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Y sonó, un día sonó en mi cabeza.
Algunos le dan nombre otros como yo simplemente lo oyen y en ocasiones le hacen caso y se ponen a escribir. Les expongo mi caso, a mis 23 años, por fin pude darme cuenta que no pertenecía a lo que solían llamar sistema. Siendo este el que imprimieron y moldearon en nuestra cabeza desde que éramos niños, siempre a su parecer al parecer de una masa.
A pesar de ello, siempre tratamos de luchar contra doctrinas o paradigmas impuestos, pero siempre hay un STOP o freno en nuestra cabeza que nos limita, nos dice hasta donde podemos llegar teniendo en cuenta lo que conocemos como sociedad o mejor dicho como reglas de una sociedad estructurada.
He allí el hecho. Si le prestamos más atención al freno de mano que nos limita, no podemos avanzar y descubrir de que somos capaces, no podemos ver más allá de lo que es el programa implantado en nuestro cerebro.
Entonces, ¿Hasta donde llega nuestra libertad?.
Si tomamos en cuenta que siempre nos dicen que somos libres, y que podemos hacer lo que queremos, podemos darnos cuenta que estamos errados. Ya que en nuestro cerebro se activa el freno de mano donde nos limita de cierto modo lo que podemos y no podemos hacer, por el simple hecho que si no cumples ciertos parámetros impuestos, no perteneces a la sociedad, no perteneces a la masa.
La libertad no es elegir un camino, si no rebelarte con todos los que quieren imponerte una.

Es por eso que decidí hacerle caso al eco en mi cabeza y contar mi pequeña aventura, mi tal vez emocionante historia, la historia del error en la programación.

Error de programación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora