Capítulo I

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—Respira, cariño, respira —dijo Kamal mientras hacía gestos con la boca indicando a su mujer que respirara con normalidad.

Sahira se aferraba con fuerza a su mano, pero parecía estar absorta en su mundo. No había nada más que ella, el dolor de las contracciones y su hijo preparándose para su primera batalla: nacer.

—¡TRAED PAÑOS Y AGUA PARA LA SEÑORA! —La matrona gritaba mientras acomodaba todo para que Sahira se encontrara cómoda antes del parto—. Mi señor Kamal, debe apartarse para dejarnos trabajar con comodidad. Créame, soy la mejor comadrona de toda la provincia de Seidir.

Ante la confianza de la señora, el hombre hizo lo propio soltando la mano de Sahira, y notó el hormigueo de la mano adormecida por la presión que ella había ejercido sobre la suya. Había escuchado que esta mujer era toda una eminencia en las tierras del desierto. Al instante, llegaron las criadas con todo lo que la matrona les había pedido. Rápidamente, se puso manos a la obra ante la atenta mirada de Kamal; parecía saber lo que hacía y, con sobrada experiencia, dispuso todo lo necesario.

—Muy bien, querida, vas a traer a ese pequeño y yo voy a ayudarte. Sigue atentamente mis instrucciones.

El hombre contemplaba como podía la escena. Las gotas de sudor recorrían la frente de Sahira. Ésta se aferraba con fuerza a los bordes de la cama y respiraba rápido de manera irregular. Kamal se encontraba en el fondo de la lujosa habitación, se movía inquieto de un lado para otro. El inminente nacimiento de su primogénito lo tenía de los nervios. Su mirada estaba perdida recordando las palabras del adivino que había predicho el nacimiento de su hijo: "Será un guerrero varón, temible y respetado". Su trance fue interrumpido de repente.

—¡AHORA, SAHIRA, EMPUJA!

Los gritos de dolor habían inundado la habitación. Solo las ordenes de la matrona hacían frente al ensordecedor alarido de Sahira, quien daba la sensación que estar siendo desgarrada a cuchillo desde dentro.

—¡VAMOS, HIJA, ¡EMPUJA CON FUERZA! Es un Cuervo Negro lo que estás trayendo al mundo, nadie dijo que sería fácil.

El proceso se hacía eterno. Las náuseas abordaban a Kamal debido a los olores que inundaban el ambiente. Intentaba sobreponerse a la situación, pero cuando encontraba algo de calma en el caos, un nuevo estruendo producido por los gritos de Sahira lo traían de vuelta a la realidad.

Pierde mucha sangre... —comentaba una de las criadas—. Habrá que forzar más la apertura —decía otra mientras entregaba un cuchillo a la matrona.

—¡Eso es, señora, siga así! No pare de respirar —Algo pareció enturbiar la mirada de la matrona, pero enseguida la cambió por una desafiante—. El niño viene con vuelta de cordón. Nos lo va a poner difícil este pequeño cuervo.

Kamal tenía la sensación que el corazón iba a abandonar su pecho, y las palabras de su alrededor no ayudaban a calmarlo. Observó cómo rápidamente se cambió el plan de acción. La mujer estaba introduciendo sus manos en Sahira. El desconocimiento, sin duda, lo ponía más nervioso. ¿Qué significaba "vuelta de cordón"?

—¡Ya lo tengo! Sigue empujando, querida, muy bien, eso es, ya queda poco. —La matrona no paraba de hablar, su voz parecía mucho más animada.

Los gritos de Sahira cesaron con un profundo suspiro. Se desmayó exhausta sobre la cama cubierta de sangre, sudor y otros fluidos.

Kamal tenía el pulso acelerado y, entre todo el ruido, nació el silencio. Era extraño, debía ser llenado con el llanto de un niño, pero éste nunca llegó. Los gritos de su mujer habían cesado, la voz de la matrona se había apagado. En ese momento supo que algo no iba bien. Lentamente le acercaron al bebé envuelto en telas. Su mirada lo decía todo. Su hijo había nacido, pero nunca viviría.

El TriunviratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora