•Masterpiece;. «Minshua/Gyushua»

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"La inspiración puede llegar en el
momento menos esperado."
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Meneando la cabeza de un lado a otro negó en total desacuerdo. Cuando le había dicho a su amigo que lo ayudaría a pintar no se refería a hacerle el trabajo, por ello el moreno intentaba con todas sus fuerzas no intervenir en cada desastrosa decisión que tomaba su (irónicamente) sunbae. De nuevo estaba combinando colores con el pincel, y no precisamente de la forma correcta.

—No... Estás manchando el color lila con el de tu brocha.—dijo llevándose las manos a la cara para frotar su rostro intentando abstenerse de golpear a su amigo.

El castaño rió mirando al alto menor tragándose su enojo; estaba seguro que le escupiría bilis o le saldrían canas verdes en cualquier momento. No era su intención cometer errores, simplemente pintar no era lo suyo. Habiéndose recuperado de la sonora carcajada, volvió a mirar al más alto de ambos para poder hablarle.

—Soy pésimo en esto.—afirmó. El menor negó, haciendo que el mayor de ambos rodara los ojos.—Sabes que lo soy, mira nada más está cosa. ¿Qué se supone que es? ¿Un delfín o una estrella fugaz?—señaló el lienzo junto a él.

En aquella tela con yeso se encontraban unos trazos sin forma constante sobre un fondo azul claro. ¿En qué momento se le ocurrió al castaño usar semejante tonalidad para una "estrella fugaz"? No lo sabía.

MinGyu soltó una pequeña risa en resignación al escucharlo. Estaba de acuerdo con él.

—No. No lo eres, Hao. Mejor regresa a tus clases de danza, al menos no tienes dos pies izquierdos como yo.—el mayor de ambos rió, esta vez con levedad, haciendo que sus ojos se achicaran en dos finas líneas.

—Tienes razón, regresaré a ese taller. Aunque quería quedarme aquí para molestarte un rato.—miró con burla al más alto, quien yacía de pie inmutable junto a él. MinGyu sonrió antes de fingir tristeza.

—Lástima.—Hizo un puchero exagerado, juntando ambas manos cerca de su mejilla izquierda de forma breve. El aula se había inundado con sus risas.

Estuvieron hablando un par de horas hasta que el chino se levantó de su silla, entregándole los pinceles que aún sostenía al más alto.

—¿Ya te vas?—preguntó lo obvio el de piel morena, provocando una sonrisa en el más bajo.

—Sí. Quedé de encontrarme con un amigo que se había ido de intercambio hace un año. Iremos a una cafetería.— sin dejar de sonreír, afirmó con la cabeza después de haber dicho aquello.

El menor se mostró sorprendido y feliz por su amigo. Asintió con la cabeza regalándole una sonrisa colmilluda, y palmeó un par de veces su hombro izquierdo por último.

—Que se diviertan.—

MingHao se despidió de él antes de salir del taller de artes, dejando al alto moreno sumido en una extraña y gratificante paz. Durante poco menos de una hora, se dedicó a limpiar los materiales que el mayor había utilizado con un poco de glicerina; barrió el aula, acomodó las pinturas por categoría y desmontó dos de los caballetes para colocarlos verticalmente junto a los demás en la pared. Verificando que todo estuviera en orden, se quitó el mantel manchado de óleo para colocarlo en un aparador antes de tomar su maletín marrón y salir del aula.

Caminó por los casi desolados pasillos, salvo por un par de personas caminando en sentido contrario al de él. Se encontraba revisando el morral que cargaba, asegurándose de llevar su cuaderno de dibujo y algunos lápices carboncillo con sigo por si encontraba algún animalito interesante al cual dibujar camino a casa.