[Tiempo muerto]

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Un lunes en una de las mejores empresas de seguros apenas son las tres de la tarde. Los empleados, cubiertos bajo montañas de portafolios y escondidos detrás de sus laptops, sienten que sus vidas se acortan con cada segundo. Muchos ya están planeando que enfermedad inventarán para poder tener días libres.

El sufrimiento se incrementa por el corte del aire acondicionado. El verano con 32 grados es la peor estación que pudieron elegir para realizar el mantenimiento. 

Sin embargo, en medio de todo el letargo que domina el ambiente, en el escritorio más alejado de la ventana, se encuentra un pequeño hombre con oscuro cabello negro. Su mirada no se aparta de su computador y sus dedos no dejan de escribir el informe que presentará mañana. 

Entre todos los cubículos el suyo resalta por no tener ningún adorno u objeto que le cause distracción. Apenas un calendario azul ocupa un reducido espacio del escritorio.

En comparación con sus colegas que limpian decaídos el sudor de sus frentes, Levi solo se ha retirado el saco. No hay ningún atisbo de calor o sudor en su rostro. 

Para los demás ya no es una sorpresa. Desde su llegada a la empresa, habían admirado a Levi por su estoica y reservada personalidad. Nunca un minuto tarde, una tarea sin entregar, un cabello o frase fuera de lugar.

Miembro del equipo de estrategia y ventas, había logrado varios récords en sus metas trazadas y una propuesta para ascender. La cual había aceptado por cortesía, no por ambición. 

Aunque Levi tenía la admiración y la envidia de la mayoría de sus compañeros de trabajo, apenas hablaba con nadie. Almorzaba generalmente solo y cuando tenía compañía por obligación, apenas compartía unas palabras. En exactamente 30 minutos terminaba su almuerzo. Luego de 5 minutos de una higiene exhaustiva, ya estaba de regreso en su puesto.

Otro día perfecto. Ningún sobresalto. Nada inusual.

Por eso no sorprende que nadie supiera o se interesara en conocer quien realmente era Levi. Que le gustaba, que odiaba, que le daba nostalgia, que atesoraba.

Nadie sabía cuanto odiaba Levi despertarse poco después del alba. El padecimiento diario que era para él bañarse con agua fría. Tomaba un desayuno frugal de avena y frutas que no le gustaba y vestía incómodas camisas de cuello almidonado y feas corbatas. Almorzaba comidas con poca sal y jamás algo dulce luego de las 5 de la tarde.

En sus días libres tomaba cursos en Internet que no le interesaban en realidad y leía libros sobre negocios y filosofía. Solo ocupaba el televisor para ver las noticias de las diez de la noche. Así terminaban todos sus días.

Pero Levi no hacía eso porque quería. Lo hacía porque su sentido de la responsabilidad y disciplina estaba demasiado arraigado como para intentar ser de otra manera. Vivía en una rutina que no podía alterar.

Su infancia había transcurrido en una familia estricta y seria. Cuando era un niño vivió en una habitación de paredes blancas, que tenían como único adorno un cuadro con las normas de su casa.

Su comportamiento intachable fue forjado por su madre y en especial por su tío Kenny, que vivió con ellos desde que tenía cuatro años. 

Las palabras fuera de lugar, los sonidos molestos, los juegos demasiado animados o divertidos, estaban prohibidos para él.

Sus únicos recuerdos felices eran de muchos años atrás. Fugazmente recordaba una escena con su padre, quien falleció cuando Levi era muy joven.

Ocurrió en su cumpleaños número cuatro. En ese entonces su madre todavía le abrazaba y jugaba con él en el patio trasero de su casa.

El día de su cuarto cumpleaños estuvo despierto desde el amanecer. Su padre le había prometido una sorpresa y él nunca mentía. Aquella tarde llegó a casa con un hermoso caballo de juguete. Era negro y de cabellera brillante; en las patas tenía unas ruedas de madera que producían un sonido de cascos.  Era lo suficientemente grande para que Levi subiera en él y con su padre protagonizaran divertidas persecuciones del viejo oeste.

Pero ese tiempo había acabado y se había convertido en un recuerdo del que ya no estaba seguro si pasó. Pues solo un par de meses después de su cumpleaños, encontró a su madre llorando en su cuarto. Su padre acababa de tener un accidente al regresar de un viaje de negocios. Murió mientras intentaban salvarlo en el hospital.
El entierro fue en extremo privado. Levi recordaba estar de pie ante la imagen del ataúd de su padre siendo enterrado. Recordaba el tacto de una mustia flor entre sus pequeñas manos. Su tío de pie detrás de él, lo obligó a una despedida rápida.

Levi no volvió a ver a su madre sonreír.

Con la muerte de su padre se instauró un severo control en su casa. Su tío se mudó con ellos y ocupó el puesto de cabeza de familia. Levi no volvió a recibir algún abrazo o señal de afecto. Se convirtió en un adulto de cuatro años.

Una niñera fue contratada e inició sus estudios con una profesora particular. No asistió a la escuela ni se relacionó con otras personas de su edad hasta que cumplió los 15 años. 
Fue imposible para él entender el mundo de los adolescentes, cuando se sentía como un anciano. Para los demás era extraño tener un compañero con un permanente ceño fruncido. Sus ojos rasgados y cubiertos por un velo de apatía eran demasiado penetrantes para sus compañeros. No tuvo amigos, pero fue respetado por sus altas calificaciones y las felicitaciones constantes de sus profesores.
Cuando entró en la universidad, jamás experimentó fiestas o aventuras alocadas propias de esa etapa. Se dedicó a estudiar una carrera de administración y negocios. Su inteligencia le permitió culminarla un año antes que los demás y obtener su posgrado al siguiente año.

Fue el primero en conseguir un empleo de su promoción. Con el permiso de su tío, se mudó a un departamento en la zona central de Tokio. 
Años después, con sus 27 años, era un profesional altamente recomendado por sus superiores y un hijo ejemplar que enviaba sin falta dinero a su madre.

Apenas gastaba en comida y para movilizarse usaba una pequeña bicicleta negra. Aquello por recomendación médica. Hacía tan poca actividad física que estaba en peligro de desarrollar problemas en el corazón. Reemplazar el transporte público por una bicicleta, le pareció lo mejor luego de obtener la aceptación de su madre.

¿Su vida amorosa? Para alguien que jamás había iniciado una conversación por el simple deseo de hacerlo, las relaciones amicales o amorosas estaban fuera de su capacidad. No le interesaban ni preocupaban. Además su excesiva preocupación por la limpieza, inculcada por su madre, haría imposible que aceptara tocar a alguien.
Por eso es evidente porque el pequeño Levi que parecía 10 años mayor y que jamás cometía una falta, estuviese tan desprevenido cuando una serie de eventos se desarrollarían. Eventos causados por el ascenso en el trabajo que nunca pidió y por la misión de entrenar al nuevo aprendiz que le fue asignada. Un joven de brillantes ojos verdes y personalidad traviesa y encantadora, Eren.

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⏰ Última actualización: Jun 28, 2019 ⏰

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