Since I saw you

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--Vuelve, hija--dijo mi madre entre lágrimas.

Mi madre era una mujer guapa, en realidad muy, muy guapa. Su melena rubia le llegaba unos centímetros arriba de la cintura, era lacio y brillante. Su cuerpo era delgado y con una silueta muy linda gracias a todo el ejercicio que había realizado. Sus grandes ojos verdes inspiraban confianza y ternura al igual que su alegre sonrisa. Su rostro era fino y sin ninguna arruga, barro o cicatriz. Era, básicamente perfecta, hasta se podría confundir con mi hermana. El único defecto era que era igual a mi padre: codiciosa.

Mi padre igual era un hombre muy guapo. Su cuerpo tonificado hacia lucir cualquier traje que llevara, el cabello rubio siempre lo tenía peinado hacia arriba un poco al estilo de Zayn, el rostro era grueso pero lindo y sus ojos eran marrones al igual que los míos, su sonrisa era la más blanca que había podido apreciar en toda mi vida.

En realidad, toda mi familia era muy guapa. Primas, primos, sobrinos, sobrinos, tías, tíos hasta incluso abuelos y abuelas. Los ''Smith'' siempre tenían que ser los mejores en todo ¿Y por qué no? También físicamente. Yo era prácticamente...la oveja negra. Mi cabello castaño semi rubio me llegaba hasta la cintura y era una mezcla entre lacio y ondulado, mis ojos no tenían nada en especial: eran marrones y grandes y mi sonrisa...bueno, muy pocos había podido siquiera verla.

¿Algún Smith en especial? Sin duda Meredith. La persona que cualquiera quisiera ser así fuera hombre o mujer...

--No puedo, mamá--respondí asustada. Me encontraba en un escenario negro y sin salida--ellos me tienen y, quieren hacerme daño.

--Tranquila ¿recuerdas lo que siempre te dije?--dijo mientras se acercaba a mi.

--Nunca hay que perder la fe--dijimos al mismo tiempo.

Mi madre llegó al frente de mí y luego tomo mi collar mientras sonreía. Cuanto no hubiera dado por haberla visto sonreír así al menos un millón de veces con mi padre. Antes, hace demasiado tiempo, para mis padres solo existía el amor y el dinero no importaba realmente, pero después cuando sufrimos una gran pérdida todo cambió. A ellos solo les interesaba el dinero y trabajo. Yo ya no existía en sus vidas. Ellos tenían tanto dolo acumulado y al verme solo recordaban porque había ocurrido todo, así que poco a poco se fueron distanciando de mi: no llegaban a la casa, me enviaban a costosos viajes para no verme la cara, me ignoraban, etc.

Prácticamente yo era la causa de todo el dolor en esa familia.

Todo era mi culpa.

Hasta que un día, mis padres comprendieron todo y me regaló este dije tan significativo. Pero, en realidad, nada fue como antes.

Quisiéramos o no, ya nada sería igual.

--Lo lamento--dije con lagrimas. La culpa aun me comía por dentro, y la verdad, es que en realidad la mayor parte era mi culpa.

Y de repente, mamá se fue alejando poco a poco dejándome sola ahí: en el obscuro vacío.

--¡Mamá!--grité desesperada y comencé a correr hacia ella--¡Mamá, no me dejes!

Pero ella ya no estaba. Me había abandonado de nuevo.

--¿Isabella?--alguien familiar dijo a mis espaldas--¡Isabella despierta!

Y desperté.
                        *                                             *                                                *
--¡Mierda Harry!--grité al verlo tan cerca--¿Qué no viste que estaba durmiendo? ¡Me despertaste en el peor momento! Además, tu rostro no es lo primero que me gusta ver cuando despierto.

Secuestrada. ||H.S|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora