P R Ó L O G O

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A pasó perezoso con las manos dentro de mis bolsillos, en compañía de mi mejor amigo, mi hermano mejor dicho; caminamos por los blancos pasillos con olor a antibiótico, mezclado con desinfectante, personas que van y vienen, cada una en su propio mundo, o trabajo en algunos casos.

— Ben, Ben... Benjamín, hermano ¿escuchaste lo que te dije?

— No, ¿que decías?


— Ay hermano, no tienes caso, de todas formas olvídalo.– ríe, negando con la cabeza


— Lucas, sigo teniendo una duda.

— ¡A ver! Suerta la bomba, bro.— Dramático...


— ¿Porque si simplemente estamos aquí, por los resultados de los exámenes de Anna, tenemos que pasar por está sala?– no me agrada pasar por aquí, siento tristeza, en sólo ver las camillas te estás personas con poca probabilidad de pasar la noche, no sé... Me hace sentir... No sé, describirlo.

— Es simple hermano, si vamos por aquí, el camino es más corto.–declara encogiéndose de hombros.

— No sé Lucas, no me gusta pasar por aquí, me hace sentir...– me interrumpe, dándome un leve empujón por el costado.


— ¡Ay yaaa! Deja el drama Benjí, es rápido, ya veras, en cuanto menos te percates, ya estaremos fuera, de regreso a la manada.

— Bueno, pero...


Deje mi frase a medias al sentir un único y exquisito olor, a lavanda y moras silvestres. Detengo mi pasó y trato de ver la dueña de maravilloso olor, giro mi cabeza en todas direcciones, hasta que veo un puerta doble, arriba de ella dice en letras rojas “TERAPIA INTENSIVA”, empiezo a caminar siguiendo el olor, para conocer a su dueña.

— ¡Hey Ben! hermano, no es por allí.

Escucho la voz de Lucas tras de mí, pero no me detengo, necesito ver quien es portadora del olor.

— ¿Ben...?

_¡Mía!– Habla Len, mi lobo.

Siento a Lucas, trotar atrás de mi.


— Ben ¿que pasa?– Inquirió, Lucas haciendo notar su preocupación.

— Mía...– es lo único que logró
articular.

Sigo caminando por el estrechó pasillo, pasando por habitaciones, iguales, misma puerta blanca, con un vidrio, amplió.

— ¡¿Qué?! – escucho la voz de Lucas incrédulo detrás de mí.

Paro en secó, en frente de una habitación específica, puedo ver a través de él vidrio, que la habitación está llena, de lo que parece ser familiares, una enfermera y una doctora.

— ¿Dónde está, Ben? ¿dónde está la persona que buscas?

Entre las personas se habré un espacio, dejando ver a la chica más hermosa que he visto.

Nuestras miradas se cruzan y puedo ver unos hermosos ojos azules, su piel tan pálida, sus delgados brazos, uno de ello le están quitado la intravenosa; puedo ver sus venas resaltante por sobre su piel. Me concentro en su rostro viendo sus finas facciones, las bolsas oscuras bajos sus ojos, sus delicados labios en un tono tan opaco.

Sus hermosos ojos me siguen observando, y en sus labios aparece una débil sonrisa. Los veo moverse como si estuviera articulando un “Hasta Luego”. Abro la puerta de la habitación suavemente, escuchando el insufrible sonido del monitor y los sollozos de las personas dentro de esta.

— 15 de Agosto del 2000, con hora de muerte 2:05 de la tarde, fallece Ariel Mendoza, a la edad de 19 años por cáncer en su face más avanzada de Leucemia.– detalló el informe la doctora con voz trémula para enfermera a su lado.

El aullido de dolor de mi lobo alteró todo mi ser, un aullido de pena y pérdida, dolor y soledad.

Siento mi corazón estrujarse contra mi pecho, lo siento apretado, tanto que no me deja respirar bien.

Un gemido de dolor puro salen de mí (siento ese lazo que nunca había estado hay estrujar mi corazón, un dolor que solo me indica que mi oportunidad de amar se fue), llamando la atención de las personas dentro. Giran a verme con el dolor reflejado en sus rostros.

— Tú ¿Qui.. quien eres?– pregunto una mujer mayor de cabello castaño

— Era... su... amigo– ya siento demasiado apretado el pecho.


Ella, ha muerto, mi compañera a muerto.

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2020 ⏰

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