Miedos

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Un día, un día solo para verle y poder aclarar las cosas entre nosotros. Durante la semana he pasado por distintas fases, haciéndome pensar una cosa diferente en cada una de ellas. Y aunque el trabajo debería haber servido como distracción, solo me sirvió para no dar puntada con hilo en ninguno de los ensayos que tenía para que saliera todo perfecto esta noche, ni en los ratos que agarraba libreta y bolígrafo en mano junto al piano en mi pequeño estudio.

El lunes llegaron las dudas al pensar que había sido un error confesarle lo que sentía. Después empecé a darle vueltas a los detalles y un atisbo de esperanza se instauro en mi corazón al recordar que si se había despedido de mi con un beso era por algo.

El miércoles vinieron los miedos. Los reproches habían vuelto, lo que significaba que nada de lo que habíamos tenido este último mes era real. Solo una falsa calma antes de la tormenta.

El jueves vino de la mano de la rabia por las reclamaciones que me hizo por yo no elegirle cuando no había tenido más opciones, aun sabiendo que yo podría reclamarle el hecho de tener un hijo con una de nuestras amigas.

El viernes fue el peor de todos los días, la culpa y el dolor habían llegado. Toda la rabia por las reclamaciones se transformó en eso, culpa y dolor. Tenía razón, no le elegí y fue mi culpa todo lo demás que vino después, bueno tal veces no tuve la culpa de que dejara embarazada a Miriam pero sí que le cause dolor, él también me lo causo no esperándome como había prometido una vez. Pero es que no tuve más opciones que esa, o quizás sí pero yo no las conocía en aquel entonces. Era una cría de diecinueve años a la que se le cayó el mundo sobre los hombros de la noche a la mañana. Se me había puesto entre la espada y la pared y se me exigía por todas partes una madurez que no tenía, ahora lo sé. Y mi vida quedo marcada por esas palabras que mi madre me había dicho un día después de volver de uno de los últimos conciertos de la gira de OT, "El amor no lo es todo en la vida hija, aun eres joven y no lo ves. Céntrate en tu trabajo que ese será tu futuro". Esas palabras marcaron mi vida los primeros años de mi carrera. Ahora con casi 25 años me doy cuenta de todas las opciones que tenía y no vi, de que podía haber elegido por mí misma y por lo que de verdad yo quería y no basándome en lo que los demás querían o esperaban de mí.

Dicen que se aprenden de los errores y yo lo había hecho. Lo único que tenía claro era que no quería perder a Luis por nada del mundo. Necesitaba que estuviera en mi vida, me daba igual como lo hiciera. Me valía que fuera hasta como amigos que se van de cañas o excompañeros que se ven de vez en cuando, me daba igual. Eso era más que nada.

Mi prueba de sonido había acabado hacia dos horas y aquí estaba sentada en el camerino junto a Lucia comiendo lo que había encargado. Ella se estaba comiendo una hamburguesa más grande que ella, mientras que yo le daba vueltas a la ensalada de pasta con el tenedor. En otras circunstancias seria yo la que estaría devorando esa hamburguesa pero hoy no tenía ánimos de comer, y en otras ocasiones la ansiedad me daba por comer pero hoy me había cerrado completamente el estómago.

-Tu cabeza está echando humo ahora mismo.- dice con la boca llena de patatas. -Así que para que no va a pasar nada. Y come.

Una leve sonrisa se refleja en las comisuras de mi boca al ver su lado de madre marimandona.

-Tengo el estómago cerrado.

-Bueno, no quiero que te me desmayes en mitad del escenario porque no te haya dado la gana comer nada,- me quita el tenedor de las manos y pincha un poco de ensalada y me lo acerca a la boca.

-Esto no es necesario, Lucia.- hago un mohín y me echó para atrás.

-Pues yo creo que sí, abre la boca y come.

Obedezco y la dejo que introduzca en tenedor en mi boca, ganándome un mirada de aprobación por su parte cuando comienzo a masticar. Vuelve a pinchar en mi plato y acerca la comida a mi boca cuando ya he tragado.

Sin Rencor || AitedaWhere stories live. Discover now