Who You?; ᴛoᴅoʙᴀᴋᴜ

ᴛᴏdᴏ | ᴛᥙʏᴏ

—¿Cómo sigues creyendo en esas promesas de dedos meñiques? Es una mierda. Principalmente porque jamás llegan a cortarse los dedos los hijos de puta.

Eijiro retrocedió en su asiento pensativo del como contraatacar a su amigo. Miró al lado derecho en busca de ayuda pero Kaminari estaba muy preocupado ayudando a Sero a cortar cintas atoradas en sus dedos que lo ignoró, por su lado izquierdo veía a Todoroki, quién igualmente ignoraba a la delegada en su no muy interesante plática sobre labores extracurriculares. Y como el buen amigo que era, decidió salvarlo.

—¡Todoroki puede comprenderme! —guiña el ojo para indicar cierta complicidad con el de cabellos dispares—. Siempre usando esos brazaletes, es para combinar con tu cabello, a que sí —canturreó señalando la muñeca de donde colgaban.

Momo suprimió una risilla femenina cubriendo sus delgados labios con las yemas de sus dedos. Observando al bicolor mientras este esperaba su pronta ida, pues no deseaba tenerla cerca y su educación le prohibía votarla.

—En realidad no —habló— es una promesa que hice con una persona... —para cuando se dio cuenta medio salón incluyendo a los dos de atrás se le quedaron viendo esperando a continuar— "el día en que se rompan estos brazaletes se cumplirán todos mis sueños" —repitió tal igual alguna vez lo hizo.

Hubo un enorme silencio en donde la mayoría soltó un "oh" bastante largo y atento. Interesados completamente en el tema, especialmente las chicas, ellas ya empezaban a imaginar quién seria la misteriosa mujer responsable de hacer usar a Todoroki unos accesorios significativos.

—¡Wah! —alargó el sonido con voz aguda— ¡Eso es tan lindo! ¿y que clase de sueños tienes, Todoroki? —preguntó Mina.

Él sonrió casi sin notarlo, acelerando el corazón de sus compañeras, sumisas a su encantamiento sin darse cuenta en la mirada cómplice entre Todoroki y Bakugo a lo lejos.

—Es un secreto.

Hubo quejas de por medio debido a no querer rebelar detalles pero poco le importó. Una vez llegada la salida, se encontró con el rubio ceniza de sus sueños pegado a la pared de esa manera tan rebelde característica suya.

Elevó la mano para saludar.

Bakugo se estremeció ante ello.

—Imbécil, si no cumples tu promesa lo que perderás no serán los dedos, si no ese pedazo de carne inservible que tienes entre las piernas antes de que intentes metérsela a alguien —amenaza.

No puede evitar pensar lo adorable que se ve mientras reclama lo que le pertenece.