No recuerdo la última vez que te escribí, y aquí estoy, una vez más, describiendo tu ausencia en cada interlineado de este poema.
No hubo un adiós, ni un abrazo, no hubo ninguna clase de despedida. Estabas ahí, entre la vida y la muerte, mirándome fijamente a los ojos y no me pude contener; mis impulsos me llevaron a abrir la puerta, tenía la mano en la manecilla cuando una voz a mis espaldas me detuvo....
-Disculpe señorita, pero aquí no puede ingresar.
Fueron las palabras de una mujer blanca con ojos marrones quien inmediatamente ingresó a la sala con su uniforme médico mezclándose entre los otros tantos que te rodeaban.
Sentía que me arrebataban una parte de mi alma cuando uno de los médicos entre gritos anunciaba que te estaban yendo, mientras tu lentamente cerrabas los ojos como si a una entrada de un sueño profundo se tratase.
-¡Lo perdemos, lo perdemos!...
Al oír esas palabras, un escalofríos pasó por todo mi cuerpo y un sin fin de recuerdos pasaron frente a mi en ese momento aquello terminó cuando un sonido agudo y escalofriante me regresó a la realidad e invadió en los oídos de todos los que nos encontrábamos ahí: era el monitor de electrocardiograma que nos advertía que tu corazón había dejado de latir....
Tras varios intentos de reanimación fallidos los médicos esperaron unos minutos, uno de ellos salió de la sala, me miró a los ojos tratando de imaginarse el dolor que yo estaba sintiendo y me dijo....
-Lamentamos tu pérdida....-@little.saira