la ofrenda

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Capítulo 2: la ofrenda

Todo estaba oscuro, en constante ruido y movimiento, como si estuvieran gritando en sus oídos y la arrastraran por finos anzuelos a un lugar desconocido con una velocidad vertiginosa.

¿Qué estaba pasando? No recordaba nada, no podía ver nada, era como si su existencia fuera borrada durante mucho tiempo o quizás segundos, no lo sabía.

Ella misma era cálida, un calor transitorio en una oscuridad fría que amenazaba consumirla. ¿Había muerto? ¿Alguien la estaba esperando? Se dio cuenta de que era un alma a la deriva, un pequeño destello de luz verde que interfería con la absoluta negrura esperando por un fin, una razón que le diera sentido a su ser.

La sensación de asfixia que no supo reconocer se había ido, la desesperación que trataba arrastrarla a la nada, no tenía sentido.

Una parte de ella la abrazaba a mantener la calma, era una ráfaga cálida en su centro. El punto más luminoso y cálido se expandió hasta abarcarla por completo. Identifico una protección llena de estima, esperaba que nunca acabara, era tan familiar, tan íntimo que se aferró a él.

Eso fue suficiente para relajarla y esperara el fin con paciencia.

Pronto el vértigo pasó, un toque húmedo se extendió en todo su cuerpo y la arrastro a un lugar incierto con más fuerza.

En algún momento el ruido seso y al final del ultimo sonido perturbador, escucho el primer ruido que reconoció como real, un gorgoteo suyo.

Todo alrededor de ella se ilumino como si hubieran encendido una linterna frente a sus ojos y el sonido regreso en todos sus tonos más agradables, suave y pacífico, era como volver a existir y con ello apareció lo perdido, sus sentidos.

Lo primero que capto fue el fluir de un líquido proveniente de su cuerpo arrastrado por la corriente de agua en la que estaba sumergida.

Los anzuelos que la arrastraron fueron tan reales como las heridas que dejaron atrás.

Su mente estaba nublada pero lo suficientemente clara para notar que tenía muchos agujeros de pequeño diámetro que atravesaban de lado a lado su piel como si fuera un queso humano, por los cuales estaba siendo drenada y llevada por la corriente del río en el que se encontraba sumergida la mitad de su cuerpo mientras la otra mitad del mismo estaba en la tierra. Respiro hondo y trato de tocar con su mano el corte más cercano, sus dedos temblaban y estaba lo suficientemente agotada para que sus movimientos rígidos no tuvieran un mínimo de gracia.

Dejando los intentos de movimiento se concentró en sus otros sentidos sin sorprenderse de su mal estado, no distinguía nada a su alrededor a excepción de los elementos en los que su cuerpo reposaba y el picor del Sol quemando su cara y brazos desnudos, nada era particularmente interesante, quizás porque lastimaría más su cuerpo, quizás porque había aceptado la muerte.

¿Quién era ella de todas formas? Su mente turbia de cualquier conciencia anterior a la presente se fue disipando poco a poco, un arroyo de recuerdos vagos y sin conexiones pasaron por su mente con lentitud, como si su cerebro temiera resultar dañado por sí mismo. Pasó un largo tiempo así, acostada con los ojos abiertos mirando a la nada mientras el cauce de recuerdos se reducía hasta dejar espacios que esperaban ser llenados cuando fuera estuvieran menos concentrados.

Cada recuerdo estaba en su lugar esperando ser tocados cuando ella lo quisiera pero solo había uno en particular que llamo su atención. Un chico con una sonrisa genuina llamándola con afecto antes de nublarse y desaparecer para siempre.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2019 ⏰

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