Capítulo 3

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Recuerdos vergonzosos llegaron a la mente de Arthit cuando la suavidad del colchón tocó su espalda.

Su primera vez dando vueltas en su mente. La primera vez que trató de tener sexo con Nam. Esa que fue un completo desastre.

Pero esa vez estaba todo marchando diferente. Él no era el de arriba, no tenía el control, no estaba a cargo de nada.

Sólo disfrutar. Arthit necesitaba sentirlo, dejar que ese hombre que apenas conocía le hiciera descubrir lo mucho que le gustaba ser dominado. Y que aquello estaba bien.

Era sexo. Y el sexo era para eso. Disfrutar.

—Tengo un condón en mi bolsillo.

La lengua en su cuello hizo succión en su piel, algo que dejaría una marca. El recuerdo de lo que estaba a punto de pasar. Y Arthit quería ser también un recuerdo, algo que los uniera a los dos como una coincidencia graciosa, tener algo compartido con un extraño que viviría en su mente por el resto de su vida.

Así que Arthit se recostó sobre los codos alejando momentáneamente a Kongpob para deshacerse de su camiseta, quitándosela y pasándola sobre su cabeza. Insinuándole a Kongpob a que lo imitara. Algo que él no dudó en cumplir.

Kongpob dejó a la vista hambrienta de Arthit un pecho desnudo y plano. Tan distinto. Tan excitante.

Arthit se mordió los labios, atraído por el botón café a unos centímetros de él. Y con valentía se acercó hacia este para pasar su lengua sobre la superficie rugosa. Le sorprendió darse cuenta de que sabía delicioso. Como si el deseo tuviera sabor. Y el gemido que Kongpob dejó salir fue lo que su cerebro necesitaba para atreverse a dejar ese camino de chupetones que serían el recuerdo que Arthit le dejaría a Kongpob en su cuerpo. Un beso detrás otro hasta que Arthit llegó al final, con su meta cumplida y su trabajo realizado. Observó con ojos nublados de lujuria la piel enrojecida de Kongpob, quedando unos labios carnosos como lo único que faltaba por besar.

Pero Arthit no lo hizo aunque la distancia era minima y sus labios estaban rozándose. Él no abrió los ojos ni eliminó la excasa distancia porque estaba esperando, deseando, que Kongpob comenzara el beso.

Algo que nunca llegó, ya que al parecer, los planes de Kongpob eran distintos.

—¿Arrepentido?

—No—dijo Arthit con firmeza. Más de la que creyó ser capaz de tener.

No abrió los ojos. Sólo tal vez porque Arthit sabía que si lo hacía se pondría nervioso.

Su boca fue abierta por los dedos de Kongpob, introduciendo dos y haciendo presión en su lengua. Arthit de inmediato los chupó, para después lamberlos como una paleta. Sabía que su imagen debía ser sucia, lasciva. Y no le importaba.

—¿Seguro? —preguntó Kongpob. Arthit frunció el puente de la nariz.

Demasiadas preguntas.

—Bien.

Los dedos salieron, abandonaron su boca tan de repente que un quejido salió de su garganta y sus ojos se abrieron. Arthit vio el momento justo en que Kongpob se lambió los mismos dedos que habían estado en su boca y se acercó para cerrar el espacio entre sus labios. No supo sus planes hasta que la humedad tocó sus nalgas, y esos dedos comenzaron a sobar entremedio de ellas, centrándose en un punto en especial. Sin entrar, todo por encima. Tan desesperante.

—Acuéstate. —ordenó Kongpob, Arthit sólo pudo asentir.

Se sintió expuesto. Sus pantalones seguían ahi, aunque estuvieran a medio caer entre su trasero y sus muslos. No tenía camiseta y Arthit podía jurar que sus rodillas estaban temblando.

Toca mi cuerpo, siente mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora