Prólogo.

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El silencio de la noche se perturbó por el sonido de unas zapatillas de tacón repiqueteando contra el suelo de madera de la mansión,el ruido que hacían se detuvo tras su espalda y sintió la mirada penetrante de Dalia clavada en su nuca. No se giró ni hizo amago de dar entender que sabía que estaba ahí.
Sus ojos se encontraban apreciando la ciudad de Roma,la vida nocturna tenía un aire vivaz y el encanto que parecía estar intrínseca en la capital de Italia nunca se le había antojado más excelso.
Sin embargo el motivo de está apreciación se debía sin duda a que pronto partiría y algo le decía que tal vez no volvería a estar allí,en el balcón mirando la ciudad como todas las noches,irónicamente la razón de lo que había convertido en su rutina era la misma por la que ahora se iba a marchar.
Y era allá dónde se encontraba su mente. En sus pensamientos rápidamente se  reemplazó la imagen de Roma a sus pies por las calles atareadas de Nueva York,aquella ciudad tan superficial,tan llena de nada y aún así era ese lugar el único en que podría encontrar paz.
Una paz que sólo conseguiría cuando se derramará la sangre de los que le habían desgarrado el alma.

-Está noche es un predecesor,después de aquí no habrá un antes y quizá tampoco un después-dijo Dalia con el aire de Duquesa que la carazterizaba mientras avanzaba hacia él y se colocaba a su lado con las manos en el barandal y la vista puesta en el algún punto entre el cielo y la ciudad.

-Eso debería decirte-su voz sonó áspera como la lija-pero es algo que estamos deseando desde el día en que llegamos aquí.

Ella se volvió hacia él,sus cabellos  castaños ondeando por el viento.

-Lo decía  porque me pareció que estabas intentando tatuarte en la piel el lugar-y con una mano señaló hacia abajo en un gesto demostrativo.

-Me confundes,no soy Jhonn-le acotó para mortificar-sólo no quiero dormir o pensar.

-No pensar no es algo en lo que te puedas dar el gusto,ahora menos que nunca -le lanzó ella mordazmente.

Dalia era una mujer de palabras frías y bien calculadas,sabía cómo tocar los cojones pero no había aprendido el arte de callarse cuando debiera.
Se giró para enfrentarla,sus ojos chispeaban y las venas de su cuello saltaban,sin embargo,una ira fría le transpiraba los poros. La mujer parpadeó dejando mostrar su exaltación,incluso ella tan altiva como era comprendió que había cruzado la línea.

-Lo que se aproxima no es un juego,para mí menos que nadie.-habló acercándosele de  tal forma que casi respiraban el mismo aire- Sé perfectamente lo que tengo que hacer pero dime,¿lo sabes tú?.

Las palabras impactaron en ella y durante largos segundos vio en sus pupilas los torturados pensamientos que le pasaron por la cabeza,sabía lo que había detrás  de ello. Pero sólo esta noche,y por su insinuación de que no estaba en lo que necesitaba estar,había estado a nada de ponerle nombre a lo que nunca antes mencionara.
Se apartó de cerca de  Dalia y cruzó los brazos bajo su pecho. Estaba dispuesto a dejar ir aquella oportunidad sólo por que la quería lo suficiente para ello.

-Todo termina ahora-empezó después de un tenso silencio, quizá por decir algo,quizá por otra cosa-,cuando amanezca nos iremos y entonces tendremos un sólo camino-expresó,sus pensamientos también torurandolo y haciendo que dejará de lado la melancolía que  experimentara por un sentimiento más férreo.

Dalia pareció recuperarse de lo que la perseguía,aunque los remanentes hacían que le temblaran las manos.

Adoptando una fachada de casi perfecto autodominio preguntó:

-¿Y cuál es ese?

Su principal hostilidad probablemente se debiera a la falta de conocimiento de sus planes,estaba decidida a seguirlo pero aún no sabía cuál era el plan a seguir,y la incertidumbre era un detonante para su carácter agrio.

-Nos infiltraremos,-sus palabras y el tono que él empleaba en ellas estaban llenas de peligro y muerte-nos ganaremos su confianza y entonces acabaremos con ellos. En pocas palabras,seremos su puto Caballo de Troya y cuando menos se lo esperen los destruiremos-la miró intensamente-a todos.

Su voz y el mensaje  que estaba en ella quedó grabado en el eco de la oscuridad como una promesa de sangre.
Por un tiempo desentendido se quedaron mirándose el uno al otro.
Ambos sabían que ese camino sólo los llevaría a matar y morir y estaban seguros de ello,habían esperado esté momento con ansias durante años e iban a hacer lo que fuera necesario para lograr su objetivo.
Sobretodo todo él,al fin y al cabo en los bajos mundos lo conocían como eternità.
Ellos creían haberlo matado pero no se puede asesinar algo que es eterno.
Simplemente porque era el principio y el fin de sus enemigos,el juez y el verdugo que iba a hacerles pagar por sus pecados perpetuamente,y no existía nada ni nadie capaz de detenerlo.

Eternità.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora