Bien erguido, colocando un pie delante del otro y extendiendo los brazos hacia los lados para mantener el equilibrio fue que Jason se desplazó sobre el tejado de la gran mansión y finalmente se sentó sobre una de las ventanas del ático con vista hacia el oeste. Con Gotham City a su derecha y un pequeño bosque frente a él, ese era su lugar favorito para disfrutar del crepúsculo. Era su pequeño rincón en el mundo, ese lugar al que siempre iba cuando necesitaba un tiempo para sí, cuando precisaba escapar o simplemente porque podía. Sentarse allí no era muy cómodo, pero eso era lo de menos, disfrutaba de la brisa, del silencio, con sus pies colgando y balanceándose golpeando de vez en cuando los cristales de la ventana… estando allá arriba se sentía como un rey, que desde la torre más alta de su castillo contemplaba su reino. A Alfred no le gustaba que fuera allí, temía que se callara y se lastimara pues estaba a varios metros de altura, sin embargo él jamás sintió ese miedo.
Dejó de observar el horizonte por un momento y su mirada cayó sobre el enorme patio, Damián jugaba con Titus y Ace algo alejado de la mansión mientras que Bruce hacía lo que parecía ser meditación acompañado de Tim debajo de un viejo roble, la luz del atardecer pintaba el paisaje de dorado y distintos tonos de rojo, lo que daba a todo una extraña e inusual sensación de paz. Era su día libre… o algo así, no había problemas que atender, habían logrado reunirse todos y simplemente el aire de tranquilidad les había permitido relajarse casi sin darse cuenta. Volvió a mirar el horizonte, a tiempo para captar los últimos rayos de sol, se concentró entonces en el trinar de los pájaros y el ladrido de los perros y a lo lejos, casi apagado, el sonido de la ciudad. Cerrando los ojos y completamente relajado Jason se atrevería a decir que, por un momento, casi, casi era feliz.
–¡Jason, Alfred dice que bajes! La cena ya está servida – la voz de Dick interrumpió sus pensamientos pero a pesar de eso, no rompió el ambiente de tranquilidad. Jason volvió a abrir sus ojos, inclinó su rostro hacia la derecha para encontrarse con el muchacho parado en un balcón a unos cuatro metros debajo de él haciéndole señas para que bajara. Él movió su mano para demostrar que lo había oído y Dick volvió a entrar a la casa.
Con una última mirada al cielo descubrió que tres estrellas ya se mostraban y una pequeñísima sonrisa se escapó de sus labios. Se puso de pie, estiró los músculos de su espalda y luego, dando algunos saltos y realizando un par de acrobacias logró llegar al balcón en el que su “hermano" había estado momentos antes. Al entrar descubrió que Dick aún seguía allí esperándolo y en silencio ambos se pusieron en marcha por el pasillo.
–¿Qué hacías allí arriba? – Preguntó con curiosidad el primer Robin.
Jay simplemente se encogió de hombros y con la pereza inundándolo dijo – pensando un poco, disfrutándolo del verano… cosas.
Cuando llegaron al comedor los demás ya estaban reunidos alrededor de la mesa, Bruce como siempre en la cabecera, Alfred a su lado y Tim y Damián lo más separado el uno del otro como les era posible, ambos tomaron asiento y Dick no tardó en unirse a la plática, bastante trivial sin tratar ningún tema en específico pero relajada y alegre. Trataron de unir a Jason a ella, sin embargo se contentó con escuchar mientras picoteaba su comida. Más tarde, después de estar todos reunidos en la biblioteca por un par de horas sin razón alguna leyendo o viendo alguna película, Bruce y Damián salieron a patrullar, los demás continuaron cada uno en lo suyo, tranquilos y somnolientos pero aún atentos por si surgía alguna emergencia. Ninguno se movió de su lugar en aquella habitación hasta altas horas de la noche cuando Jason se puso de pie, estirándose y bostezando, para acercarse a Tim quien se había quedado dormido en la poltrona junto al ventanal con su portátil en el pecho. Lo sacudió para despertarlo y cuando al fin lo logró el chico se deslizó hecho un zombie hacia su cuarto, Jason hizo lo mismo despidiéndose de Dick y Alfred con una sacudida de manos y un murmullo que mi él mismo entendió.
Ya en su cama, pensó que había sido un buen día y segundos antes de quedarse dormido su cerebro filtró un último pensamiento: ese día se sintió al fin pertenecer a la familia.