Solo era un niño cuando mi madre falleció, me dijo que todo estaría bien, que mi padre estaría ahí para apoyarme en un momento tan difícil como ese. Pero una vez que ella cerró sus ojos y partió de este mundo, todo cambió. Nunca me había llevado bien con mi padre, y ahora que ella no estaba, nuestra relación solo empeoró.
Dejé de ir a la escuela por desinterés y forme parte de una pequeña pandilla en las calles de Nápoles, donde robábamos comida para sobrevivir. Tenía muchos amigos, o al menos eso pensaba. Siempre he dicho que la amistad es lo más importante del mundo. Le confié hasta el más insignificante secreto al que consideraba mi mejor amigo, quien al final solo me usó para no ir a la cárcel. ¿Qué acaso no éramos amigos? Solo quería tener cariño, ese cariño que tanto me faltaba por la ausencia de mi madre.
A causa de los constantes golpes que los policías me proporcionaban casi todos los días, mi ojo empeoraba cada vez más, no podía ver y me dolía mucho. Cuando salí de la correccional, lo primero que hice fue volver a quienes consideraba mi familia, quienes al final me abandonaron por lo que decían de mí, por mi ojo enfermo que cualquier momento podría matarme.
No me molestaba el hecho de que los rumores de la muerte de mi madre se propagaran por las calles de Nápoles, me daba miedo el hecho de que mi ojo enfermo, así como mi madre, terminara matándome. A los 15 años me di por vencido, ya no tenía caso seguir, solo esperaba morir y reencontrarme con mi madre, dónde tal vez podría sentir ese afecto que tanto me faltó.
Hasta que un chico me encontró hurgando en la basura, me habló gentilmente y me saco de ese lugar de mala muerte para después llevarme a un _ristorante_. Me guío hacia un hombre joven, quien vestía de un traje blanco con patrones negros bastante peculiar, su cabello era corto y sus ojos eran de un bello tono azul. El joven quien me llevo hasta el, quien responde al nombre de Pannacotta Fugo, exigió que me sirvieran un plato de _spaghetti_, estaba demasiado apenado, temía a que me miraran con asco, pero no fue así.
El hombre de ojos azules tomo el plato de comida que le fue servido a él y me lo ofreció a mí con una sonrisa de amabilidad en su rostro. Me quedé sin palabras, ¿Acaso mi ojo enfermo no le daba asco? El joven hombre siguió insistiendo con amabilidad hasta que finalmente termine aceptando su invitación a comer.
Al poco tiempo, el hombre de ojos azules cubrió todos los gastos médicos para que tratarán mi ojo enfermo, no sabía cómo agradecer todo esto, pero en mi mente rondaba la pregunta, ¿Por qué hace todo esto? Pocas semanas después, al despertar de la operación, encontré al hombre sentado al lado de la cama de hospital, mirándome de manera amable. Finalmente tome el valor y le pregunté:
—"¿Por qué haces todo esto por mí?"
A lo que el hombre contestó:
—"No hay ninguna razón. Si quieres puedes quedarte en mi casa, pero niños como tu necesitan regresar con sus padres. También ir a la escuela, entendiste?"
Al ver su apariencia, vestido con ese traje tan llamativo y su porte, llegue a la conclusión de que el hombre trabajaba en una pandilla o en alguna organización. Le pregunté si era cierto que estaba en alguna pandilla, pero no obtuve respuesta. Solo me miro sin decir nada, al instante comprendí que no quería hablar de ese tema.
—"No quiero volver a casa..." — dije — "¡Por favor, déjame trabajar para ti!"
—"¡No seas tan ingenuo, maldito enano!" —respondió el hombre enojado—"¡Si vuelves a decir algo así te golpeare!"
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[ Ghirga ]
Historia Corta"Cuando vuelva a Nápoles quiero ir a la escuela, y comer pizza bien caliente. Una margherita de mi tierra natal horneada con madera de roble. ¡Hasta le pondría hongos porcini!" Narancia Ghirga, un chico lleno de sueños y ambiciones, que a los 17 año...