INTRODUCCIÓN

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—¿Cuánto falta para llegar?—preguntó mamá con impaciencia, que iba en el asiento de copiloto en el auto.

—Unos cuantos minutos más—contestó papá, que era quien iba conduciendo el auto.

Yo me mantenía callada y esperaba pacientemente en el asiento trasero del auto. Veía como habíamos dejado los grandes y lujosos edificios de Leipzig, y pasábamos a paisajes de árboles frondosos y llenos de musgo, plantados a ambos lados de la solitaria carretera.

Varios cuervos negros se posaban a ambos lados de la carretera, sobre las ramas de los árboles, acompañándonos y guiándonos hacia nuestro destino: Escher.

Escher había sido el pueblo donde papá había nacido y crecido. Esta era su cuna, venía a pasar aquí mis vacaciones con mi abuela porque reciente había terminado el instituto. Estaba próxima a ir a la universidad y no sabía qué carrera elegir.

También venía aquí para olvidarme de él...

Estaba muy emocionada por llegar, me habían contado maravillas sobre Escher, un pueblo pequeño alejado del bullicio de la ciudad, con una ubicación bastante aislada.

—¿Llegamos?, ¡llegamos!—dijo mamá, muy emocionada al ver la entrada del pueblo adelante.

Lo que veía me gustaba, un bello pueblo con una entrada protegida por una gran reja que se extendía unos cuantos metros hacia los lados, estaba en medio del bosque.

Papá se bajó del auto para abrir la reja, mamá y yo lo esperamos en el auto. Ella estaba retocando su labial rosa, viéndose en el espejo.

Al poco rato, papá llegó y se subió de nuevo al auto para que entráramos.

¡Era hermoso! Casitas que parecían de la época medieval, suelos empedrados y más adelante eran de asfalto, dejando ver unas casas bastante lujosas al centro de la ciudad.

Habíamos llegado a Escher.

Estaba lista para pasar mis Vacaciones en Escher.

ESCHERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora