La Biblioteca del señor Línden

253 6 1
                                    

Él la había prevenido sobre el libro. Ahora era demasiado tarde. Ella ya había...

Mejor hay que empezar por el principio. El señor Línden, el dueño de su biblioteca, Los libros de Línden, era un hombre de sesenta y tres años al cual le gustaba mucho leer. Por eso veinte años atrás había fundado su biblioteca, en ella tenía libros de todo tipo, de romance, de comedia, de terror, de suspenso y muchos más. Él había leído todos los libros de su biblioteca, excepto uno, un libro que no leyó, ya que cuando su padre vivía, le había advertido que nunca lo abriera. Línden muchas veces le preguntó a su padre ¿Por qué?, Pero él siempre cambiaba de tema. Hasta que un día, el padre cansado de que su hijo preguntara, le dijo sobre el misterioso libro. Línden prometió que jamás lo abriría. Así lo hizo. Hasta aquel día de enero en el que llegó ella...

Tenía un aroma a vainilla y parecía de las personas que si se les mete una idea en la cabeza, nadie se la puede sacar. Línden nunca la había visto por el barrio, le pareció raro porque el barrio era chico y conocía a todos, entonces se decidió a preguntarle.

-Hola jovencita, ¿sos nueva en el barrio?

- Sí, bueno, estoy de visita en lo de mi tía, me voy a quedar por unos días - respondió ella, su voz era dulce, como si comiera una cuchara de miel todos los días.

-¿Buscabas algún libro en específico?

-No, solo voy a ver los libros de misterio

- Bueno si necesitás ayuda, avisáme.

Ella sonrió asintiendo

-Oh, discúlpeme, ¿cuál es su nombre? - Preguntó Línden

- Me llamo Ángeles, Ángeles Laprida. ¿Y usted?

Él se quedó pensativo unos segundos, le pareció haber escuchado ese nombre antes. - Arturo Línden - respondió finalmente.

A Ángeles no parecían interesarle mucho los libros que habían en la sección de misterio, hasta que encontró un libro viejo, con la tapa medio rota, nadie entendería por qué alguien elegiría un libro así de maltratado, tenía el título en dorado. Línden levantó la mirada y se dio cuenta de que era el libro prohibido, sí, el libro que prometió guardar por siempre se había filtrado en la sección de misterio, Línden se sobresaltó, ¿cómo habría llegado allí?, se preguntó. De pronto se acercó a Ángeles lo más rápido que pudo.

-¡No!, no podés llevarte este libro -dijo alzando un poco la voz

-¡¿Por qué?! - preguntó sorprendida - ¿No se supone que en una biblioteca, uno puede elegir y leer los libros que quiera?

- En una biblioteca también se supone que hay que hacer silencio -respondió Línden con voz baja- vamos a mi oficina y te explico.

Cuando llegaron, Línden le pidió amablemente que se siente.

- ¿Y? - preguntó ella - ¿Por qué no lo puedo leer?

- Porque puede ser peligroso – Respondió él.

- ¿Peligroso? ¿Un libro? ¿Es en serio?

- Sí, es en serio, le prometí a mi padre que jamás abriría este libro.

-¿Por qué?

- El libro era de mi abuela, mi padre me contó que vio cuando su madre encontró ese libro adentro de un armario, se habían mudado hacía unos días. Ella se sentó en un sillón y abrió el libro, apenas pasaron unos minutos empezó a salir una luz verde del libro y cuando se acercó para ver empezó a brotar una planta que la hizo dormir, pero no despertaba por nada, el intentó de todo pero nada funcionó hasta que agarró el libro miró la contratapa y solo decía nombres de personas, miró a su madre y ésta había desaparecido. Su nombre apareció en la contratapa, nunca la volvió a ver y no quiero que eso suceda otra vez.

-¿Y el nunca lo abrió? o ¿tuvo curiosidad de cómo funcionaba?

-Nunca, después de lo que pasó jamás quiso saber nada acerca de ese libro, así que lo guardó en un cajón y poco antes de morir me lo dio a mí y le prometí que no lo leería jamás.

-Usted le prometió Arturo, yo no prometí nada.

-Igual no puedo dejar que lo toque nadie

-Y si no puede tocarlo nadie, ¿Por qué estaba entre los libros de misterio?

-No lo sé, pero por favor no intentes leérlo

-Está bien –respondió Ángeles, pero aún así tenía ganas de abrirlo. Quería saber acerca de ese extraño libro.

Ella se levantó de su asiento, estrechó la mano de Línden y fue a ver a los libros otra vez, pero en realidad estaba esperando que Línden se distrajera con algo para robar el libro. Cuando él se paró para ir al baño Ángeles rápidamente agarró el libro, dejó cincuenta pesos sobre el escritorio de su oficina y salió corriendo hacia su casa. Cuando Línden salió del baño, entró a su oficina y se dio cuenta de que en lugar del libro había cincuenta pesos, salió de la biblioteca lo más rápido que pudo en busca de Ángeles, él fue directo a la casa de la señora Laprida la cual se encontraba a dos casas de la biblioteca, tocó timbre tres veces y al fin atendió la señora.

-Señor Línden –dijo la señora

-Lo siento, pero no hay tiempo, su sobrina está en peligro déjeme pasar.

Ella rápidamente abrió la puerta y lo dejó pasar. Lo guió hasta la habitación de Ángeles y abrió la puerta. El la había prevenido, ahora era demasiado tarde. Ella ya había abierto el libro. Estaba dormida en su cama y de él brotaba una planta. Ángeles estaba desapareciendo hasta que el señor Línden se acercó y arrancó la planta de pronto Ángeles volvió a estar entera y despertó.

-Arturo –dijo Ángeles- No debí haber abierto ese libro

-Está bien, yo no debí haber contratado al que lo puso en la sección de misterio.

Ella sonrió.

-Qué bueno que estés bien Angie –dijo la señora Laprida

-Gracias, tía

-Ángeles, ¿me acompañás a deshacerme de este libro? –preguntó Línden

-Sí, vamos –respondió ella.

Llegaron a la costa y desde una escollera Angie sostuvo el libro en sus manos unos segundos y con todas sus fuerzas lanzó el libro hacia el océano. Nunca lo volvieron a ver y así estuvieron bien. Ella se mudó con sus padres a ese barrio y nunca dejó de visitar la biblioteca del señor Línden.


La Biblioteca del señor LíndenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora