Arthit movió su hombro por tercera vez en los últimos cinco minutos. La música de su cantante favorito, un novato a quien pocos conocían y del que se sentía orgulloso decir que fue su admirador desde el comienzo, sonando hasta el máximo volumen en sus auriculares.
Eran comienzos de julio, el calor infernal de la ciudad hacia que las personas dentro del autobús en donde iba apestaran. Además de hacerlo sentir de mal humor.
Arthit volvió a mover su hombro, esta vez por cuarta ocasión. El chico a su lado dio un espasmo repentino, recomponiéndose, igual a la primera vez que se lo quitó de su hombro. Sin disculparse, sin voltear a ver a quien había estado molestando por todo el camino. Pero Arthit logró su cometido, se lo quitó de encima. Al menos por el momento.
Había cosas más importantes que discutir en su cabeza que el hecho de lidiar con un chico adormilado aferrándose a su hombro, Arthit lo sabía. Y eso era lo peor.
Sus manos se aferraron a su celular, el rostro de Kongpob en la imagen de la canción sonando en sus oídos inundando su cabeza, y liberando sus pensamientos. Iba a conocerlo, eso era todo lo que importaba.
No pensaría en el accidente con su superior en la universidad.
No se preocuparía por sus conservadores padres.
Esas serian sus pequeñas vacaciones. Unas en donde no habría más dolor.
No al menos por ese fin de semana.
Arthit apretó los dientes con furia. Y con su paciencia infinita tocando fondo, dio un fuerte codazo al hombre a su lado, tan fuerte que el hombre soltó un gemido adolorido que hizo que la culpa llenara aquel vació que había dejado su anterior molestia.
—¡Lo siento! —fue lo primero que cruzó su mente, e inclinó la cabeza con respeto.
Arthit subió la vista hacia el chico a su lado. Era joven, más de lo que había intuido antes y con sólo verlo bastó para entender la razón de que este cabeceara tanto.
Tenía una ojeras terribles.
No sólo eso. Él se vea terrible.
—¿Estas bien? —preguntó Arthit, olvidándose momentáneamente del hecho de haberle dado un golpe terrible apenas unos segundos atrás—¿Necesitas ir a un hospital?
—¡No, no! Estoy bien. —respondió alarmado.
Arthit abrió la boca para insistir, pero algo le hizo retroceder. El chico estaba sobándose su costado y haciéndose a un lado, tratando de crear un espacio entre ambos, como si eso fuera posible. Estaban en un autobús de mala muerte lleno de personas sudorosas, en un camino de cuatro horas hacia un destino poco popular. Ahí no había gente perfumada, o lindas colegialas que siempre olían bien.
El espacio apenas y podía considerarse personal. Estaban en una pequeña lata de sardina con ruedas.
—Oye, disculpa.
—¿Qué? —respondió el chico ojeroso. Arthit vio la confusión en su rostro, y se replanteó volver a ignorarlo, ¿por qué se estaba tomando tantas molestias?
Bien. La respuesta no era tan difícil.
El chico le daba un poco de lastima.
—Por el golpe—dijo con un tono bajo y apenado, dejando uno de sus oídos libres para escucharlo mejor. —No fue mi intención que fuera tan fuerte.
—Claro. —rechistó—Yo también voy por la vida golpeando a extraños. Ya sabes, un extraño habito.
Eso no fue amable.

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Toca mi cuerpo, siente mi corazón
Short Story[COMPLETA] Kongpob y Arthit piensan uno en el otro todos los días. No saben desde cuando. Ni la razón. Sobre todo, porque realmente no se conocen. ~~ -Esta es una historia corta (5 capítulos + epílogo)