El techo no cambia, siempre se encuentra tan blanco, me aburre y asquea. Últimamente no me he sentido muy bien de salud, le digo a la sirvienta que es debido a que en la calle los autos hacen tanto ruido que no me es posible conciliar el sueño. las mañanas son tan grises, salir a hacer un poco de ejercicio ya no me es tan indispensable, regar las plantas no me satisface, aun cuando sé que si yo no lo hago nadie lo hará, pues si es verdad que tenemos una sirvienta para lo único que nos ha servido es para sacarnos dinero, pero he decido dejar eso atrás, por fin encontré la solución para todos mis problemas, ya no tendré que aguantar el ruido de mi vecino, con su música a todo volumen a altas horas de la noche, ya no tendré que aguantar ese interminable chirrido que hace la puerta cuando entra y sale la sirvienta, ya no tendré que aguantar a la gorda de mi mujer con sus amigas que se carcajean cada vez que vienen a visitarla, haciendo parecer que la casa es toda de ellas, ya no, hoy encontré una forma casi mágica de quitarme de encima esa intolerable risita que se regodea por la alcoba y me ensordece.
Hoy he decido que la vida ya no tiene sentido, que todo lo que he hecho a estado perfecto, aun cuando soy yo quien lo diga, he mandado comprar unos metros de cuerda con el pretexto de querer reparar unas goteras del techo que no dejan de mojar la cocina, y por lo que mi mujer cada rato pega el grito por no fijarse en el piso. Hoy decidí quitarme la vida. No creo que sea una decisión tomada sin pensar en lo más mínimo, por el contrario, llevo semanas planeándolo, imaginándome en el éxtasis al que se someterá mi cuerpo.
Llevo tanto tiempo imaginándolo que casi puede sentir la cuerda rompiéndome el cuello, sofocándome, sacándome los ojos y finalmente asfixiándome hasta que no pase ningún pensamiento más por mi cabeza, hasta que ese árbol deje de molestarme cuando sus ramas pegan en mi ventana.
La sirvienta se pasea de un lado a otro, con esa cara burlona y estúpida, típica de ese tipo de mujer que lo único que sabe hacer es llevar papeles de un lado a otro y anotar números como máquina, no se imagina lo que estoy planeando, no se imagina como me regodeo cada vez que la veo pasar y me imagino la cara que pondrá cuando entre a la alcoba a limpiar o traer esa horrible cosa que llama alimento y vea mi cuerpo colgado del techo, balanceándose, con mis pies flotando y los ojos en blanco.
Maldita sirvienta estúpida, pareciera que no puede hacer nada bien, llevo días esperando que me traiga una simple cuerda pero parece que no puede cumplir ni la labor más simple de todas, me la he pasado frente al televisor tratando de no desquitarme con ella, pero a veces pienso que no estaría bien irme sin antes darle un escarmiento a esa mujer, pero no quiero que mi despedida se vea manchada con una escena tan poco estética en mi cabeza antes de partir, así que me desquito viendo programas sin ningún contenido, pero que hacen que entienda que hay gente más estúpida que ella.
Hasta ahora nunca me había molestado en ver esos programas televisivos de los que tanto hablaba mi mujer, pues si bien nuestro televisor es viejo no soy fanático de ponerme de frente a esa caja, pero he descubierto un extraño gusto por los deportes que pasan en las noches y las peleas de box que presentan los fines de semana, hacen que la espera valga la pena.
Es apasionante observar como esos orangutanes se rompen la cabeza unos a otros por unas cuantas monedas, los gritos de euforia que arrojan los fanáticos en cada encuentro te hacen vibrar, te hace sentir la emoción como si estuvieras ahí en primera fila siendo bañado por la sangre que sale de sus heridas, es algo glorioso de ver, pocas veces uno se encuentra con ese tipo de carnicerías sin estar enfrente de un matadero, sólo que las reses en esos encuentros son tipos que se aplastan y se rompen las muelas.
Ha llegado el día, he perdido toda la paciencia, he decidido usar unas de mis sabanas para por fin acabar con este teatro barato que hacen llamar vida, con esta monotonía que venden y llenan las cabezas y casas de todos en la sociedad. Mi sirvienta no me fue del todo útil, bueno, nunca lo fue, pero que se podía esperar de esa mujer holgazana que no puede hacer ni una sopa bien y para acabarla ha estado trayendo a un hombre con ella a esta casa, él se la pasa paseándose de un lado a otro, con un rostro simplón y con un traje que brilla de tanta tintorería, con ese olor a tabaco barato tan común en los bares que hace que me mareé.
Siempre observándome, sacando un bolígrafo y jugando con él, siempre observándome, lo sé, lo he visto mientras finjo dormir o mientras veo el televisor, se encuentra en la puerta, escondido como un perro regañado, de vez en cuando anotando algo y otras veces fumando en mi pasillo.
Pero no importa, he atado las sabanas con ayuda de la base de mi cama, hoy será la gran noche, hoy por fin terminaré con todo, así por fin podré sentir esa delicia que sólo los que abandonaron este mundo antes que yo conocen. Si, lo sé, varías personas se podrían morir de envidia sólo de imaginarse lo que estoy por experimentar, pero ya es muy tarde ya no hay vuelta atrás, ya puedo sentir recorrer la tela por mi cuello y empezar a irritar mi garganta, ya puedo oír los pasos de la sirvienta subiendo los escalones mientras trae la cena, ya me puedo imaginar su rostro al entrar después de oír el televisor a todo volumen, me emociona el tan sólo pensarlo, vamos aproxímate, más cercar, más cerca, un poco más.
Espera, acaban de anunciar una función de box en el televisor, dos de mis peleadores favoritos se van a enfrentar este próximo domingo, no me lo puedo perder, sería como un sacrilegio el abandonar este mundo sin antes poder llevar esta anécdota a los del otro lado, diablos, pero necesito contratar el servicio, bueno, para eso tengo a esa sirvienta, le diré que me consiga el paquete completo para este fin de semana, ese inútil mantenido amigo suyo debe serme útil en algo al menos. Si, está decidido, no me puedo ir sin antes ver esa lucha épica.
En el pasillo esa noche.
Doctor - dice la enfermera dejando una bandeja sobre una mesa - el paciente de la habitación veintinueve, ya sabe a cual me refiero, al que se la pasa enfrente de esa estúpida caja de cartón gritando y escupiendo por la ventana, me pidió que le consiguiera un servicio de cable, y no deja de rasguñar la puerta.
Desgraciado - contesta el doctor – ya sabe enfermera, póngale más narcóticos en la comida, no nos pagan lo suficiente para estarlos aguantando a todos.
Está bien doctor – responde la enfermera – aumentaré la dosis.
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El Cáncer
Mystery / ThrillerNuestro personaje principal no lo pasa nada bien, por lo tanto, ha decidido que la vida ya no tiene sentido y hará en medida de lo posible todo para quitarse la vida.