"Mi razón eres tú."

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—Esta es mi pelea también, no puedes dejarme fuera porque me subestimes.

—Sé que no te quedarás con los brazos cruzados, y es eso lo que temo.

—¿Temer? ¿miedo de qué?

—Mai...
—Vivir con miedo es vivir siendo esclavo de ese temor. Mírate; ¿de qué podrías ser esclavo con todo lo que lograste? tú, siendo hijo de un príncipe saiyajin.


—¡¡Soy esclavo tuyo, Mai!!

Y con aquella exclamación dejó boquiabierta a la azabache, quien aún no comprendía, como siempre.

El mestizo, al darse cuenta de de su tono con ella, se sorprendió de sí mismo.

— ...Temo perderte a causa de lo débil que fui, perdí a todos, mis amigos, mis padres... no voy a dejar que termines como ellos. —Dio unos pasos más hacia la azabache, a quien miró seriamente. —De eso soy esclavo. —Permaneció silente luego de eso.

Ambos se miraban, toda la verdad expuesta después de años, ¿qué hacer? ¿qué decir?

Él se resignó; cerró los ojos y negó con la cabeza. —Me equivoqué en hablarte así, te ruego que lo olvides. —Sus pies se despegaron apenas del suelo, ascendía con lentitud, pero detuvo tal acción cuando sintió aquel par de blanquecinas manos tomarlo suavemente por la chaqueta, seguido de los pies adversos afirmarse sobre los suyos, fue así como ambos acabaron cara a cara, suspendidos en el aire.

A centímetros de que algo ocurriese.

El mestizo se percató de que ella se podía caer, no tardó en rodear su cintura con un brazo, tal acto provocó que la cercanía entre ambos se cerrase hasta el punto de que la punta de sus narices se juntase. Un rubor suave se extendió por las mejillas de ambos, la azabache apartó la mirada y el mestizo agachó ésta.

—Yo... no quise...
—Shh. —Las palabras del guerrero se detuvieron ante el índice adverso posándose sobre sus labios.

Las manos de la patrullera apartaron delicadamente los cabellos claros del más alto, como si los ojos que buscaba ver al hacer eso fuesen un tesoro que brillaba entre las más espesas tinieblas, y es que eso significaba el saiyajin para ella, le traía seguridad cuando ella no la tenía, al mismo tiempo, los oscuros ojos que ella posee significan muchas cosas para el guerrero, paz entre todas éstas, ella representaba esa única flor que logra permanecer en medio del desierto, que quiere vivir aunque no haya por qué luchar ya.

Encontraban lo que les faltaba en el otro.

—Pese a que no eres de este mundo, tienes tu humanidad. Tú no luchas sin razón.
—Mi razón eres tú.

Sus manos se posaron sobre ambas mejillas del mestizo y se acercó a su rostro para unir sus labios en un cálido beso, en el cual demostró por cuánto tiempo sintió lo mismo por él, el modo en el cual él fue llegando cada vez más a su corazón.

Se separó de forma lenta, sin soltarle las mejillas.
—¿Cuánto tiempo planeabas callarlo, Trunks? —Regañó levemente conmovida, dejando un último y fugaz beso sobre sus labios, recostó entonces su cabeza en el hombro ajeno mientras se abrazaba a su torso.
El mestizo no dejó de sostenerla, sino que utilizó su mano libre pata acariciar aquella piel de porcelana, sentir su ahora cálida mejilla debajo de sus dedos.

Estaba pasmado pese a la naturalidad con la que reaccionó, le parecia irreal que una persona de aspecto serio como su aliada de batalla (ahora más que simplemente eso) pudiese mostrar un lado tan frágil y sensible, abrir su corazón de esa forma.

Miró al cielo y se prometió no dejar que le pase algo, no a ella, no a su flor desértica.

No a su razón de permitirse continuar aunque todo está en escombró, si no hay esperanza la buscará, como han hecho siempre.

Esclavo.Where stories live. Discover now