El origen.

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La demonesa estaba sentada en el porticó de la pequeña casa, mirando hacia el cielo estrellado y sintiendo la brisa fresca acariciarla.
Llevaba un bulto de mantas en brazos y bajó su vista hacia el, prestando atención a lo que contenía.
Una pequeña criaturita de rosadas mejillas, con marcas en ellas, cabello platinado y orejitas inhumanas sobre su cabeza dormitaba pacíficamente entre sus brazos, perfectamente cubierto por las mantas.
La demonesa sonrió ante aquella imagen.
Acarició con suavidad y delicadeza aquel frágil y dulce rostro durmiente; el rostro de su tercer nieto recién nacido.
El rostro del infante la atrapaba por completo... Era diferente. Diferente al de sus hermanos mayores, quienes eran el vivo retrato de sus dos padres... Pero ese bebé que tenía en brazos, era más bien parecido a alguien que ya hacía mucho tiempo no tenía en frente y que esa generación no tendría presente, pero que a fin de cuentas, era el progenitor de todo lo acontecido antes del mismo nacimiento de ese bebé, de sus hermanos o si quiera el amor de sus dos padres...

Había sido una tarde de primavera aquella primera vez que se vieron.
El aroma de ambos rebolotéo por el valle a travez del viento, impregnando el olfato del otro indicándoles que eran puros, que su sangre era compatible, que eran fuertes y dignos del otro.
No hubo amor en sus miradas.
No hubo afecto.
Tan solo deseo sustentado por todos sus instintos de preservación.
Instintos que todo Yokai poseía y que contribuían al sustento de su especie.

No pasó mucho tiempo antes de que se unieran, una noche en la que la luna era sangrienta y resplandecía como el topasio sobre la basta tierra.
Tal vez no había amor de por medio, pero el deseo y el ansia con el que ambos demonios se estaban haciendo uno, bastó para hacerse resonar hasta los confines.

Parecía más bien una lucha entre bestias salvajes.
Había sangre en sus pieles producto de rasguños y mordidas furibundas y deseosas; como si se devoraran mutuamente.
Ella parecía resistirse y el parecía reclamarla con fiereza.
Ella Se irguió sobre sus manos y rodillas y él la siguió insaciable, apresándola para evitar que continuará escabulléndose, rodeándola por la cintura con uno de sus brazos y así, sin delicadeza, fragilidad o consideración tal como era común de su especie, de una fuerte estocada la penetró.
Ella gritó deleitándose con su propio dolor y el se satisfacía con ello.
Se movió tan rapido, tan firme y tan salvajemente sobre ella que a penas le daba tiempo de tomar un poco de aire para seguir gritando.
No le daba descanso alguno y ciertamente, no lo necesitaba.
Ella quería aquello. Se lo suplicaba.
No podía ser de otra forma.
No tener que dormir les dio demasiado tiempo de sobra.
No solamente tuvieron toda la noche, sino todo el día y la noche siguiente...
Parecían insaciables.
Su sangre y su sudor se mezclaban en la piel del otro, impregnándola con su aroma mientras que cada orgasmo hacia su trabajo y los hacía liberarse a él una y otra vez dentro de ella y a ella sobre de él, marcando así su escencia con la suya dejando esa marca permanente que los identificaba como pertenencia del otro.
Ella era suya y él era de ella.
Eran compañeros.

Sus agotados y debilitados cuerpos ensangrentados y empapados les pidieron al fin tregua.
No durmieron, claro estaba, pero después de un baño bajo una inmensa cascada, pasaron el siguiente dia hechados en el futón de la gran habitacion de su palacio, solamente mirándose.
El lamió las heridas de ella y estas sanaron casi de inmediato. Ella hizo lo mismo por el.
Ella lo miraba atentamente, como si lo estudiara, como si algo en su mirada la llamara y el la miraba como si fuese perfecta.
No se amaban.
Pero se respetaban, se admiraban, se deseaban...
Sus vidas a partir de ese momento cambiaron radicalmente.
Ya no estaban solos. Se tenían uno al otro y si no se hallaban en aquella habitación o en el bosque apareándose como salvajes, estaban lado a lado metidos en una batalla a muerte con sus enemigos, protegiendo su imperio, su legado, su territorio y su sangre en aquella interminable guerra.

LO QUE TENÍA QUE SER CONTADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora