Terminó de doblar las últimas prendas y las metió en la maleta. Ya había acabado de empaquetar todo lo que se iba a llevar en su nueva aventura. Sonrió satisfecha y, cerrando esa última maleta, recorrió la habitación con la mirada. Ese lugar había sido su refugio durante los últimos tres años. Rodeada por esas cuatro paredes, había llorado, escondida entre las sábanas; había confesado pequeños secretos a sus amigas en aquellas noches de chicas que tanto echaría de menos; pero sobre todo, había soñado con ese día. El día en el que volvería a verle a él. El chico con el que había compartido su infancia, con el que había pasado tanto tiempo juntos... El chico del que se había enamorado poco a poco, sin darse cuenta.
Echó el aire que inconscientemente había estado reteniendo durante esos pensamientos, y jugó con su pelo, nerviosa. No sabía qué reacción tendría Álex al verla, ni cómo debía actuar delante de él. Pero lo que más miedo le daba era que todavía no la hubiera perdonado. ¿Y si...? Lo mejor sería que dejar de pensar tanto en esas tonterías y concentrarse en lo realmente difícil de ese momento: llevar las tres maletas hasta el coche de su madre sola.
La idea que tenía era llevarlas una a una hasta abajo, dado que pesaban mucho y no se veía capaz de llevar dos maletas a la vez. Y las escaleras eran el mayor problema. Conociéndose, sabía que podía ocurrirle cualquier desgracia y acabar rodando hasta el suelo del primer piso. Pero por suerte, apareció su madre, Mercedes. Bajita, un poco rellenita y con una corta melena rubia, era todo lo contrario de lo que era Noelia. Su madre parecía no tenerle miedo a nada, y siempre estaba sonriendo y dispuesta a ayudar. Sin embargo, Noelia era alta, delgada y su largo pelo negro era lo que más era lo que más la definía. Le costaba confiar en la gente, ya que era más insegura de lo que intentaba aparentar.
-Cariño, ¿todavía no has bajado ninguna maleta?-preguntó, mirando el equipaje que la rodeaba.-Tenemos que darnos prisa. Si no, llegaremos tarde y perderás el tren.
-Ah sí, lo siento, mamá. Me entretuve pensando en algunas cosas...-contestó, sonriéndole.-Te echaré mucho de menos. No sé lo que voy a hacer sin ti.
Las dos se fundieron en un cálido abrazo. Habían estado tanto tiempo juntas las dos solas, que no se habían imaginado que terminarían separándose. Pero el trabajo no la dejaba mudarse con su hija, por lo que tendrían que aguantar un año la una sin la otra.
-No te preocupes-respondió Mercedes secándose una lágrima.- Sandra te cuidará muy bien. Ni siquiera te darás cuenta de que no estoy.
Y dicho eso, agarró las dos maletas más grandes y salió de la habitación, con ciertas dificultades para pasar por la puerta. Noelia soltó una risita nerviosa e imitó a su madre, cogiendo la última maleta que faltaba y abandonando su cuarto sin matar atrás.
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No me dejes ir.
Romance3 años. Eso es lo que le había costado a Noelia volver a verle. Pero ahora quedaba lo más difícil: que todo volviera a ser como antes.