo marqué innumerables veces en el pecho, lo hice mío como sino hubiera mañana, le repetí incontables veces lo mucho que lo amaba.
Lo preparé con paciencia a pesar de no llevar lubricante, lo hice gemir mi nombre más veces de las que podría contar.

Primero un dedo, luego dos, lo estiré y repartí caricias por todo su cuerpo, un tercer dedo llegó y luego lo tranquilicé al entrar en él porque era su primera vez con un hombre. Me pidió parar pero no lo hice, sólo pude hacerlo más lento porque mi juicio se nubló de tanto placer. Me apretaba de una forma exquisita, lo llenaba de forma profunda y rápida, me rogó que no me detuviera y sus órdenes fueron mi ley, mi elixir. Lo penetré hasta que lloró de placer. Lo castigué por ser tan coqueto con su colega Stephen Strange. Dejé mi marca en él y fue completamente mío.

Y así como vino la magia, se fue.

Porque tenía órdenes y tenía que cumplirlas, así que mientras Tony dormía, le inyecté un sedante para que no despertara en unas horas y al fin, completé mi misión, cinco horas después Tony despertó en un lugar que no conocía, en una habitación que no reconocía. Y de pronto todo se quebró como el más fino de los cristales.

Lo vi en sus ojos, vi su confusión, su incertidumbre y miedo al verme con el uniforme de HYDRA.

—¿...Steve?

La mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora