o. i did it for us!

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o. ¡lo hice por nosotros!

En aquella dulce y taciturna noche en Paris, Francia; toda la mente de una rubia vivaz y curiosa, que cosía habilidosamente un vestido de lino azul pastel, con pequeñas flores amarillo limón. En su otra mano reposaba un tibio fragmento de un croissant a medio comer, y mordía su lengua como gesto de concentración.

Giselle Beauregard era una chica jovial y tierna, que gozaba en todo su esplendor el crear memorias dignas de recordar y contar o conocer y pasar el tiempo con las personas que vivían a su alrededor. Pero nadie en todo Paris podía negar que lo que Giselle más amaba, era a su prometido: Gabrielle Delahaye . Su alma gemela, el amor de su vida, su sol y sus estrellas.

Pero desgraciadamente, es ese ciego y loco amor, el que rompería el dorado corazón de la joven Beauregard.

Esa misma noche, Giselle se había quedado terminando unos vestidos y faldas en su pequeña tienda hasta tarde, así que no pudo pasar demasiado tiempo con Gabrielle. Pero en compensación, la rubia había comprado una botella de vino y una caja de bocadillos dulces para cenar en casa junto a él.

Los minutos habían pasado rápidamente y Giselle finalmente había terminado su quinto vestido, era muy bello. Giselle sonrió para si misma orgullosa de su creación.

Puso las agujas en un alfiletero de pompón, colgó los vestidos en sus respectivos maniquíes y al terminar admiró todo con orgullo. Con sus dedos (algo afectados por sus errores con la aguja) sacudió su cabellera dorada y ondeada, abrió sus brazos y relajó sus músculos, tanto tiempo sentada hizo que le doliera la espalda.

Tras apagar toda fuente de luz en La Belle Vie, Giselle salió triunfante camino a su cálido hogar junto a su amado Gabrielle. ¿Saben qué es lo mejor de Paris? Fácil, es que aquella radiante ciudad nunca duerme. La suave brisa le acariciaba las mejillas y peinaba su cabello, era la esencia de Francia. Aún habían restaurantes abiertos, bares, y otros locales. El aroma a comida inundó sus fosas nasales y la luz de la Luna se movió sobre su propia figura.

Algunos conocidos de ella la saludaban al pasar agitando su mano, inclinaban su sombrero o simplemente sonreían, porque muchos habían tenido el placer de haber conocido a la vivaracha rubia.

Unas cuadras más adelante, Giselle llegó al apartamento que ella compartía con Gabrielle. No obstante, justo antes de entrar, la rubia escuchó algo inusual. Un grito, pero no de dolor.

Hizo una pausa, miró el pomo de la puerta, frunció el ceño. Escuchó el eco de la exclamación rebotar en sus oídos. Permaneció en silencio esperando que el sonido se repitiera, y lo hizo.

-¡Oh Dios mío, Gabrielle! -gritó alguien dentro del apartamento, siguieron jadeos y... gemidos. Algo hizo click en la rubia cabeza de Giselle, un pensamiento que le humedeció los ojos de inmediato. ¿Por qué no se había dado cuenta?, era obvio ahora.

Las salidas sospechosas de Gabrielle, el labial esparcido sobre sus labios hace una semana, sus "juntas de emergencia"... Oh, había sido tan stupide.

Sin pensar un poco más, Giselle irrumpió en el apartamento, encontrándose con una imagen inaudita. Gabrielle, su Gabrielle estaba tirado sobre el sofá color crema de la sala de estar, mientras una pelirroja forastera debajo de él estaba siendo devorada por los labios del castaño.

Solo la otra chica había notado la repentina presencia de Giselle, provocando que se levantara rápidamente después de darle un leve golpe a Gabrielle para informarle de la nueva invitada. El chico Delahaye se giró desinteresado a ver que ocurría, le sorprendió ver a Giselle Beauregard parada en el umbral, con los brazos cruzados y los ojos húmedos.

-¡G- Giselle! -balbuceó, con los ojos abiertos como platos -¡Mon amour, no es l-lo que crees! -exclamó, poniéndose su camiseta al revés y pasandole a la pelirroja una blusa.

-No, no. Continúen -dijo ella, le tembló el cuerpo, parpadeó para despejar los ojos de lágrimas-. Se ve que se divierten bastante.

Se secó las mejillas con la mano y dejó que sus pies la guiaran hasta la habitación principal, con su ex prometido detrás de ella. Recorrió la habitación en silencio en busca de su maleta, a unos cuantos pasos de ella estaba el dicho objeto. Gabrielle terminó de abrocharse su camiseta (hecha por ella misma) y tomó el brazo de Giselle.

-Princesse -la llamó, antes ella solía derretirse cuando escuchaba ese apodo salir de sus labios, pero ahora, era la palabra más amarga que jamas pudo escuchar. Se soltó de su agarre, tomando un par de prendas al azar, todas las que cabían en sus manos

-. Es que... Déjame explicarte... -pidió. Giselle reunió toda su paciencia, pero era imposible tenerla ante tal descaro.

Se preguntó si alguna de las palabras que Gabrielle alguna vez le dijo eran reales, o sólo discursos ya gastados con quien sabe cuántas mujeres más.

-¿Qué querías que hiciera? Ya nunca estabas en casa y yo... -.

-¡Lo hice por nosotros, Gabrielle! ¡Por ti y por mi! -chilló con rabia; haciendo cuentas de los infinitos días en que se quedó haciendo y deshaciendo vestidos hasta entrada la madrugada, reuniendo dinero para su boda.

Tal vez él nunca estuvo para ella realmente.

-¡Yo...! ¡También tengo mis necesidades, Giselle! ¡No es mi culpa que no te interesen! ¡Si tú no hubieras sido tan egoísta esto no habría pasado!

Ouch. Eso había dolido. ¿En eso se basaba su ahora rota relación? ¿Las necesidades de Gabrielle? A modo de respuesta, la palma de la mano de Giselle marcó su llegada a la mejilla de su ex prometido. No necesitaba oír más.

De un solo movimiento se quitó su anillo de compromiso y lo golpeó contra su pecho con todas sus fuerzas. Él solo la miró sin decir palabra; era mejor así.

La pelirroja entrometida seguía parada en medio de la sala de estar, claramente avergonzada. Giselle no tenía claro si ella sabía que Gabrielle era comprometido o si no; aún así su enojo no iba hacia la chica sino a él. De haberse negado a tener una aventura con ella, no estaría en aquella posición.

Sin nada más que hacer o decir, alzó la barbilla lo más que pudo y cruzó el umbral de su antiguo hogar. No obstante, Gabrielle había sido humillado al ser abofeteado por ella; así que no guardó silencio:

-¡Nadie te amará como yo! ¡Jamás! -.

Gabrielle tenía razón: Nadie la amaría como él, sino mejor. No sabía por qué estaba tan segura, pero así iba a ser. Solo que no planeaba que fuera tan pronto, no lo quería así.

Sería mejor no enamorarse por un tiempo.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2020 ⏰

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𝗙𝗔𝗟𝗟𝗜𝗡𝗚 𝗟𝗜𝗞𝗘 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗧𝗔𝗥𝗦  ─── 𝗻𝗲𝘄𝘁 𝘀𝗰𝗮𝗺𝗮𝗻𝗱𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora