A la séptima vez seguida que le atendió el contestador sintió que algo andaba mal. Ella nunca había tardado tanto en atenderlo. El teléfono sonaba, así que apagado no estaba. Tampoco estaba sin señal, porque de ser así no hubiera tenido que aguantar los 42 tonos de espera en vano. Pensó que quizás no pasaba nada, que seguro lo tendría en silencio, que estaba a no más de cuarenta minutos de distancia de su departamento. Se empezó a sentir estafado porque quince minutos antes había pasado por el peaje de la autopista Buenos Aires - La Plata y la empleada que lo atendió no le dijo nada sobre el terrible embotellamiento en el que ahora estaba.
A su izquierda había un 206 gris donde una joven jugaba con su teléfono. La luz blanca la invadía desde el mentón iluminando su cara de forma casi pareja, dejando lugar a un leve contraste agradable. Se acomodo el pelo y sonrío después de darse cuenta que él la estaba mirando. Le dedico un gesto como diciendo: Vos seguro que te quedas así colgado con todas.
La bocina del flaco del Gol de atrás lo tenía arto. Sacó la mano por la ventanilla para indicarle que parara con la bocinita y deseo haber nacido en otro país que no perteneciera al tercer mundo. Con Nueva Zelanda se conformaba. Esperó media hora más para volver a escuchar: "El número con el que intenta comunicarse se encuentra fuera del área de servicio". Esperó un rato más y mando un wsp, pero el visto nunca se clavó.
Su hermana había llegado a la capital hacia un año, vivía sola y todavía se estaba adaptando. La habían robado un par de veces y acosado unas cuantas más, por eso Lucas le regaló un espray pimienta que ella siempre llevaba en la cartera, o por lo menos eso le decía. La llamo otra vez más. Tiro el celular al asiento vacío del acompañante y vio casi por reflejo que el señor del Astra de al lado le golpeaba el vidrio de su ventanilla.
-Buenas noches.
-Buenas -contestó.
-Que desastre esto, eh -dijo el señor, señalando a la fila interminable de luces rojas y puteadas.
-Si una locura, ¿tiene idea de que está pasando?
-Para mí pibe, que hubo un accidente en la bajada, ¿viste como andan algunos pelotudos que se creen Yumajer?
-Uh... espero que no. Me estuve fijando que onda por internet pero no aparece nada todavía.
-En la radio tampoco dicen nada... Bueno pibe habrá que esperar nomas, cualquier cosa si llegas a saber algo avísame, mi nombre es Mario –Le dijo estrechándole la mano.
-Ok, un gusto. Yo soy Lucas.
Subió la ventanilla, volvió a navegar por internet y terminó saltando cactus con el T-Rex. Pasó como una hora más antes de que se diera cuenta de que no estaba en la guantera, ni que tampoco estaba debajo de los asientos, ni tirado en el quilombo de papeles que tenía en el asiento de atrás. Se estaba quedando con un quince porciento de batería en el teléfono y se había olvidado el cable USB en su casa.
El Tarado de atrás, al igual que la mayoría, se había cansado de tocar la bocina, el silencioso ronroneo de los motores le dio sueño y cayó en la cuenta de que la situación iba a dar para rato. <<Justo hoy me tiene que pasar esto a mi>> pensó. Por el retrovisor vio como el bocinero y su mujer se quedaban dormidos. La chica del 206 le contagio un bostezo que capto por el rabillo del ojo, y las luces rojas del auto de adelante le hicieron querer cerrar los ojos. Apago el teléfono para ahorrar el poco de batería que le quedaba y encendió la radio. Eligio la AM. Puso una emisora pero solo transmitía música, cambio a otra en la que sonaba música de ascensores, cambio a la siguiente y a la que le seguía: música y más música. Cambio a la FM y no escuchó ni una sola voz. Volvió a abrir la guantera y detrás de los anteojos de sol se encontró con un cosquilleo de placer que le trepó por la espalda haciéndolo sentir que era débil nuevamente. En la guantera, detrás de los anteojos negros había algo. Algo que había estado ignorado por mucho tiempo. Una trampa que su yo del pasado le había dejado para ponerlo a prueba. Por cinco meses había llevado esa cajita de Marboros en el auto como un símbolo de autocontrol y disciplina, como después había llenado la guantera con cualquier porquería que encontró en el auto, se olvido por completo de ellos. Salió del auto, encendió uno y sintió como de a poco su hermana estaba a salvo. Ya no la estaban violando, ya no estaba rumbo a Paraguay en una camioneta, o en un primer piso enrejado en constitución. Después de la primer pitada se sintió relajado. Seguro que su hermana estaba en la casa de una amiga, o en la de un chongo. <<Seguro que apagó el teléfono para que no la joda>> pensó.