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16 de noviembre de 1969

Un llanto desgarrador apaciguado con un cálido pecho que subía y bajaba con desesperación, los hipidos se filtraban del fuerte abrazo protector de su progenitora, sus brazos y piernas escalaban con dificultad por el cuerpo ajeno tratando de buscar más protección; casi queriendo hundirse y desaparecer en la densidad de la mujer.

Cariño ya - con preocupación sobaba la espalda del menor -. No hay nada en tu habitación todo está en orden bebé

Negó fuertemente moviendo con brusquedad su cabeza tanto que lastimó uno de los senos de su madre, aún con el dolor la mujer separó con cuidado el cuerpo de su hijo y alzó con su mano su mentón para conectar sus ojos.

Cielo ya revise tu habitación muy minuciosamente - limpio con sus dedos las lágrimas hijo -. Pero si no te sientes seguro en el puedes dormir conmigo.

El pequeño Yoongi aún con mirada vidriosa asintió, sin embargo el miedo no abandonó su pequeño cuerpo, sabía que su madre no podía ver a aquella mujer de cuerpo completamente torcido, apoyada con los sus antebrazos, las piernas al aire y su torso que descansaba en el suelo de su fría habitación; ella se encontraba reposando y mirando a ambos con sus cuencas vacías y rostro mostrando el dolor y sufrimiento que la torcedura de su cuerpo le provocaba, también estaba consciente que esa mujer no se iría aún que el se cambiara de habitación, sabía perfectamente que los seguiría y estaba completamente seguro de eso, pues bien, a pesar de contar con cortos 5 años había notado que cuando hacía un contacto visual con los fantasmas y mostraba cualquier reacción, ellos aprovecharían la oportunidad para no dejarlo en paz por mucho tiempo. Y es lo que tenía planeado hacer esa vez, pero no contó que esa mujer que estaba mirándolo desde debajo de su cama tendría un cuerpo tan horrible como el que estaba presenciando en ese momento.

Su madre con cariño cargó el menudo cuerpo de su pequeño pedazo de cielo (apodo que ella decía con mucha frecuencia) y lo llevó a su habitación sin percatarse que desde el escondite de su cuello una mirada de terror presenciaba cómo aquella mujer los seguía arrastrándose por el suelo como una araña, recostó a su hijo y junto a él se dispuso a descansar para por fin caer al mundo de los sueños. Desgraciadamente para su pequeño retoño fue absolutamente todo lo contrario, ya que esa noche lloró bajito abrazado al cuerpo de su mamá.

24 de enero de 1991

La fría brisa de la mañana que colaba por su ventana hizo que se removiera frustrado, tomando una posición fetal para resguardar el calor que su cuerpo y las mantas afelpadas habían creado, su cabello negro y desordenado que sobresalía de ellas era el único contraste que había en su cama rompiendo el pulcro color blanco, el aire mañanero fue solo el que ayudó a que su sistema iniciará a despertar comenzando a agudizar su audición, captando de apoco los sonidos que entraban perturbando su pacífico descanso notando en ellos las bocinas de los autos, las voces de los vendedores ofreciendo sus productos, las risas de los niños que se dirigían a sus escuelas y entre ellos el timbre de su viejo reloj, el cual, fue regalo de su abuela. Con pereza abrió sus ojos cerrando ambos de golpe por la poca luz que se colaba por las persianas e impacta en sus oscuros ojos, estiró con cuidado su brazo y apagó por fin el ruidoso reloj no sin antes ver la hora marcada 7:00 AM.

Ya te hubiera tirado por la ventana si no fueras un regalo de Nana.

Pensó para después suspirar frustrado, mientras su mano rascaba su pálido pecho, dirigió su mirada al calendario que estaba colocado estratégicamente en la pared frente a su cama perdiéndose con la mirada en dicho pedazo de cartón con colores opaco unos cuantos minutos, un hueco se formó en su pecho sintiendo ese raro presentimiento, algo nuevo ocurriría, algo que no sería nada bonito. No quiso sugestionarse y de manera holgazana se levantó, abandonando así su lugar seguro y más amado en su deprimente departamento, el cariño que tenía por esa suave cama era inefable; con torpeza se colocó sus pantuflas y se dirigió a pasos lentos al baño y tomar la típica ducha de su rutina diaria; una pequeña colita café con rizos en movimiento hizo que prestara un poco más de atención a su frente bajando su vista un poco más abajo de sus rodillas se encontraba su pequeño perro, este le daba los buenos días con esa acción, una sonrisa escapó de sus labios al verlo tan eufórico y una palmadita en la pequeña cabeza del can fue su manera para devolver el saludo, solo eso fue suficiente para levantar sus ánimos.

death in the spotlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora