A veces me sueño despierta buscando emociones distintas, llenas de alegrías que desconozco y en verdad quisiera conocer de cerca; mi mente viaja tan pronta como mis deseos, aunque se apagan; cuando José me busca al teléfono con sus ideas comunes —vamos a caminar cariño, necesitamos aire, luz, estirar el cuerpo, estoy por ti en 5 minutos.— con su frase tan estructurada y sana terminan mis sueños de ardor y deseo, él tan... bueno, siempre bien hecho, que no me da la mínima confianza de incitarlo a pensar diferente, quizás un poco más como lo que yo si quiero. Así que pronto me arreglo para una larga caminata, al sonar el timbre bajo a prisa para verle, quisiera brincar a sus brazos locamente, invitarlo a pasar para desencadenar a mis sueños. Pero José solo sonríe ameno —amor, que bueno verte de nuevo— me toma del brazo con suavidad invitándome a caminar frente a él. Sólo puedo suspirar añorando lo que no tuve, mientras escucho sus historias aburridas de lo que lo apasiona.
Al llegar a casa, desde hace tres meses que nos comprometimos, seguimos la rutina, él va por algo de comer para ambos mientras yo me cambio, un baño corto que apenas me permite disfrutar de mi cuerpo, el desinterés de José es más que ofensivo, triste. Jamás me ha tocado, aun así, me sentí feliz de aceptar el anillo, ninguna de mis amigas puede decir lo mismo, he sido la primera en conseguir un gran compromiso, mi futuro marido, aunque acartonado me lo da todo y espero con ansias la extensión de ese concepto en algo más para mí y menos para su trabajo.
Mientras espero que vuelva, me sorprende una amiga al teléfono he insistente me pide le acompañe de noche a una despedida de soltera, de alguien de la oficina a un lugar que no conozco pero que al parecer se ha puesto de moda. Si le digo a José a donde iré se sentirá culpable de no poder ir y me pedirá que me quede junto a él leyendo alguno de esos tristes libros como <<La Republica>> o <<Maquiavelo>> se preocupa tanto que me quede dormida que no le da pena alguna moverme de nuevo. Si José, no fuera tan aburrido como lo veo, yo sería más abierta en mi relación con él y hasta lo invitaría, pero no puedo.
—Mi madre no se siente bien y me pidió acompañarla esta noche, desde que papá murió su depresión va en aumento, si no te molesta nos vemos mañana para almorzar de nuevo— le digo con cara triste —te extrañaré— responde mientras besa con suavidad mi frente y deja mi casa temprano. En serio no me lo creo. Mentir esta vez me trajo algo bueno. De inmediato le marco a Victoria, para confirmar la salida y me apresuro a vestir mi mejor escote. Pero cuando me veo en el espejo, siento miedo. ¿Qué pasará si José se entera? ¿Reprobara por completo el vestido? ¿Rompería acaso el compromiso?, vuelvo al teléfono con Victoria solo para que unos minutos después me convenza de no estar haciendo nada malo y que solo tenemos una vida y es esta. Regreso al espejo con mayor valentía y reduzco la expectativa de mi vestimenta, después de todo no voy por una aventura, solo saldremos a divertirnos y yo: futuro marido ya tengo. Así que dejo el vestido rojo sobre la cama y recojo en coleta mi hermoso cabello, sin tanto arreglo nadie podría decir que esto es traición o mentira, solo una breve adaptación del momento.
Victoria, me dice que Nuria, es a decir verdad un chico que pasa por ella, pero que no debo perder cuidado aquí todos son inclusivos y grandes amigos, lo cual es verdad esto es tan divertido, son tantas las chicas que vienen aquí, que ni si quiera pensar que estoy mal ha pasado por mi mente. En realidad, comienza a obsesionarme la idea que sería genial hacer justo aquí mi despedida de soltera y que alguien semidesnudo con bíceps me baile un día antes de mi boda, es justo lo que necesito para sentir esa chispa que falta en mi vida antes de decir: sí acepto.
La noche entrada en tragos me pone un poco imprudente, mis deseos fugaces de pasión alocan cada célula de mi cuerpo pidiéndome más, desinhibiendo a mis complejos nocturnos me quito el saco y luego la blusa, los bailarines de graciosos personajes se entusiasman con mis interiores de encaje rojo que deja poco a la imaginación, invitándome a subir al escenario. Bailamos <<I will Survive>>, <<Born this way>>, <<Belive>> entre muchas otras del tipo y me siento tan feliz, tan libre, que podría conocer a más de alguno un poco más a fondo de lo que a José mismo.
A trompicones accedo a un privado y el ardor de mi boca desfoga el deseo en los labios de un hombre que me saben muy bien, casi familiar, pero con una pizca de picardía que desconozco. Sus manos están sobre mí, recorriendo todo mi cuerpo, he perdido el encaje y soltado mi cabello, —yo no venía a esto— le digo en voz alta, pero pienso: estoy viviendo un sueño entre terciopelo negro, encaje rojo y seda blanca que envuelve aquel cuerpo de gloria que cubro de besos. Y no quiero olvidar esa noche, así que en el candor de los cuerpos encuentro mi teléfono para una selfie que él rechaza, pero al fin consigo, para luego terminar en el éxtasis de la cándida lluvia que yo por primera vez conocía.
De pronto mi amiga se asoma al privado, escandalizada me reprueba por lo hecho, obligándome a vestir de nuevo y sacándome a prisa de aquel lugar de gozo eterno, para mi ahora el cielo. La sonrisa perfecta y ahora mal sana, quizás nada podrá borrármela ahora, no lo sé después.
A la misma hora del día siguiente, José esta al teléfono de nuevo —pasó por ti en 5 minutos para ir a correr— entro en pánico no quiero saber qué pasará si se entera acaso de mí desliz, de mi falta de amor, de lo que me atreví hacer sin él en aquel bar. Siento miedo y corro al baño para verme las posibles marcas, quitarme el olor a pecado quizás sea una buena solución, pero ningún jabón borrara las imágenes de mis recuerdos, disfrutando la piel de otro hombre a quien muero por ver de nuevo, entonces mi mente se clarifica y decido borrar la evidencia de mi teléfono, comienzo a pasarlas una por una antes de borrarlo todo, quiero guardarlo en mi mente por completo y veo de nuevo tantas fotos absurdas, tantas cosas vividas en unas horas, tanta locura en la carne saciada por un desconocido vestido de seda con los labios rojos y tiara de princesa, ¿desconocido? —Este no es un desconocido — grito y grito eufórica, furiosa, hice el amor con un personaje vestido de vieja, —¿Cómo es posible?— Me siento tonta, absurda, engañada, yo tan arrepentida y él tan sin vergüenza, llaman a la puerta y bajo en bata de baño sin arreglarme —no estas lista— me reprocha con calma mientras entra —¿para qué para correr o para pretender ser alguien más? — alzo la voz mientras le aviento mis bragas de encaje rojo a la cara y le muestro la foto, el solo puede agachar la cabeza en señal de aceptación de la culpa y se acerca por mi espalda para consolarme mientras lloró.
En su abrazo reconozco al hombre que me hizo suya la noche de anoche y tiemblo, mis deseos de nuevo poseen un poco más de mí que la razón, así que sin concebir lo cruel de la idea me entrego con la luz del día al hombre aburrido que anhele no fuera él. Olvidando las explicaciones necesarias, sin buscar la lógica del aquelarre del que fui presa. Solo puedo dar rienda suelta a mis sueños ahora despierta.
Fin.