Soledad

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Un día conocí a alguien que era ofensa y comprensión. Que no sentía remordimiento y que decía lo que era mejor para quienes le rodean.

Soledad no sentía nada realmente, y yo sabía que muchos la llamaban en vano, para luego ser ignorada y menospreciada sin razón alguna. Pero ella no parecía importarle y en su indiferencia, las personas que alguna vez la conocieron, tomaron  su nombre e identidad más como un concepto que como una persona.

Pero ella se mantuvo inmutable, indiferente pero paciente ante aquellos que no la comprendían pero aún así convivían con ella.

El pasar del tiempo era implacable con todos, solidario con otros, y doloroso para unos cuantos, y apesar de todo, eso aplicaba para ella y yo. Lo queramos o no. Crecimos y conocimos un significado para la profunda tristeza.

Experimentamos con el dolor de otras personas, el cual aumentaba conforme pasaba el tiempo. Yo solo me limitaba a observarlos mientras  ellos eran absorbidos por su propio pesimismo.

Pero soledad se acercaba ha ellos, los consolaba y con el tiempo los dejaba marchar. Eso marcaba una nueva etapa en su drepresión. Cuando superaban el silencio de sus pensamientos y ya estaban listos para hablar de lo que les molestaba, se marchaban.

Soledad les daba esa reflexión y hundimiento que tanto necesitaban.

Ella decía que la única forma de que una persona se superara, era tocando fondo y si no lo lograban, morirían con remordimientos.

"Suena mal, pero es lo mejor que puedo hacer por ellos. Si no salen de su propia tristeza, tienen la libertad de abandonar está vida"

No podría haber otra cosa que hacer por aquéllas personas que sentían que no valía la pena luchar por está vida, excepto llevarlos al límite.

Con el pasar del tiempo, tratamos con más personas las cuales siempre veían ha soledad como algo negativo en su vida. Más de mil veces pude escuchar el quejido de la gente cuando soledad estaba presente. Nunca se daban cuenta de que si ella estaba allí asistiendole, era para que se percatarán de que tal vez debían hacer algo para sentir que estar triste no valía la pena.

Pero alguien no pensaba igual que nosotros. Un día, un hombre de gris y triste apariencia decidió conversar con Soledad. No parecía una mala persona pero nunca antes alguien se había detenido para hablar con ella, solo se limitaban ha verla y dejaban que ella siguiera su camino.

El hombre era extraño, con voz profunda pero serena, alto y delgado pero siempre encapuchado. Dijo que era tal vez el único que podía comprenderla, que sabía lo que un vacío en la vida puede provocar y por qué los demás evitaban siquiera cruzar miradas con ella.

También dijo que su nombre era Tiempo y que era alguien que, al igual que nosotros dos, esperaba ha que se dieran cuenta de su valía.

No entendí lo que ese hombre sentía en realidad, solo me llegaba a mirar y sonreía como si me conociera desde hace mucho, lo mismo con Soledad. Solo que ha ella, su compañía le parecía cálida he incluso la prefirió por sobre la mía. No me moleste, pero mientras más avanzaban los días, más veces nos topabamos con ese hombre.

Tiempo aprovechaba cada momento ha solas con Soledad para conversar y estaba bien, creí que podíamos pasarla bien los tres. Pero un día ella simplemente no quiso verme, la busque pero solo me dió una mirada fría cada que nuestras miradas se cruzaban, y entonces ví lo que otros veían al verla.

Solo una persona sin ningún tipo de apego por algo, ha alguien que no sentía el sufrimiento ajeno que causaba su necesidad de no tener ha nadie cerca, eso era Soledad para los demás, y ahora eso era para mi. Tiempo solo nos miraba a la distancia.

Frente a mí, Soledad parecía implacable e imposible de conseguir. Su mirada se desvió un poco haciendo que la palma de su mano se llenará de la melodía más triste a su alcance. Comprendí el mensaje.

Huí y no deje de correr sintiendo la mirada de ella separándose de lo real. Y luego percibí la mirada de el, la mirada de Tiempo, observando lo que tenía que observar...

Ya lejos el silencio era impávido, pero aún así me inquietaba, me hacia sentir sordo y me dejaba con la sensación de un vacío peor de lo jamás había creído tener. Un vacío que daba la sensación de no tener fin y que si fuera un arma, muy probablemente lo haría desmembrar desde dentro.

Pero la sensación o la sola idea no le preocupo, pues sintió que no debía tener sonido, no debía tener voz para contemplar lo que la belleza de lo que lo rodea le brindaba. Se arrodilló, y en una noche logro notar lo que una imagen sin sonido daba.

El silencio que inundaba todo y que ha la vez se sentía acojedor y abrasador, pues al final el era silencio y por esa razón no muchos lo deseaban cerca. Y ahora entendía el por qué simplemente no era deseable, al final el era alguien poco extrañable.

Pero al igual que está historia, no parece mucho pero eso es solo por qué ni siquiera ha mostrado lo que es en verdad...

Sé que las historias no son un trasfondo, pero aprecio que estés aquí...

Ozcar.

Acuarela's: MicroHistorias IlustradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora