Del sueño a lo real.

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Carlos soñaba con un lago, era el primer sueño que duraba tanto y parecía tan real en su vida, tenía 28 años para tener su principal sueño bien definido. En su sueño el lago dividía su camino que recorría en un bosque de troncos de una altura enorme y un diámetro pequeño. No sentía alguna extrañeza de donde se encontraba, su respiración era fuerte y contundente, sus pasos lentos y preciosos y su mente estaba fuera de cualquier prejuicio, sus ojos eran la única parte de su cuerpo que no se veían calmados,  pues la pupila se movía con inquietud en el aérea que se le permitía en el glóbulo ocular. Cuando su camino se vio detenido más no obstaculizado por el río, sus ojos se centraron en el lago viendo siluetas blancas delgadas que se esparcían continuamente en el lago, se arrodilló en la orilla del río que estaba limitada por rocas húmedas y un pasto bastante cálido. Sus ojos parecían navegar junto esas siluetas blancas. Pronto, como cualquier caso de fascinación ante lo visto, y como si fuera el paso siguiente de descubrir aquello que es desconocido para nuestra vista, su mano de acercó a la corriente tranquila del río. Sin embargo al rozar su mano con el río, se volcó un ruido espantosamente de gritos y delirios de mujeres emanando del otro lado del río. Los árboles se movían frenéticamente sin temer su caída y muerte de ellos mismos, ni siquiera se podía sentir alguna corriente de aire tan descomunal como para mover así los árboles a su alrededor.  Las coléricas voces que emanaba del otro lado parecía ser suficiente para su movimiento de los árboles o tal vez era un movimiento causado por los propios árboles. Con una cara de perplejidad más que de horror, Carlos tratando de alejarse despacio de aquel evento se tropezó hacia atrás, cayendo de espaldas y una mirada tratando de focalizar de donde provenían esos aullidos, notaba que los vellos de su nuca se erizaban, que sus manos se penetraban en la tierra que estaba en el suelo y sus pies torpemente trataban de levantarse. Cuando la situación parecía más frenética pues el aullido que emanaba de  gargantas femeninas del otro lado, comenzó a aumentar, azotando más los árboles, el río parecía al contrario a todo el furor a su alrededor, permanecía estático, no le importó tener prejuicios del porque la neutralidad del río, pudo levantarse con estupidez y al tornar su mirada al contrario de esos aullidos para emprender una huida, su perplejidad se minimizó como un golpe naciendo a su vez una infelicidad puramente encerrada. Su madre estaba de frente y le miraba con tristeza, la cólera de los árboles cesó y el aullido callo. Sus labios de su joven madre se abrieron para pronunciar las palabras que pronto se quedarán  incrustados en su memoria- ¿Donde fuiste?, ¿Donde nos dejaste?, Nuestros cuerpos los dejaste en una tierra que nos aprieta el alma del cuerpo y no nos dejan salir, ahora, mírame y dime qué aún me recuerdas- Su piel de la cara comenzó a caerse y hormigas rojas y carnívoras comenzaron a comer de su cara emanando de su interior del cráneo. El horror invadió su corazón, la incertidumbre que  aún no acababa comenzó a aumentar pues el aullido regreso con la cólera de los árboles. Y en medio del aullido reconoció la voz de su padre que le hizo voltear donde se encontraba el lago." Aún tienes tiempo Carlos, no te olvides de nosotros". Mientras le dijo eso, su padre fue hundiéndose en la tierra. Carlos despertó. No fue un salto de cama ni mucho menos un sudor por todo su cuerpo. Su mirada se clavó en el techo de su habitación. Nunca soñó nada parecido, normalmente eran sueños rápidos y concisos sobre la vida diurna de la ciudad. Carlos estaba despierto, Carlos estaba despierto y parecía seguir soñando.

Recuerdo De Un Pueblo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora