✔Capítulo 6

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Desde el punto de vista de Erice, la extraña criatura con la que mantenía una calurosa conversación, era bastante fastidiosa pero agradable. Hablaba solamente lo necesario, y era bastante agresiva, pero al mismo tiempo gentil.

Dios, ni él mismo comprendía sus cavilaciones.

A su parecer, esa humana –si es que lo era– era tonta al levantarse sabiendo que estaba lastimada, pues al hacerlo tuvo que curarla nuevamente al ver como corría la sangre por su herida.

La imagen dominante de ella no salía de su mente y su cuerpo estaba teniendo reacciones no deseadas.

"Nunca había conocido una hembra tan... imponente" pensó y sacudió su cabeza disimuladamente. Pensaba que debía haber seguido los consejos de su madre al recomendarle siempre desahogar sus necesidades naturales y así evitar caer en las garras de una hembra seductora.

Ciertamente Christyn no lo era, pero el aroma de la mencionada era el culpable de la afición del licántropo, muy lejos de la seducción.

La mente de Erice le estaba jugando unas desagradables bromas, ya que se preguntaba; "¿cómo será en el periodo de apareamiento" "Si ella y yo llegásemos a reproducirnos, "¿Quién sería el dominante?" Jamás se enfocaba en esos pensamientos carnales ni en la idea de enamorarse, mucho menos de una humana inútil, pues vivían poco tiempo y envejecían rápido además de ser débiles, pero se lo estaba cuestionando.

Estaba claro que la ojigris no era exactamente humana, y eso lo ponía dudoso.

Rogaba porque su mente dejase de fantasear. Desconocía que su fuerza de voluntad ante los impulsos instintivamente naturales era tan escasa.

De forma fugaz se preguntó a qué sabían los delgados labios de esa muchacha, como sería tener ese tipo de contacto con ella, empero ese pensamiento se desvaneció cuando ella evitaba todo tipo de acercamiento con él. Ni siquiera sus pláticas eran normales. Reñían en cada palabra.

Sin saber qué, sentía que algo lo mantenía ahí, pese a las riñas, sentía que su conversación mejoraba levemente. Debido a su desconfianza justificada hacia ella, su instinto no la sentía amenazante. Por un momento pensó en que ella era uno de los líderes de los otros estados, mas su comportamiento y aroma demostraban que no lo era.

Quizás había sido muy grosero, pero no podía evitarlo, era normal su inquietud. Encontrar un espécimen que se transformó en dos cosas totalmente diferentes para volver a ser un humano ordinario no era normal. Un humano ordinario no podía ver el mundo sobrenatural que existía lejos de la vista de la humanidad, tampoco olfatear de manera tan lobezna ni reaccionar como un chupasangre. Su lado dominante le exigió jugar un poco con ella y así satisfacer su necesidad masculina, a pesar de ser lo que se suponía que era. Sabía que su rostro lo había visto en algún lado y no recordaba dónde, aunque sentía familiar su belleza; recordándole a la monarquía de guerreros a los cuales llamaron celestiales por su extravagante primor y carácter.

Christyn se veía demasiado normal.

Su lado razonable le impidió hacer caso a dichos pensamientos carnales. Él era un líder respetable y honesto. Actuar como una bestia en estado de apareamiento solamente profanaba su impecable reputación.

Sentado cerca de ella, demostraba su desconfianza para asegurarse de que no mentía y mantener tranquila su paranoia.

Amenazó con golpearla. Él si estaba mintiendo. Nunca, ni con las hembras de su raza, mostraba agresión física.

Quería poseerla como a una linda muñeca de porcelana, tenerla en una vitrina, admirarla y que fuese solamente suya.

Luego de reprocharse por no escribir una historia a un tal Richard, el moreno observó como Christyn recogía sus cosas y buscaba más prendas para abrigarse. El licántropo supuso que ella se marcharía. Se colocó su mochila, sacudió su atuendo que consistía en un pantalón corto holgado que tenía bolsas a los laterales inferiores, color beige, una camiseta negra manga larga con un arnés de cuero encima, botas estilo militar del mismo color que la camiseta y un ancho sombrero que combinaba con el pantalón. Tomó una botella con agua y las llaves de su cabaña.

—Bueno, dije que no iba a agradecer, pero gracias por ayudarme, sin embargo, debo volver a mi morada. —Anunció la castaña—. Necesito que salgas de mi cabaña y que te marches a tu origen.

Erice se puso en pie. Su semblante seguía serio.

—Dices que nunca te habías transformado, ni sabías que eras una criatura híbrida. Respóndeme algo. ¿Qué harás cuando despierten tus instintos? Un chupasangre es sumamente peligroso, y un licántropo salvaje es una bestia despiadada que destroza todo a su paso, además, devora humanos.

La castaña frunció su ceño y sus labios quedaron en una línea recta. No tenía respuesta para esa interrogante.

—No lo sé —admitió—. No había pensado en eso. No recuerdo que me haya pasado antes.

El licántropo levantó una ceja.

—Cuando estás estresada o desesperada, ¿sientes sed? ¿Calor intenso?

La ojigris lo pensó por un momento.

—Sí, cuando me enfado me provoca sed, y eso me desespera. Conforme pasan los días aumenta. Quizá deba hacerme el examen de diabetes, no vaya a ser que tenga que inyectarme insulina.

—Joder, no, no es diabetes. —Informó Erice, inquieto—. Es temporada de alimento de los chupasangre. Si ese instinto se vuelve más fuerte, te invadirá la sed de sangre.

La castaña parecía estar escuchando un relato de fantasía, pero los acontecimientos anteriores la arrastraban a la realidad.

Desconocía si sus padres sabían de eso, pero pensó en ellos y sus hermanos. ¿Qué pasaría si los atacaba? No quería matar a un ser amado.

—Dios, no —murmuró cuando su mente maquinó los gritos de su hermano menor en un posible ataque—. Rayos —maldijo.

Con su orgullo y dignidad en juego, dirigió su mirada seria al licántropo que la observaba. Separó sus labios para formular la oración ya pensada.

—Necesito tu ayuda.

Erice no esperaba tal formulación y se sorprendió bastante. No sabía de qué forma podría ayudar a esa humana tan diferente. Aún no se fiaba de ella, pero su petición era bastante sincera.

—Por favor, odio pedir algo, pero necesito que me acompañes y me muestres todo sobre esto.

Ante tal petición, no quiso negarse. Pensó como líder y supuso que si Christyn se volvía salvaje podría afectar su manada y su aldea. Además, otras especies como los vampiros, los elfos o los ogros podrían usarla como arma, esclavizándola y obligándola a pelear.

Pensó como líder, analizando la seguridad de su pueblo. Si no hacía algo, podrían salir dañado. Conectó su mirada con la fría mirada de la ojigris. La seguiría, y si daba mayores amenazas, se vería obligado a exterminarla.

Aunque tuviese que vigilarla a escondidas, un espécimen tan peligroso no podía quedar a su libre albedrío.

Aun pensando como un líder responsable, nuevamente apareció un intenso rubor en sus morenas mejillas y un estremecimiento dentro de él, además de el aceleramiento de su pulso.

El celular de Christyn comenzó a sonar y respondió neutral. Su mirada se ensombreció; su ceño se curvaba más y sus labios formaron una línea. Un leve sentimiento de celos acarició su pecho.

Conocía a la perfección esas sensaciones en un licántropo, y eso no significaba algo bueno. Al menos no para él. 

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2022 ⏰

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