Dulce fragancia.
Eso fue lo que aspiró una vez entró a la floristería. Dejó sus pertenencias detrás del mostrador y fue hacia la puerta, volteando el cartel, anunciando que ahora se encontraba abierto. Caminó hacia los rosales dispuestos frente a ella sobre la mesa compuesta de tablas de madera y se detuvo a contemplarlos.
– Hola. – susurró delicadamente mientras sonreía, sus ojos brillando ante las bellas rosas.
El amor que ella sentía por las rosas era algo que las palabras eran incapaces de explicar. El sentimiento que ella guardaba iba más allá de la admiración, era un sentimiento que guardaba historia, que tenía mucho valor.
– Buenas tardes. – escuchó a sus espaldas. Exaltada se volteó inmediatamente, para encontrarse con la cara de su amiga. – No me escuchaste llegar, ¿cierto? – dijo sonriendo.
– Lo siento, Minseo. – contestó devolviéndole la sonrisa, un poco apenada por lo sucedido. Sin más fue a donde su amiga y le dio un pequeño abrazo.
– Las rosas te tienen demasiado enamorada. – comentó riendo una vez se separaron.
Minseo había sido su amiga desde la infancia. Luego de haber finalmente fundado la floristería, le había pedido que trabajara con ella en las tardes, cosa que con gusto aceptó ya que le servía de empleo a medio tiempo a lo que terminaba sus estudios.
– Así es. – concordó con su amiga y se dirigió nuevamente hacia las rosas para poder regarlas.
Minseo se sentó tras el mostrador y ambas permanecieron dentro de aquel pequeño establecimiento en espera de clientes.
Busan era una cuidad grande llena de vida, a donde muchas personas viajaban en busca de nuevas aventuras. Sin embargo, los días en el distrito Geumjeong-gu eran un tanto distintos a lo que se esperaba de la gran ciudad. En este distrito, especialmente en la división administrativa Geumsa-dong, la naturaleza cubría la mayor parte del espacio. Los ciudadanos estaban rodeados por espeses de tonos verdes y por la famosa montaña Geumjeong-san, a la cual muchos iban solo para calmar sus deseos de excursionismo y no por visitar el distrito. Es por esto, que el pueblo constaba de pocas personas realmente haciendo compras y por ende las tiendas no siempre estaban ocupadas por clientes.
A pesar de eso, la floristería recibía al menos cinco clientes al día, ya que al ser la única en el distrito le quedaba más cerca a los ciudadanos de por allí.
El característico sonido del timbre se escuchó por toda la tienda haciendo que ambas chicas miraran a la persona que recién entraba.
– Buenas tardes. – saludó cortésmente a la cliente, que parecía ser una señora de unos cincuenta años de edad.
– Buenas tardes linda. – su tono amable inundó de calidez el espacio. – Busco unas flores para mi hijo, se casa dentro de poco.
Era común que las madres fueran a buscar arreglos para la bodas de sus hijos, ya que era una de las actividades más comunes dentro de los ciudadanos de esa área. Las bodas eran llevadas a cabo en la pequeña iglesia del pueblo o en un local que se encontraba un poco a las afueras del centro, sin embargo todas eran tranquilas, sin ser muy grandes.
– Claro. – contestó la chica y pasó hacia un rosal de flores blancas. Minseo mientras tanto esperaba sentada tras el mostrador. – Esta rosa se llama Alba. – dijo acompañándolo con a una gran sonrisa mientras señalaba dicha flor. – Su blanqueza es significado de pureza, prosperidad y paz. – explicó. Tomó una en sus manos y aspiró su fragancia. – Es hermosa al igual que su aroma.
– Me encanta. – susurró la señora esta vez sonriendo por igual.
La mejor parte de trabajar en la floristería era ver cómo los clientes compartían su admiración por las rosas. El ver cómo las personas, que antes desinteresadas, tomaban delicadamente entre sus manos la hermosura de las rosas, llenaba su pecho de felicidad. Lo que ella hacía no solo era amar, sino que también transmitir ese amor hacia los demás.
– Quiero esa. – concluyó la señora luego de contemplar la flor un poco más.
– Perfecto. – sonrió ya que los clientes, al igual que aquella señora, usualmente no tardaban en elegir la flor que deseaban llevarse. Caminó hasta el mostrador y tomó una pequeña libreta junto a un bolígrafo. – ¿Cuántas desea?
– Quiero doce arreglos de piso con esa flor. – contestó la señora.
– De acuerdo. ¿Algún diseño en específico? – preguntó mientras comenzaba a anotar los detalles en su libreta.
– No, solo que sean de tamaño mediano. – explicó.
– ¿Para cuándo los necesita?
– En dos semanas.
– Ok, en dos semanas estarán listos. – terminó de anotar todo y se lo pasó a Minseo.
– Cada arreglo tendrá cincuenta rosas dentro de un tiesto blanco. – dijo Minseo mientras anotaba datos en la calculadora. – Incluyendo tierra, decoraciones adicionales al arreglo, abono, transportación y acomodo al lugar, serían $342.25 por arreglo, para un total de $4,107. – concluyó esperando la respuesta de la señora.
– De acuerdo. – afirmó.
– ¿Dejará un depósito o lo pagará por completo?
– Lo pagaré completo. – contestó la señora segura y sacó su tarjeta del bolso. Luego de tomar su nombre y número de teléfono Minseo finalmente efectuó el pago.
La tarde había comenzado bien. Debido a que no se recibían muchos clientes, las compras grandes eran de suma importancia y que se hubiera logrado una en tan poco tiempo de abierta la floristería tenía que significar algo bueno.
– ¿Todo bien en el jardín? – preguntó Minseo al quedar ambas nuevamente solas en la tienda.
– Sí, el clima me ha estado ayudando mucho. – sonrió y tomó una tijera para podar algunas flores.
Apenas comenzaba el mes de julio por lo que el clima en Busan permanecía relativamente templado. Los días con lluvia eran pocos al igual que los días calurosos, en general era el clima ideal para el buen cultivo de las rosas.
– Aún no puedo comprender cómo es que manejas todo ese jardín tú sola. – comentó incrédula.
– El jardín forma parte de mí, es como si te dijera que aún no puedo comprender cómo es que vives con tu brazo. – rió.
– Aficionada. – susurró Minseo riendo. – Vuelvo enseguida. – se levantó y se dirigió a la parte de atrás de la tienda donde se encontraban los baños.
Las tardes en la floristería consistían de eso, un par de chicas riendo en espera de algún cliente hasta que comenzara la puesta del sol y finalmente cerraran. Nada diferente ocurría, sin embargo era una monotonía agradable. El timbre volvió a sonar por segunda vez en el día anunciando la llegada de lo que podría ser otra exitosa compra.
– ¿Fiore? – su voz, pronunciando el nombre de la chica por primera vez después de tanto tiempo, cayó como agua fría sobre aquella cálida floristería.
ESTÁS LEYENDO
Living Garden
Fanfiction"Cultivar un jardín es alimentarse no solo del cuerpo, sino también del alma" (Alfred Austin).