Desaprobé un parcial

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Ya estaba todo preparado, la copa de vino a mi izquierda, dos cigarros de tabaco armado listos para su consumo, y mi cabeza carburando a la velocidad de mi cólera. No tenía hambre, por más que no había almorzado al mediodía. Y si la tenía sabía que no podría ingerir bocado alguno. Repasé mi examen un par de veces más, haciendo hincapié en los errores que había cometido. Me había quedado media hora hablando con el profesor a solas cuando ya todos se habían marchado, tratando de encontrarle explicaciones al cuatro que me había puesto, incluso llegue a decirle que una de las preguntas estaba mal formulada. Sigo sosteniendo que lo estaba. De camino de la facultad a mi casa, tuve media docena de personas incrédulas diciéndome cómo era posible que haya desaprobado ese examen. Yo solo pensaba en dos cosas, la primera era que no había vino en casa. La segunda, estaba fallando en lo único que me había propuesto desde que empecé a hacer esta carrera.

Estaba siendo manipulado por una nota de un examen, antes de llegar a mi casa. Dos cuadras antes, entre a un mercadito. Compre una botella de vino, la única condición del almacenero que nunca me dejaba comprar después de hora fue que lo lleve escondido en mi ropa. Mi cara y mi tono de voz seguramente reflejaban alguna especie de desconsuelo con la cual no pudo lidiar.

Llegué a mi casa por fin, respiraba. Pero el nudo en la garganta y la angustia del fracaso se tornaban insoportables. En unos minutos mi cabeza se veía invadida por múltiples ideas, la primera abandonar la carrera, la segunda hacer terapia para no abandonar la carrera, la tercera sentarme a escribir y desahogarme. Opte solo por la tercera. Allí me encontraba frente a la computadora vomitando sentimientos, de la misma manera que había vomitado el stress luego de salir del aula, el día que terminamos la prueba. Con la diferencia que mi cabeza estaba tranquila de haber hecho un buen examen. En cambio, ahora mi cabeza era un mar borrascoso de ideas nocivas. Luchaba entre seguir descargándome, y enviarle un mail al profesor pidiéndole que revise el examen nuevamente, pero este me ganó de mano.

Luego de la charla que habíamos tenido en el aula hacia una hora, tuvo la amabilidad de volver a comunicarse, sus palabras fueron todas en tonos de paz, totalmente tranquilizadoras. Motivándome a continuar intercambiando opiniones sobre la calificación, las consignas y respuestas de la prueba, se jacto de que mi nota fue producto de cuestiones accidentales, aleatorias e incluso que si lo creía necesario mi examen seria revisado por la profesora adjunta. Tuve que dejar el desahogo para responderle el mail. Lo hice de esta manera:

Estimado profesor.

En principio quiero agradecerle por tomarse el tiempo de aclarar mis dudas durante nuestra conversación. En segundo lugar, pedirle disculpas si en algún momento de la misma me vi influenciado bajo el sentimiento de angustia propio del momento. Trato de ser lo más autocrítico posible, quiero que sepa que la razón primera de mi acercamiento, no fue más que en pos de reconocer cuales fueron mis errores. (mala interpretación de una de las consignas, conceptos mal expresados y como usted mencionó, cuestiones aleatorias y accidentales).

Con respecto a una nueva evaluación, no considero de mi parte la capacidad de poner en tela de juicio sus argumentos calificativos, solamente aceptaría tal solicitud si usted lo considerara pertinente. De ser así, le otorgo mi completo aval de tener la comunicación que sea necesaria con la Prof. Adjunta.

Finalizando, agradecerle sus cálidas palabras tanto por este medio, como en el aula. Me dotaron la tranquilidad que me hacía falta. El lunes sin dudas asistiré a la clase con las preguntas relativas para afrontar la próxima prueba. Allí de ser necesario podremos seguir dialogando. Desde ya muchas gracias.

Atte Joaquín Villegas

Literal, el efecto de sus palabras fueron una inyección de tranquilidad pura que fue directo a mi cerebro. En un mail, que él piensa que fue solo un mail, el que quizás solo envió por compromiso, aunque estoy convencido que no. Aprendí muchas más cosas, que en todas las clases que había asistido a lo largo del año. Cosas que no figuraban en los contenidos de la materia. Tales como, aprender a no bajar los brazos, a reconocer nuestros errores, a ser autocrítico, a no cambiar la esencia de tu persona solo por un estado de ánimo, sin dudas una nota no es más que eso. A entablar un dialogo desde el respeto, a recapacitar, a no dejarme influenciar por un mal momento. Quizás se me escapa alguna más, pero es que quiero hacer hincapié en una en particular.

Aprendí de lo imprescindible, lo necesario e indispensable que resulta una mirada ajena de lo que te está pasando, en momentos como este. Un lugar para apoyar la cabeza, una mano en la espalda, un abrazo, o un mail de un profesor preocupado. Algo que te saque de la ceguera que uno mismo se produce, alguien que te diga que solo basta con abrir los ojos para volver a apreciar el paisaje, alguien que te diga que tienes todas las herramientas necesarias para hacerlo. Algo que no aparece en los textos de Jakobson, Chomsky, o algún otro formalista ruso.

Terminé la copa de vino, y me acosté tranquilo. Quizás de haber aprobado el examen, hubiera pasado por alto un montón de cosas más valiosas. Y aunque el miércoles que viene tengo que rendir de nuevo. Había aprobado una materia mucho más difícil, había adquirido mi temple. La capacidad de mantener la calma en momentos en lo que todo se derrumba. Sin dudas aquel profesor supo enseñarme bien.

Cuento Cuentos Cortos (Desaprobé un Examen)Where stories live. Discover now