Capítulo 1: Amarillo

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Capítulo 1: Amarillo.

Miranda se encontraba de pie bajo la sombra de un árbol, embelesada con la aparente infinidad del campo de girasoles que se extendía frente a ella, llevaba su largo cabello castaño atado en un chongo alto y no usaba nada más que aquel vestido amarillo que tanto le gustaba. Sentía la fría pero agradable brisa de junio erizarle la piel debajo del vestido y el pasto bañado de un suave rocío hacerle cosquillas en las plantas de sus pies descalzos.

Miranda, toda ojos verdes y piel morena, contemplaba aquel campo de girasoles mientras pensaba en la emoción que sentía por su cada vez más próximo viaje de graduación; pensaba en Sarah y Olivia riendo en el centro comercial mientras se probaban grandes sombreros y escogían los trajes de baño con los mejores escotes, pensaba en Max negándose a tomar una gota de alcohol pero accediendo después de unas cuantas peticiones de sus amigos... y pensaba en su amado Ian, pensaba en pasar la noche con él, tomándose de la mano en la playa y besándose debajo de las sabanas, sólo los dos, alejados de todo...

La chica se encontraba sumida en sus pensamientos cuando la brisa comenzó a volverse cada vez más intensa, poco a poco aquel agradable viento se tornó gélido, violento, brusco. De un momento a otro esa suave brisa inicial era ahora una fuerte tormenta, Miranda dio rápidamente media vuelta para ir a casa, sin embargo tropezó y cayó en el pasto, ella intentó levantarse, más sus piernas no se lo permitieron, sintió entonces golpes; uno, dos tres...

Tres patadas en el vientre fueron más que suficientes para que Miranda soltara una bocanada de aire y se despertara de golpe encorvándose sobre sus piernas, la chica tosió varias veces y escupió algo espeso que momentos más tarde descubrió que eran coágulos de sangre. Miranda estaba confundida, se sentía terriblemente mareada y con ganas de vomitar, en los labios tenía un fuertísimo sabor a medicina de cereza y sangre seca y le ardían terriblemente el cuello y el hombro izquierdo. "Estoy soñando", pensó mientras sus ojos se cerraban de nuevo y los mareos aumentaban por los fuertes dolores que sentía.

Sin embargo, una cuarta patada, ésta más fuerte que las anteriores y acompañada con gritos que aún no podía entender bien, la devolvieron a la realidad. La morena abrió casi por completo los ojos y aún un tanto perdida distinguió múltiples pies descalzos que se movían velozmente en todas direcciones seguidos de capas negras que se arrastraban tras ellos, notó también luces rojas parpadeantes por encima de su cabeza, las piernas le temblaban "estoy soñando", pensó una vez más, mientras cerraba fuertemente los ojos queriendo regresar a aquel campo de girasoles "estoy soñando, estoy soñando", pensaba ella, cada vez con más temor de que aquello no fuera ningún sueño.

Segundos más tarde, Miranda permanecía con los ojos cerrados, "estoy soñando, estoy soñando", continuaba pensando mientras sus latidos se aceleraban cada vez más y el temblor de sus piernas se extendía por todo su cuerpo, la joven ya con lágrimas en el rostro y sin poder moverse por el terror, rezaba porque cuando abriera los ojos, su atacante, aquel que le había propiciado los golpes en el vientre y a quien no había logrado ver por los mareos, hubiera desaparecido ya, y con él, aquellas luces rojas y esos seres de capas negras. De este modo, segundo tras segundo, rezo tras rezo, los gritos y la bulla que había escuchado en un principio, fueron cesando lentamente, "estoy soñando, estoy soñando", pensó Miranda mientras abría poco a poco los ojos nuevamente, ya con el pulso más tranquilo...

Sin embargo, un puñetazo en la cara y un nuevo coagulo de sangre saliendo de la boca de la joven le devolvieron instantáneamente la irregularidad a los latidos de su corazón y la despertaron de golpe de lo que anteriormente le había parecido una alucinación.

-¡Levántate!- Gritó con furia un hombre con el torso desnudo que se escondía tras una aterradora mascara de lo que era sin duda, una cabeza de cabra real, el hombre la tomó del brazo con la suficiente fuerza para dejarle una marca en éste, y la puso de pie unos segundos para acto seguido arrojarla hacía enfrente y hacerla caer de rodillas nuevamente.

Frente a Miranda yacían los hombres de las capas negras, cada uno de ellos portaba una máscara de cabra igual a la de su atacante, hechas también con las cabezas de animales reales, algunas de ellas aún chorreaban sangre y apestaban terriblemente. Estos hombres se encontraban ahora callados y alineados en dos hileras frente a la chica. Ella se encontraba forzando la vista entre la confusa iluminación que inundaba la sala, cuando de pronto, las anteriormente luces rojas parpadeantes se volvieron ahora una uniforme luz amarilla, fue entonces cuando Miranda, después de parpadear unos segundos finalmente pudo mirar a su alrededor...

Llena de terror, la joven contemplo una lúgubre habitación que parecía haber sido una bodega, tenía goteras por todos lados y cajas desordenadas en las esquinas, olía a lluvia y podredumbre y se asomaban ratas aquí y allá. El piso estaba casi completamente lleno de lodo y estiércol y las moscas revoloteaban por todo el cuarto. En las paredes se observaba una especie de escritura en una lengua desconocida y en una esquina se apilaban cuerpos de animales muertos: gallinas, cabras e incluso una vaca.

Miranda continuaba de rodillas paralizada por el terror y sin saber a dónde mirar, sentía las piernas entumidas y el constante palpitar del ardor del cuello y el hombro, estaba usando nada más que el vestido amarillo que tanto le gustaba, ahora lleno de sangre seca, lodo y mierda y llevaba su largo cabello castaño atado en un ahora deshecho chongo alto.

Reinaba en la habitación un silencio sepulcral y abrumador, en ese momento Miranda volvió a sentirse mareada, y de pronto, entre su corazón agitado y su infinito terror, la chica sintió vergüenza, un fino y tibio hilo de líquido amarillento con tintes rojos salió lentamente de entre sus piernas y se deslizo mojando su vestido y la tierra que yacía debajo de sus nalgas... entonces y sólo entonces, Miranda, de ojos verdes y piel morena, tuvo completa certeza de que aquello no era ningún sueño, y lamentablemente tampoco era ninguna pesadilla. 

El señor de los cerdos.Where stories live. Discover now