Pestañear.

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Una cama desordenada y un chico sentado sobre ella. Habitación completamente oscura a excepción de un pequeño rayo de luz que entra por un agujero de la cortina.

La mirada indiferente del chico era envolvente. No tenía expresión, parecía sin vida.

Se repetía a sí mismo en su mente:

¡PESTAÑEAR!

Pero sin efecto alguno hasta que suena el celular y logra librarse de ese abismo.

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