Parte II

29 3 0
                                    

¿Quiere saber que hice después de matarla? Nada, absolutamente nada.
Me vi invadido por una repentina oleada de confusión, como sí el simple hecho de matar me hubiera removido hasta las tripas. Nunca sentí remordimientos, usted lo sabe, pero a veces, cuando mis ideas se despejan y puedo entenderme, sé que simplemente fue eso: remordimiento disfrazado de confusión.
Tarde mucho tiempo en asimilar lo que había hecho, no con Sofía sino con mi madre.
Después de que me vertiera aceite caliente en el rostro y me dejara destrozado, desarrolle con el paso del tiempo, un repentino sentimiento de odio que al principio no quise aceptar, pero que sin embargo fue creciendo hasta impulsarme a hacer lo que hice.
Cuando me llevaron al hospital, yo ya tenía muy claro cómo habían sucedido las cosas: un accidente. Es un niño travieso, le dijo mi madre al doctor, quien apenado respondió que nunca volvería a ser el mismo. Las operaciones son muy caras, señora, y viendo la condición en la que se encuentra... Yo creo que lo mejor sería dejar las cosas como están. Las heridas cicatrizaran y ya no sentirá dolor.
Permitame reírme de eso, ya no sentirá dolor, vaya. Que equivocado estaba. Siete años en la academia de medicina y lo único que aprenden es teoria, teoría y más teoría. ¿En donde quedan los daños psicológicos que sufrí y que sufriría por el resto de mi vida?
Sabe que, odio a los doctores. Sí, así es. Los odio porque creen ser Dios. Le quedan solo 5 meses de vida, dicen, cómo si hubieran viajado en el tiempo a ver que día se muere su pobre paciente.
Bueno, el punto aquí es que a los doctores que me trataron, poco o nada les importó averiguar lo que en verdad me había pasado. Un niño con el rostro quemado y un esposo accidentado que perdió el ojo, venga, que caso tan normal. Si tal vez, alguien hubiera descubierto lo que en realidad pasaba, la historia sería distinta y yo no estaría sentado aquí, contándole mi vida. Así que agradezca, agradezca a la mediocridad.
Ya sé que no está aquí para escucharme dar sermones, así que vayamos al grano.
Después de haber superado mi pequeña etapa de remordimiento, busque insasiablemente a mi próxima víctima: Carolina
Los rasgos coincidían y pronto ella me conocería. Estuve siguiéndola durante unas semanas, descubriendo horarios... Ya sabe, lo típico, no quiero aburrirlo.
Sabe que los asesinos en serie repetimos el mismo patrón una y otra vez, así que contarle sobre Carolina, sería agobiarlo con detalles que usted ya conoce: el aceite, los ojos grises, el ciclamen blanco.
Sofía, Carolina, Carla, Martha, Carmen, Darla y Mónica vivieron exactamente lo mismo. Soy muy meticuloso, así que no pierda el tiempo imaginando las diferencias que no fueron muchas.
Debe estar pensando: y si éste idiota es tan meticuloso como dice, ¿cómo diablos esta aquí?
Déjeme responder a su pregunta. Nunca deje huellas que me incriminaran ni ningún rastro que dejara al descubierto quien era. Y mientras los mejores agentes del FBI me buscaban yo nisiquiera me esforzaba en ocultarme.
Así que, ¿como diablos me encontraron? Me enamoré, vaya que lo hice.
Enamorarse, amigo, suele ser tan dañino como no hacerlo.
La falta de amor daña, quema y duele pero el amor también lo hace. Usted debe saberlo mejor que yo...
Que silencio tan incómodo, soy consciente que esta vez, lo único que hice fue aburrirlo. No hubo acción, ¿verdad? Nada de detalles violentos, que es exactamente lo que quiere. Pero, venga, aprenda qué nisiquiera en la vida de un asesino todo es violento. A veces, hasta la persona más cruel y fuerte, necesita amor.
Así que vuelva mañana, estaré esperándolo, no me iré a ninguna parte. Sé muy bien lo que quiere y tendrá que ser paciente para descubrirlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 16, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Mente De Un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora