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Recuerdo la primera vez en la que nos conocimos, era en invierno. Navidad para más preciso, siendo también mi vigésimo cumpleaños. Yo como todos los años la pasaba solo, -pues no tenía con quién festejar las dichosas celebraciones- en aquel restaurante.
Noté algo raro, tú eras el nuevo allí y resultaste ser un chico demasiado lindo y de buen corazón.
Recuerdo haberte comentado mi cumpleaños cuando tomabas mi orden, a los pocos minutos regresaste con un pequeño pastel en manos y cantaste para mí.