IX. Final

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Tony ingresó a la habitación de su padre con las manos temblorosas, temeroso de lo que iba a encontrarse ahí adentro.

Ahogó un jadeo cuando vio a Howard en la camilla, con un respirador artificial y muchos cables conectados a su pecho y manos. El monitor mostraba un pulso estable. Con paso lento y cuidadoso llegó hasta su padre y se sentó, halando una silla; tomó una de las manos del alfa, sintiendo lo áspera de ésta y notando lo pálida que estaba su piel.

—Perdóname, papá, por no haber estado aquí contigo antes— dijo con voz ahogada por el llanto, acariciando con su pulgar la mano de Howard—. Me has dado un susto de muerte, ¿Sabes? Cuando te pongas bien, porque lo harás, te la cobraré.

Con su mano libre se secó las lágrimas que habían comenzado a escurrir de sus ojos. No supo en qué momento había empezado a llorar.

—¿Te acuerdas de esa vez que chocó el auto en el que íbamos tú y yo, cuando era niño?— siguió hablando—. ¿Cómo me abrí la cabeza con el golpe? Me comentaste que sentiste mucho miedo de perderme porque los doctores no me daban esperanza de vida, creían que ni la noche iba a pasar. Pero aquí estoy, vivito y coleando, haciendo de tu vida un circo por las cosas que me pasan. Así mismo vas a hacer tú, vas a vivir viejo decrépito, para seguir jodiendo mi vida con tus regaños, ¿entendiste? Para que veas a tus nietos crecer. Además, tengo algo que contarte.

Unos leves golpes y el sonido de la puerta abriéndose le hicieron limpiarse con frenesí las lágrimas antes de voltearse a ver al que había ingresado. Era el doctor.

—Señor Stark, necesito hablar con usted— dijo el médico con tono severo, el omega se puso de pie y se acercó al beta—. Es necesario que se haga una operación y se le coloque un marcapasos, aunque se está estabilizando y comienza a estar fuera de peligro, su corazón necesita un regulador con urgencia.

—¿Cuánto es el riesgo?

—Existe un 75% de que no soporte el proceso, por su edad y la condición de su corazón— contestó el médico y sintió como su mundo se caía a sus pies—, pero si resulta exitoso, su esperanza de vida se alargará.

No quería perder a su padre, ya había perdido a su madre y no resistiría volver a pasar por la depresión. No importaba cuánto peleara con Howard, cuánto se enojara, siempre necesitaría de su familia. Tomó una decisión.

—Hágalo doctor— dijo él determinado.

Salió de la habitación en busca de sus hijos, quería un poco de consuelo en ellos, tenía que ser fuerte por el par. Los halló en la sala de espera, Peter acurrucado en Natasha y Harley siendo abrazado por Sarah; ambos niños al verlo se soltaron de las mujeres y lo abrazaron con fuerza mientras sollozaban con fuerza. Se hincó en el suelo para sostener a sus cachorros.

—¿El abuelo va a morir?— preguntó Harley con voz temblorosa. No sabía ni qué responder.

—Tu abuelo es una persona muy fuerte— respondió sin estar del todo convencido—, esperemos que logre salir adelante.

—Tony— lo llamó Sarah, la omega se agachó a su lado—, si gustas puedo llevar a los niños a tu casa para que descansen y quedarme con ellos.

Tony soltó a sus hijos y la abrazó a ella, queriendo encontrar un poco de apoyo maternal; Sarah siempre lo había cuidado como si fuera su hijo desde que su madre hubo muerto.

—Te lo agradezco mucho, Sarah— la rubia sonrió con tristeza.

—Vamos pequeños, iremos a casa— habló la mujer ya de pie, tendiendo ambas manos para que los niños la tomaran.

Con un poco de resistencia Peter y Harley se fueron del hospital, no queriendo dejar a su padre solo; notó que Bruce no estaba, lo más seguro que que hubiese regresado a casa con su hija recién nacida, Thor y Loki se habían ido a su casa también porque sus cuatro hijos los reclamaban, Rhodey y Carol estaban en la cafetería. Tony se sentó en el sofá y cerró los ojos; sintió como alguien se sentó a su lado, un aroma fresco que reconocía a la perfección. Natasha pasó un brazo por sus hombros y lo acercó a ella.

Un esposo de mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora