Prólogo

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Las magníficas mañanas bañadas de los rayos solares acompañaban a un pequeño gorrión que danzaba en los cielos

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Las magníficas mañanas bañadas de los rayos solares acompañaban a un pequeño gorrión que danzaba en los cielos. Había salido para hacer su único trabajo: el informar. El pájaro de un tono amarillo tirando al oro y un rayo en una parte de su cabeza, volaba por lo aires haciendo su característico canto en el que avisaba al pueblo alguna buena nueva.

Hacía ciertos sonidos en su propio trinar para informar algo: muerte, guerra, paz, huracán. Su habilidad no tenía que ver con su forma, puesto que, este magnífico poder en su timbre era gracias a una educación que se le dio a su vibrar, tal como si estuviera entrenado.

Lo interesante de este pequeño pajarillo que pasaba muchas veces desapercibido, es que no era como cualquier otra ave que había en el lugar, y menos en la prefectura. No, este gorrióncillo, tan común y natural como le pudieras llamar, era en realidad una forma, un disfraz.

La máscara detrás del oro entre aquellas minúsculas plumas que se desvenecían en el polvo, era un muchacho algo menudo que se la pasaba escondido en los confines del mercado del pueblo. Su hogar tan improvisado como las vestimentas que cargaba, se hallaba en las cercanías de un río puesto que le era más fácil el pescar cuando transmutaba.

Oh, sí. Le era más sencillo volar por los aires y jugar a ser uno más de aquellas majestuosas criaturas con alas. Sin embargo, sabía que al final no encajaba con ellas, ni tampoco con los humanos.

Estaba completamente en la mitad, caminando en una cuerda tan delgada entre un lado y otro que no sabe en qué momento ésta se rompería y caerá. Es por eso que no queda se demasiado tiempo entre alguna de las dos formas, además de ser más agotador estar en la forma humana por alguna extraña razón; y aún a pesar de todo, de alguna manera se descubrió su don y ahora tiene como tarea ser el informante. Lo único bueno de todo es que en realidad casi nadie del pueblo sabe que él es el pajarillo del cantico ensordecedor.

Ya de por sí las miradas no se quitan de su persona cuando pasa entre los caminos del pueblo, entre el área comercial. A veces, el viento le ayuda a escuchar de las mujeres unos que otros susurros ponzoñosos en los que alegan que debe ser alguna clase de bruja por la apariencia delicada que porta en su semblante. Y no puede evitar reírse ante esas y otras invenciones que se le crearon sólo por caminar en los alrededores a pasar el rato.

No habla con nadie más que el hombre al que le paga por sus servicios de mensajería, algo privado por así decirlo. Era curioso que el solicitante a sus habilidades fuera alguien externo a la corte real pero para él no podía ser más espléndido.

A pesar de su aparentemente estado alegre y motivador, no puede evitar sentirse inseguro ya que él no es como los demás. No es gorrión en una totalidad ni tampoco humano, y su origen real jamás fue confirmado por su madre que partió de este plano hacía unos cuantos lustros. A veces puede creer un poco que quizá sea de algo maligno, o una bendición del cielo, tal como escuchó otro día de una anciana que en un gesto sorprendido le miraba transformarse —es una verdadera fortuna que ella le pudo guardar el secreto.

El gorrión y el emperador || Bakukami - KamibakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora