—Buenos días —saluda Alessio al entrar a la cocina, le observo de reojo, tiene el periódico debajo del brazo y aún lleva la pijama, cosa que me parece extraña. —Es de mala educación no devolver el saludo, ¿lo sabías?
No le respondo, en lugar de ello me concentro en terminar de freír el tocino que está en la sartén en frente de mí.
—¿Es por lo de anoche? —insiste.
Sirvo lo que he preparado en dos platos, dejo uno delante de él y el otro a lado de la estufa. Después me dirijo al refrigerador en busca de jugo, le sirvo un vaso y el resto que queda en la caja lo tomo al igual que mi plato para luego hacer mi camino fuera de la cocina.
—¿No desayunas conmigo? —pregunta cuando estoy por salir de ahí.
—No hemos desayuno juntos desde que me mudé aquí, ¿por qué habría de cambiar eso ahora? —le miro por sobre mi hombro esperando su repuesta.
—Intento que nos llevemos bien —dice, yo bufo por lo bajo.
—¿Es en serio? —inquiero.
—Muy en serio —responde.
—¿A qué se debe el cambio? —pregunto mientras camino hasta la silla del otro lado de la isla en el centro de la cocina.
—Ya te lo dije —habla, toma un poco de comida de su plato para llevárselo a la boca, una vez que traga, continúa. —El otro día me dijiste que pondrías de tu parte para recuperar mi confianza y yo afirmé que te daba el beneficio de la duda. Bueno, quiero que sepas que en verdad voy a intentarlo —confiesa. —De verdad, es decir... —hace una pausa— ...yo te ví crecer, te crecí un tiempo también, sé de lo que eres capaz y de lo que no —su vista clavada en la mía, su voz sonando ¿honesta?. —Lamento no haber estado ahí, lamento haber llegado tarde.
Dudo unos segundos de sus palabras.
—Saldremos de esto— susurro. —Y no lo lamentes, no es nuestra culpa, después de todo sigue siendo incomprensible y difícil.
—Bien. Terminemos el desayuno, luego yo mismo te llevaré a la cafetería.
Pasamos el desayuno entre bromas y recuerdos de los viajes que hicimos juntos cuando era pequeña hasta parte de mi adolescencia.
La verdad es que debo de admitir que me sorprende su cambio de actitud. Cuando se enteró de lo ocurrido, no acudió enseguida a ayudarme y luego evitaba mirarme a la cara, el que ahora sea amable como lo era antes de lo ocurrido me parece extraño y una parte de mí tiende a desconfiar de él, aunque no quiera aceptarlo.
—Por cierto— digo para llamar su atención —espero que lo de anoche no se vuelva a repetir.
—No sé de qué hablas.
—No te hagas el tonto, bien sabes que me refiero al hecho de que le pedí a tu subordinado que me traiga —le recuerdo. —Pudiste ir por mí o dejar que Franco me traiga.
El ríe.
—Para empezar —se aclara la garganta. —Pierce no trabaja para mí, es su propio jefe —da un par de sorbos a su jugo y luego me enseña dos de sus dedos. —Segundo, no podía ir por ti porque tuve que llevar a un Rob ebrio de vuelta a su casa y no fue tarea fácil, y por último, Franco es un idiota al que no le permitiría que se acerque a ti— y de nuevo ríe. —Aparte tenía que darte una lección, no puedo permitir que a esta edad sigas siendo una consentida e inmadura, hay límites.
—No soy una consentida —me quejo, cruzo ambos brazos por sobre mi pecho.
—¿Ah, no?
—No.
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No soy ella.
FanfictionAnouk es una joven a la que se le ha acusado de cierto crimen, el mismo en el que ha perdido a su familia de manera muy lamentable y el mismo en el que debido a la falta de pruebas, es dejada en libertad. Aún a pesar de ello sigue siendo vigilada po...